La cuestión, para quienes nos dedicamos a la gestión, acabó siendo más absurda todavía, pues dado que el CSD no aceptaba mi veto, y si se producía, no aceptarían la propuesta alternativa emanada desde Valencia, la solución de consenso fue nombrar a José Luis de Carlos, director General de la RFEA como Coordinador General. En síntesis, que un señor que vive en Madrid y que ya tenía mucho trabajo (aparte de la RFEA, era el Coordinador General del Campeonato de Europa de cross que se celebraba en Toro en diciembre de 2007 y Vicepresidente de la Asociación Europea de Atletismo) debió venir a Valencia a hacerse cargo del Mundial y yo mismo que vivía en Valencia tenía que irme a Barcelona para organizar un europeo al aire libre.
Sin embargo, este incidente me permitió un mejor y más tranquilo regreso a la enseñanza en la FCAFD de la Universitat de València, aunque en la práctica siga en contacto con la gestión deportiva a través de varios eventos o candidaturas, como el Campeonato de Europa de Atletismo de Barcelona o la candidatura de Tarragona a los Juegos Mediterráneos de 2017.
En esa vuelta a la enseñanza ha habido cambios importantes en los planes de estudios y el área de gestión ya cuenta con una serie de materias que permiten a los estudiantes salir con los conocimientos necesarios para desarrollarse profesionalmente en un sector que se ha convertido en los últimos años en la segunda fuente de empleo, y, probablemente, en la primera con un mayor número de plazas libres, ya que la enseñanza está saturada y las plazas salen con cuentagotas. Ello representa un cambio sustancial desde que en 1987 se creara el INEF valenciano, y me permitió impartir materias más acorde con mi actividad y una especialización a la que me había encaminado de los últimos tiempos, cuestión que beneficiaría, creo, a los estudiantes, en tanto en cuanto a la teoría puedes añadir la experiencia práctica. Así, he asumido una asignatura que todo el mundo conoce por Planificación de Eventos, pero que tiene un nombre mucho más amplio y enrevesado, y que compartí con lo que se ha convertido en un gran «hobby» intelectual: la historia del deporte, a la que llevo dedicado desde que se abrieron las puertas de Cheste a estos estudios.
No eran los únicos cambios con los que me encontré, porque el más trascendental fue la consolidación de la integración en la Universidad y el traslado del centro al Campus de Blasco Ibáñez, una vieja reivindicación, sobre todo, estudiantil. Ello acabó con el periodo de interinaje, con directores o decanos que no pertenecían a estos estudios y ni siquiera al centro, como había ocurrido hasta la elección de Vicente Carratalá como decano, salvo un pequeño periodo en que Pepe Campos fue nombrado director técnico por la Conselleria de Cultura y Educación, una manera de no incumplir un convenio con la Universitat en la que se marcaba que el Director, nombrado por la Conselleria debía ser profesor de la Universidad y tener a una persona vinculada al centro, y específicamente, a la profesión.
En esos seis años se habían consolidado tres unidades de investigación, el departamento de Educación Física y Deportiva, sólo incipiente y casi recién creado en 2000, mientras los profesores habían ido desarrollando su currículum universitario, en el que partíamos con la desventaja de la tardía incorporación a la Universidad. Esto es lo trascendental, lo verdaderamente importante y donde se trazan las vías para el futuro, al margen de las discusiones y discrepancias de siempre o las pequeñas rivalidades personales, fruto del quehacer humano. Nos falta mucho trecho por recorrer para la consolidación del centro dentro de las estructuras universitarias, para contar más entre los órganos directivos de la propia Universidad y entre el resto de la comunidad científica, pero todo se andará.
De modo que, muy al contrario a lo que me ocurrió en Octubre de 1999 a mi vuelta del Campeonato del Mundo de Sevilla, donde estuve un periodo escaso de 9 meses antes de mi marcha a Almería, ahora he consolidado mi faceta universitaria. Me he acoplado bien tras seis años de ausencia, estoy entusiasmado, he participado en la elaboración del nuevo plan de estudios (de algún modo obligada por el proceso de convergencia europeo de la enseñanza superior, el llamado proceso de Bolonia), el Grado de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, y he reorientado mis pasos hacia la enseñanza, y la investigación, al tiempo que quiero tener una mayor dedicación a la tarea de «escribidor», algo abandonada por la dedicación a la gestión.
De manera, que así es como hemos llegado a la realidad actual, de la que este capítulo pretendía ser una pequeña muestra personal de cómo se ha ido transformado una profesión, con el deseo expreso de que sirva de acicate e invitación a la reflexión y el debate en torno a este campo de la actividad humana tan enriquecedor.
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