[24]Susan Bourque y Jean Grossholtz, «Politics an unnatural practice: political science looks at female participation», en Siltanen y Stanworth, Women and the Public Sphere, op. cit., p. 118.
[25]Cuestiones que Joan W. Scott trata en «Gender: A Useful Category of Historical Analysis», Gender and the Politics of History, Columbia University Press, 1988, pp. 33-41. Entre los estudios de cuestiones de género y guerra citamos: Margaret Randolph Higonnet y Jane Jenson (eds.), Behind the Lines: Gender and the Two World Wars, Yale University Press, New Haven & Londres, 1987; Joanna Bourke, Dismembering the Male: Men’s Bodies, Britain, and the Great War, Londres & Chicago, 1996; Penny Summerfield, Reconstructing Women’s Wartime Lives, Manchester University Press, 1998.
[26]Selma Leydesdorff, Luisa Passerini y Paul Thompson, International Yearbook of Oral History and Life Stories: Gender and Memory, vol. IV, Oxford University Press, 1996, pp. 6-7.
[27]Se grabaron dieciocho entrevistas como parte de la investigación para este trabajo, también sirvieron de fuente cincuenta y nueve entrevistas grabadas con anterioridad por otras personas. Ver «fuentes y Bibliografía» para más información.
[28]Leydesdorff et al., Gender and Memory, op. cit., p. 5. Un estudio digno de reseñar sobre las emociones es An Intimate History of Killing: Face-to-face Killing in Twentieth-Century Warfare, Granta, Londres, 2000, primera edición 1999, donde Joanna Bourke presenta la gama de emociones, desde la alegría a la culpa angustiosa, que hombres y mujeres experimentan cuando participan en «matanzas legales», en período de guerra.
[29]Véase apéndice I.
[30]Summerfield, Reconstructing Women’s Wartime Lives, op. cit., pp. 21-22.
[31]Ver la discusión de las teorías de hayden White, de Metahistory, Baltimore, 1973, en Leydesdorff et al., Gender and Memory, p. 12.
[32]Por ejemplo, Alistair Thomson utilizó el testimonio oral «para poner en duda y analizar una leyenda que proporcionaba a muchos de los entrevistados un refugio seguro», más que como autoafirmación pública de sus vidas. Anzac Memories: Living with the Legend, Oxford University Press, 1994, p. 237.
[33]Se ha optado por la palabra leyenda en el resto de este estudio porque quizá tiene un significado ligeramente menos ambiguo que mito, cuya definición todavía vacila entre la tonta ilusión y la verdad superior. El legado narrativo de mito se ha descrito como «alineado con lo oral inferior, en oposición a la tradición escrita superior», una asociación que también ha influido en la valoración de su fiabilidad. Marina Warner, «Myth», The Independent, 30 de agosto de 1996.
[34]Jay Winter y Emmanuel Siven (eds.), War and Remembrance in the Twentieth Century, Cambridge University Press, 1999, p. 6.
[35]Ibíd., p. 6.
[36]Ibíd., p. 9.
1. EL TOQUE A REBATO
LAS MUJERES Y EL MOTIVO MELIORISTA
Patience Darton:
Lo mío fue exclusivamente político. Me causaba tanta irritación la situación de Inglaterra y el hecho de que no se hiciera nada al respecto. Y allí estaban los españoles que sí actuaban. Me di cuenta. No sé cómo fui consciente de ello, pero así fue. [1]
Penny Phelps:
Ni me pasó por la cabeza. No era consciente de aquello. No fui a España por motivos políticos. Era un lugar donde había necesidad. Es como cuando ves una brecha y piensas «vaya, es peligroso», o «allí necesitan ayuda». Y me pareció que quizá podía colaborar de algún modo. [2]
