Vicent Añó Sanz - Pasión por el deporte

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Vicent Añó, profesor de la Facultat de Ciències de l'Activitat Física i l'Esport de la Universitat de València, pasa revista en este libro al mundo del deporte moderno y reflexiona alrededor de su práctica y su utilización política. Entre estos dos extremos, analiza la transformación de lo que era un simple pasatiempo, en una «pasión» que se hace extrema en el caso del fútbol. En este análisis se menciona la política deportiva de la Generalitat Valenciana y su apuesta por los grandes eventos, algunos de los cuales el autor -como especialista- es muy crítico. Se trata de una recopilación de una buena parte de las observaciones y reflexiones del autor sobre el fenómeno deportivo como práctica, espectáculo, negocio e instrumento político. El libro también incluye un repaso del entorno y la economía de los clubes de fútbol y sus dificultades financieras actuales.

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Domínguez no me conocía de nada, de manera que, muy probablemente, el nombramiento se debía a Manuel Ruiz-Parajón. El contrato, muy peculiar, pues era a través de la Federación Española de Rugby sólo duró un año, porque el deporte escolar inmediatamente comenzó a trasladarse a la ADECE (Asociación Deportiva Española de Centros de Enseñanza) una rama de la patronal de la enseñanza privada, y dio diversos vaivenes (eran los tiempos de la UCD) hasta que acabó siendo organizado por las Comunidades Autónomas o Preautonómicas mediante un convenio especial con el nuevo y recién nacido Consejo Superior de Deportes para el curso 1980/81. Antes, a través de la ADECE, continué organizado el Deporte Escolar un par de años más y posteriormente ya dentro de la Conselleria de Cultura y Educación nacieron los Juegos Escolares de la Generalitat, como se les denominó, y que siguen desarrollándose hasta la fecha (aunque le han cambiado el nombre de Generalitat por Comunidad Valenciana).

Pasado ese primer año de contrato, y ante las dificultades y problemas para continuar con garantías, algo habitual por entonces, volví a dar clases, esta vez en el Instituto de Bachillerato Juan de Garay, uno de los clásicos, donde me mantuve desde 1978 hasta 1985. En esa etapa sufrí, como la mayoría de profesionales, las circunstancias del «pluriempleo». Más que «pluriempleo», aquello podía denominarse mini-empleo, porque tenías que trabajar en varios sitios para ganar un sueldo normal. En los institutos cobrábamos, aproximadamente el 50% de otros profesores. A principios de los años 1980 eso suponía poco más de 50.000 pesetas al mes. Había que completar el sueldo, y seguí en el deporte escolar y en la Delegación de Deportes gracias a la continuación del Plan Experimental que puso en marcha Benito Castejón, Delegado Nacional de Deportes, que no fue un mal delegado y que aprobó la segunda Ley del Deporte español.

Preocupado por la promoción del deporte creó los CITD (Centros de Iniciación Técnico Deportiva), a modo de escuelas deportivas, que podían seleccionar niños de toda la provincia y tenerlos, incluso, internos en colegios. Los niños debían empezar con 10 años y terminar con 14, y luego pasar a los Centros de Perfeccionamiento. No pudo completar todo el plan. Al igual que le pasó con la Ley del deporte, la nueva estructura de España le rebasó, pero algunas de sus ideas, con diferente formato, fueron puestas en marcha más tarde. De hecho, los CITD , que comenzaron en 4 lugares de España de forma piloto: Salamanca, Valencia, Mataró y Sevilla, continuaron con 11 ciudades más en 1981, entre ellas Alicante, y después transferidos a las Comunidades Autónomas, que los continuaron en buena parte. En la Comunidad Valenciana se mantuvieron hasta los años 90 y se amplió a Castellón, transformándose luego en Centros de Perfeccionamiento o alto rendimiento y subiendo las edades.

Los inicios de los años 1980 fueron frenéticos, con fuertes reivindicaciones, con una enseñanza en transformación y con unos ayuntamientos iniciándose en la actividad deportiva. Todo era nuevo. No había, o había pocos, gestores. Se necesitan instalaciones deportivas y órganos de gestión. Tras las primeras elecciones democráticas municipales, el Ayuntamiento de Valencia estuvo gobernado por el PSOE, que había obtenido 13 concejales y junto a los 6 del PCE le daban la mayoría absoluta en coalición, mientras la UCD se quedaba en 14 concejales, insuficiente número para gobernar. Por un breve periodo de tiempo, Juan Lloret, un abogado, ocupó el cargo de concejal de deportes, pero en apenas seis meses pasa a Antonio Ten, profesor de Física de la Universidad de Valencia. Ten, una persona muy activa, fue, probablemente, el mejor concejal de deportes que ha habido en el Ayuntamiento de Valencia, al margen de su error del nombramiento del primer Gerente de la Fundación Deportiva Municipal, que el mismo reconoció más tarde. Pero, consiguió en una sola legislatura inaugurar 4 instalaciones deportivas (Benicalap, El Saler, San Isidro y la Fuente San Luis) y crear un órgano de gestión: la Fundación deportiva Municipal, a cuya Junta Directiva y su Consejo de Gerencia pertenecí desde su creación hasta 1990.

