Mucho cambiaron las cosas en Almería, y el nivel de sufrimiento fue bastante menor, ya que las cosas se planificaron bien y con tiempo (disponíamos de él). De entrada se adjudicó a un experto en planificación como Fernando París, que fue Director de Gabinete del Secretario de Estado para el Deporte con Felipe González y luego Ministro, Javier Gómez Navarro, la elaboración del Plan Director, y en él se incluyeron diagramas de operaciones temporales, que permitieron prever cualquier tipo de incidencia y asegurar que los trámites burocráticos, por ejemplo, en la construcción de instalaciones no afectaran a la organización y que se cumplieran las previsiones. Realmente se hizo una buena planificación. Contamos, también con mucho apoyo. Tanto las instituciones como los ciudadanos se volcaron en el acontecimiento. El resultado final fue una gran satisfacción, puesto que aquí, como en ningún otro lugar, las condiciones necesarias para el éxito: buena organización, excelentes resultados del equipo español (que por primera vez casi igualó a Italia y Francia en el número total de medallas, con un aumento respecto a la edición anterior considerable) y gran asistencia de público que llenó las instalaciones.
De manera que Almería siempre estará presente entre mis mejores recuerdos. Fueron seis años formidables, de gran trabajo, no exentos de problemas, de ciertas incomprensiones y críticas, pero a las que superan con creces los aspectos positivos. Aunque los Juegos Mediterráneos no estén en la primera fila mediática de la organización de eventos deportivos, su organización es complicada, y salvado las distancias, técnicamente, con un desarrollo muy similar a los Juegos Olímpicos, su «hermano mayor». Tener 22.424 personas acreditadas, 5.508 de ellas miembros de las delegaciones oficiales de los Comités Olímpicos Mediterráneos, entre deportistas, delegados, entrenadores y personal sanitario; una Villa Mediterránea para alojarles con lo que ello supone de complicación logística; 40 instalaciones deportivas entre competición y entrenamiento y 4 circuitos de pruebas exteriores; 3 centros de Medios de Comunicación, y 6 de acreditaciones, entre otro tipo de oficinas. Todo eso no es una cuestión fácil ni mucho menos, sobre todo para una ciudad de tamaño medio/pequeño con 180.000 habitantes. Si, finalmente, además, se acaba con un superávit económico el nivel de autoestima y satisfacción sube muchos enteros. Por otra parte, además, según los datos facilitados por Sofres la audiencia televisiva acumulada en España fue de 25.471.000 espectadores. Hubo 290 horas de retransmisión en directo (230 por TVE y 60 por Canal Sur), cuya máxima audiencia fue la final de Fútbol entre Turquía y España con 1.250.000 espectadores (TVE2). Según el estudio de Sofres, los Juegos generaron sólo durante su celebración 659 noticias que fueron vistas por un total de 259 millones de personas. Y en prensa se produjeron 3.305 noticias entre el 1 de junio y el 6 de julio, con 2.948 páginas dedicadas a los Juegos y un impacto de difusión 154.758.172 ejemplares (OJD) y 949.730.000 lectores (EGM).
La cosa, pues, era ideal para retirarse. Pero no pudo ser. Terminados los Juegos, durante el año 2006 colaboré como asesor técnico con el Comisionado del Gobierno de España para la Copa del América de Valencia, Ricard Pérez Casado, y después José Mª Odriozola, el Presidente de la RFEA me propuso como Coordinador General del Campeonato de Europa de Atletismo de Barcelona en 2010. Así, que continué con mi labor organizativa, yendo uno o dos días a la semana a la Ciudad Condal para ir poniendo en marcha la gestión del mismo, durante el año 2007 y 2008, hasta el mes de setiembre, en el que me vi obligado a renunciar al no poderme trasladar a vivir de forma permanentemente allí durante los dos años que quedaban hasta 2010, aunque me mantuve en el Comité y como asesor técnico de la organización.
