Pero, lo que uno pensaba que sería para largo tiempo o para siempre, también duró poco, de manera que los años 1980, ahora que lo escribo y lo rememoro, fueron de constantes cambios. Dos años después, en 1987 se crea el INEF de Valencia y allá que vamos, de nuevo a otra oposición. En realidad se trató de una «mini oposición», pero oposición, al fin y al cabo, porque había un tribunal con cinco miembros. Uno representaba a la Conselleria de Cultura y Educación, otro a la Universidad, y el resto eran profesionales de la Actividad Física y el Deporte.
Antes de convocar las plazas para profesores, en ese año 1987 se concretan los acuerdos con el CSD que permiten ponerlo en marcha. Un largo proceso que ya se inició en 1984, estando yo todavía en la Conselleria con una jornadas abiertas sobre el futuro de la profesión de de los INEF, y la petición formal al gobierno central de la creación del INEF, que no se había hecho y que fue una de las primeras actuaciones que lleva a cabo el primer gobierno autonómico de la Comunidad Valenciana, del PSPV-PSOE, una vez aprobado el estatuto de autonomía. Las conversaciones con el CSD estaban muy avanzadas en 1984, pero la petición de varias comunidades autónomas al mismo tiempo, hizo que la decisión final se retrasara hasta 1987. Por fin, en febrero de ese año se firmó un convenio con el CSD, por el que está aportaba fondos para la infraestructura del mismo que fue ubicado en la antigua Universidad laboral de Cheste, convertida en ese momento en centro de enseñanzas integradas y transferido a la Generalitat. Allí, se impartían clases de Enseñanza Secundaria, a través de varios institutos públicos, con alumnado procedente mayoritariamente de la propia ciudad de Valencia, en la que no cabían; se impartía Magisterio, enfermería, algunos otros estudios y, por fin el INEF. De este modo, la Conselleria le costaba menos dinero porque ya se disponía de aulas y de instalaciones deportivas. Con cuatro cambios y arreglos, solucionado el tema, debió pensar alguno. Craso error, porque la deficiencia de las instalaciones era monumental, «los arreglos» tardaron en llegar y ni siquiera nos adjudicaron aulas como tales, sino que habilitaron una de las antiguas residencias de estudiantes. Al principio, hasta que se construyeron las aulas esa «habilitación», consistió en una mera colocación de sillas y mesas en un espacio libre, el cual en los días de lluvia se asemejaba más a un «barranco» de los varios que circundaban la montaña que a un aula de enseñanza.
Hay que recordar que ese centro fue una de las «megalómanas» obras del tardo franquismo que albergó en el Complejo de Cheste, construido exprofeso, a 5.000 niños del segundo ciclo de EGB (según la ley de Educación de 1970) de toda la geografía española, es decir niños de entre 11 y 14 años sacados de su entorno natural e internados allí durante el curso escolar, dentro de la red de Universidades Laborales. Construido a finales de los años 1960 y puesto en marcha a principios de los años 1970, la monumentalidad de sus edificaciones (residencias, aulas, instalaciones deportivas, comedores…) era de tal calibre que su gasto en mantenimiento se hacía insoportable, máxime, cuando acabado el franquismo y eliminada su función básica de «internado masivo», su uso era mucho menor. La degradación, que continúa ahora, era ya patente en 1987: las residencias tenían muchos problemas de servicios, a la pista de atletismo no le quedaba ya «material sintético», era puro cemento, los pabellones eran fríos, pequeños e inapropiados para un INEF.
Ello provocó varias huelgas y reivindicaciones de alumnos y profesores casi hasta el momento en el que, una vez integrados en la Universidad, el centro se ubicó en el Campus de Blasco Ibáñez. Esa fue, desde sus inicios, una reivindicación de los estudiantes: bajar al campus universitario e integrarse plenamente con el resto de la comunidad universitaria.