Esa fue una de mis actividades directivas más interesantes de comienzos de los años 1980, junto a la del deporte escolar, y la Presidencia del Colegio de Profesores y Licenciados en Educación Física, que habíamos arrebato a la «vieja guardia» en 1980, gracias a la Asociación de Licenciados, que creamos buscando un órgano paralelo al Colegio que realizará actividades y planteará las reivindicaciones que pedíamos y que estuvo presidida por Pepe Campos, decano de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte entre 2006 y 2009. Luego, una vez en el colegio, la Asociación desapareció en poco tiempo. Había cumplido su objetivo.

La actividad gestora, directiva u organizadora no pararía ya, sino que en todo caso se complementó con la enseñanza, y así, entre 1981 y 1984 con diversos cargos administrativos, nunca consolidados (subdirector de deportes, jefe del servicio de deportes...) estuve organizando el deporte en la Generalitat y montando una estructura ajustada a las competencias transferidas en 1983 por el Gobierno central, y más específicamente por el CSD. Fueron tres años de mucho trabajo y poca compensación, porque muchas de las iniciativas se paraban. Y es que el deporte no tenía siquiera una dirección General. Era compartida con Juventud, y claro, el director general procedía de las Juventudes sociales. Fue el primer director, no era muy amante del deporte, pero tenía un pase: juventud y deportes estaban juntas, pero su escaso conocimiento y su poca dedicación al deporte en momentos de fuerte transformación eran insufribles. El Conseller de Cultura y Educación, Ciprià Ciscar, tardó en hacer los cambios y se separar juventud de deportes. Procedía de una cultura de oposición al franquismo a la que no gustaba el deporte, pues lo había visto como el «opio y el entretenimiento del pueblo», parafraseando a Marx. De manera que fue imposible aguantar y uno dimitió y se fue con la cuerda a otra parte. A dar clases en el «Juan de Garay» y a poner en marcha el Palacio de Deportes de la Fuente S. Luis, «mi querido monstruo» como le he llamado muchas veces, transferido al Ayuntamiento e inaugurado finalmente en 1984.

El Pabellón de la «Fonteta», como se le conoce popularmente era una obra increíble. Diseñado en los años 1960, se empezó a construir en 1969, pero se paralizó en 1972, más o menos. La empresa constructora había quebrado y como le habían adelantado certificaciones hasta que se resolvió el entuerto pasaron casi 10 años. Por en medio, habían venido las autonomías, el «monstruo» se había transferido a la Generalitat, y esta al Ayuntamiento, que exigió al CSD su acabado o la correspondiente subvención. Fue una larga reivindicación desde el primer día que Antonio Ten llegó al Ayuntamiento y no lo vio inaugurado porque no repitió como concejal. Por fin en 1984 se puso en marcha, con pista de atletismo, con un parquet para deportes de equipo comprado expresamente por el Ayuntamiento, ya que no tenía (en medio de la recta de atletismo, habían pintado el campo de balonmano, baloncesto y voleibol, ¡ver para creer!), con una parte central en el sótano, debajo de la pista completamente vacío, y nueve enormes salas que se habilitaron para diferentes deportes de lucha y para gimnasia. Los mejores equipos de Valencia se vinieron a jugar al nuevo Pabellón y la actividad fue frenética. Luego se vino el Pamesa, se montaron gradas móviles, se habilitó la parte de abajo para las pruebas cortas y los saltos de atletismo, que amplificó los problemas y…, esa ya es otra historia.

Y es otra historia, porque, en realidad, duré un año y poco más en el cargo. Convocadas las oposiciones a la enseñanza media, me presenté y aprobé. Saqué el número tres de la oposición, pude elegir instituto en la propia ciudad de Valencia, el IB El Clot, en el barrio de la Olivereta, junto a la avenida Peset Aleixandre. Después de la experiencia en la Conselleria tenía muy claro que no quería dependencias «políticas». Aunque estaba muy bien en el Ayuntamiento y en el Pabellón, eso podía cambiar y un «crítico· como yo acabar en la calle o pegando sellos. Mi independencia siempre ha estado por encima de todo y esa posibilidad la daba aprobar unas oposiciones en la enseñanza.

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