El Presidente de la RFEA también me propuso como Coordinador General del Campeonato del Mundo de atletismo en pista cubierta de Valencia en marzo de 2008. Era lo lógico, porque al margen de ser mi ciudad, había sido antes el máximo responsable ejecutivo en un campeonato similar en Sevilla en el año 1991, y, también había estado en el comité organizador que montó el mundial de pista cubierta de Barcelona en 1995. Es decir, los dos campeonatos anteriores del mismo tipo realizados en España. Eso sin contar, que fui el Coordinador General del único mundial al aire libre por el momento celebrado en España, y, especialmente el Coordinador General del Campeonato de Europa de Valencia en 1998 con el PP detentando todo el poder institucional en sus manos: Ayuntamiento, Diputación, Generalitat y Gobierno central y no había habido ningún problema. No pudo ser porque el PP se opuso rotundamente, o, al menos sino como partido, sí institucionalmente a través de sus representantes en las negociaciones para la conformación de Comité: el ínclito David Serra, a la sazón Secretario Autonómico de Deportes y Cristóbal Grau, Concejal del Ayuntamiento de Valencia. Pero el culpable estaba mucho más arriba, en el propio Presidente de la Generalitat, instigado por su gran amigo Rafael Blanquer, a quien no le interesaba que yo estuviera en el campeonato, para «manejarlo a su antojo, lo que no logró del todo, puesto que al final tampoco fue Coordinador General quien a él le hubiera interesado.
La cosa resultaba insólita, más todavía, por cuanto en los últimos 8 años había vivido fuera de Valencia. ¿Qué había hecho yo? Si hemos de hacer caso a la versión oficial que le dieron al Presidente de la RFEA, al estar colaborando con Ricard Pérez Casado, y, por tanto con el PSOE, en la Copa del América no podía estar en el Mundial de Atletismo, dejando caer mi vinculación con este partido. Si hemos de creer la versión que dieron algunos de esos responsables políticos del deporte valenciano mencionados, Grau y Serra, vetadores oficiales, preferían a una persona que hubiera estado desde el principio y no yo que andaba aún por las costas almerienses. Y si hemos de creer a la propia «intuición» y a la sabiduría popular, es decir a la base del deporte y el atletismo valenciano, que lo tiene claro, el «veto» se debió al personaje citado antes.
Sea como fuere, lo cierto, es que no pude estar en la organización de un campeonato del Mundo que se organizaba en mi «pueblo, porque algunos «indocumentados », así lo decidieron, siguiendo «consignas políticas». Uno de ellos, incluso, como David Serra ha pasado tan fugazmente por el campo del deporte que no ha dejado nada. Yo, al menos, por lo único que le recordaré es por vetarme para organizar ese campeonato. Triste balance en su gestión.
Pero lo que las instituciones valencianas no aceptaron, si lo hicieron las catalanas, y además, debo decir que encantadas. Tuve un apoyo total y cuando, obligado por las circunstancias tuve que renunciar, la verdad es que me supo muy mal, precisamente por esta razón. Pero en Barcelona no sólo se aceptó que una persona no catalana fuera el Coordinador General, sino también que el Presidente de la RFEA fuese el Presidente del Comité, cosa que en Valencia tampoco aceptaron, dicho sea de paso, rompiendo el modelo organizativo más lógico que había remitido y planificado la federación. En Valencia, Odriozola se vio obligado a ceder esa presidencia a la Alcaldesa de Valencia. Diferentes criterios, diferentes visiones entre los actores políticos de un lado y el del otro. El caso es que entre la cesión de la Presidencia y el «veto» al Coordinador propuesto la formación del Comité y la firma de los convenios correspondientes se retrasó 8 meses, hasta que yo mismo y Odriozola cedimos, pues pasaba el tiempo y el campeonato peligraba. No valía la pena y no se podía trabajar con quien no te quería.
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