Pero, nos habíamos quedado, en la «mini-oposición» para la contratación de los profesores del INEF y la composición del tribunal, sobre la que cabe apuntar el intento de designar a los profesores «a dedo» por parte de la Dirección General de Deportes de la época, que no pasó a mayores porqué siempre hay, desde los servicios jurídicos, por ejemplo, quienes avisan de posibles problemas legales, a personas más juiciosas y sensatas. De manera que la opción final fue sacar las plazas de profesores de materias específicas que no daba la Universidad de Valencia a concurso público (la convocatoria se publicó en el DOGV). Esas dudas iniciales sobre el sistema de designación del profesorado provocó un cierto retraso y las plazas salieron casi iniciado el curso.
Un par de años antes, por fin, el Conseller de Cultura y Educación, Ciprià Ciscar, se decidió a separar juventud y deportes, pero la sorpresa fue mayúscula cuando el primer director de deportes «a secas», fue un tal Manuel Ortiz, profesor de Historia de un Instituto de Cheste, precisamente, y antes profesor de la Universidad Laboral, al que tenía como Delegado provincial de Cultura de Valencia. Debía buscarle una nueva ubicación, ya que las delegaciones provinciales de cultura y educación se habían acabado de unir y uno de los dos sobraba. Y sobró, Manuel Ortiz, aparentemente ascendido, pero, políticamente, para quitárselo de encima a la delegación conjunta de educación y cultura de Valencia. Venía precedido de una fama de «antideportista», según cuentan los que le conocieron en sus clases de Cheste. Desde luego lo demostró con creces. Pasó por estas latitudes con mucha más pena que gloria, pocos le recuerdan y sólo lo hacen como yo en este caso, para rememorar su «intervención» ante el tribunal (sin ser miembro), primero intentando que la plaza a la que yo optaba se la dieran al otro candidato que se presentaba, y dado que eso no coló, que se declarará desierta la plaza. Tampoco coló. Siempre hay personas honorables que son capaces de aguantar la presión de esos políticos de «pacotilla», que pretenden que la gente se pliegue a sus intereses. De manera que, al final, el tribunal por unanimidad me dio la plaza y desde entonces fui profesor del INEF y después de la hoy Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, tras superar una nueva oposición, ante un Tribunal de profesores universitarios, todos de otras Universidades al no existir en la de Valencia especialistas del área. Una función, que no he dejado nunca, porque cuando he estado fuera organizando algún evento ha sido en Comisión de Servicios y, además, he seguido dado cursos, máster, etc.
El INEF/IVEF que sale en Valencia en octubre de 1987, es un centro con un plan de estudios aprobado, muy similar al del INEF de Madrid y con la orientación clásica hacia las materias de enseñanza/entrenamiento, con la existencia de las maestrías y una carga lectiva bastante deportiva. No existía más que una asignatura de gestión, que pudiera ser calificada como tal, asociada a legislación deportiva, de manera que fue adscrita al departamento de Derecho de la Universidad de Valencia.
Esta fue una de las características del INEF de Valencia en su creación y que, de algún modo, ha condicionado su funcionamiento posterior. Una parte de las materias se le adjudicaron directamente a departamentos universitarios a través de un Convenio con la Universidad de Valencia, que preveía las adscripción del mismo, el sistema legal de reconocimiento de títulos para centros externos no dependientes directamente de aquella. En aquellas materias que la Universidad no pudiera impartir, la Conselleria convocó las plazas y designó los tribunales.
Realmente este sistema mixto provocó problemas, fue una rémora en la integración y provocó agravios comparativos. No se hizo en ninguna parte. Los INEF de A Coruña, León, Vitoria convocaron todas las plazas desde el propio departamento de deportes de la Comunidad Autónoma, y en Las Palmas, salieron todas las plazas desde la propia Universidad, pero con convocatoria nueva y fruto de un convenio similar al de Valencia, lo que les facilitó su integración posterior. El sistema mixto valenciano, además, causó una división, lógica, entre el profesorado durante años según el tipo de procedencia contractual. Finalmente, todo eso quedó atrás con la plena integración del INEF a la Universidad de Valencia y la primera convocatoria de plazas de profesores universitarios en 1998.
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