1.1 Patience Darton en su época de joven enfermera.
1.2 Penny Phelps en su época de joven enfermera.
Estas dos enfermeras, que trabajaron cerca del frente en España, consideraban los motivos de su participación en términos opuestos, una afirmaba que el suyo fue «exclusivamente político», y la otra, que las «razones políticas» no la motivaron lo más mínimo. De ahí surge el interrogante: ¿por qué se involucraron las mujeres británicas en la guerra de España, un país que la mayoría no habían visitado y que era un territorio ajeno, tanto en lo cultural como en lo político? No eran ciudadanas de una nación en guerra, bajo la autoridad de su gobierno. Para casi todas se trató, más bien, de una elección personal. Pero limitarse a afirmar que las movió lo que consideraron una «causa justa» sería una generalización vulgar que no explicaría por qué, entre toda la masa de la población, estas mujeres en concreto respondieron de aquella manera. Contestar a esta pregunta, sencilla en apariencia, se convierte en una tarea complicada, debido, en parte, a las complejidades inherentes a la naturaleza de la intervención de las mujeres en la guerra española. No sólo existieron notables diferencias en el grado y en la forma de su participación, sino que, además, estas mujeres sostenían opiniones muy diversas y representaban a un sector muy amplio del espectro social.
¿Cómo iniciar, pues, el análisis? En el examen preliminar del papel de estas mujeres, parecería posible una clara división entre motivos políticos y humanitarios; unas cuantas mujeres políticas, escritoras de la prensa izquierdista y activistas de partidos podrían situarse en la primera categoría. Las cuáqueras y las que cuidaban a refugiados y heridos se podrían clasificar como humanitarias. Sin embargo, la realidad, excepto para una minoría en ambos extremos de la escala, es que a la mayoría de las mujeres las impulsó un interés en ambos ámbitos; lo personal y lo ideológico iban inseparablemente unidos en diversa medida y, a veces, evolucionaban a través del tiempo y de la experiencia. Otra estrategia consistiría en separar a las mujeres en categorías de tipos representativos: enfermeras, escritoras, luchadoras de base, por ejemplo, y luego proceder a investigar la fuerza motriz que animó a cada grupo. Pero un enfoque generalizado a partir de tipologías podría revelar más sobre el concepto de la clasificación por funciones que sobre la naturaleza de las fuerzas motrices en acción. Más allá de consideraciones metodológicas, surgen otros temas relacionados con el interrogante de cómo identificar una fuerza tan escurridiza como la «motivación» con un grado mínimo de fiabilidad.
La investigación de cada relato individual del pasado puede aportar un punto de partida. Los temas asociados al uso de esas fuentes se encuentran bien documentados en otros estudios, algunos de los cuales tratamos en el apéndice II, pero en cuanto a los objetivos de este capítulo, existe un punto en concreto que requiere aclaración. [3]Es preciso diferenciar entre la descripción de motivos de primera mano que se realiza individualmente a lo largo de una narración personal, y los motivos que los historiadores atribuyen después de analizar los factores motivadores de cada historia vital individual. Pero, en ambos casos, es preciso considerar los aspectos reconstructivos de la naturaleza del recuerdo. Se ha polemizado sobre el hecho de que dichos relatos reflejan el deseo, consciente o inconsciente, de «componer» una historia vital individual con una lógica interna. [4]Los historiadores orales remarcan que, si bien ciertos individuos muestran habilidad para distinguir sus motivos «de entonces» de lo que ahora considerarían una explicación más válida, otros son menos conscientes de los procesos reconstructivos de la evocación del pasado. [5]Incluso cuando el historiador fundamenta el análisis de los factores motivadores en «testimonios inconscientes», más que en la respuesta a preguntas directas, la investigación se resiente por la selección u omisión de recuerdos que cada individuo ha usado para lograr la «compostura». Lo que lleva a un análisis del subtexto de la motivación que obliga a los historiadores a acercarse a un campo más propio de psicólogos, a pesar del factor de dispersión del propósito que subyace en su trabajo. Es una vía que puede conducir a un campo histórico nuevo y fértil o acabar empantanada en la pseudopsicología. Pese a los riesgos, el ser cada vez más conscientes del potencial de este método puede permitir a los historiadores un análisis más completo. [6]Desde esta perspectiva, los relatos personales constituyen una vía que nos ayuda a comprender a los individuos y su opinión sobre los motivos de entonces, más que observar sólo los hechos del pasado. [7]
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