2.2.3 El Homo sapiens
Entre estas especies y la nuestra se sitúa el Homo neanderthalensis, aparecido hace 150.000 años y que parece proceder, como el Homo sapiens, de una rama distinta del Homo antecessor. Los neandertales tenían un cerebro más grande que los sapiens, eran bajos (metro y medio), pero mucho más fuertes, y desarrollaron una cultura llamada musteriense. Parece que comían carne cruda de animales que cazaban en la helada tundra europea de la última glaciación, lo que les obligó a desarrollar una mandíbula robusta con grandes molares: esta circunstancia, así como algún otro dato relativo al hioides, han hecho pensar que probablemente no hablaban o que sólo poseyeron un protolenguaje incipiente antes de extinguirse hace 30.000 años. En la última fase convivieron con los sapiens, los cuales llegaron de África en varias oleadas migratorias y que, más inteligentes y seguramente ya en posesión del lenguaje, acabaron con ellos sin que llegaran a cruzarse.
Al salir de África los Homines sapiens se instalaron primero en Oriente Medio, luego en el sureste de Asia, de donde pasaron a Australia, y finalmente en Europa. Eran nómadas recolectores que vivían de la miel silvestre, de ordeñar bóvidos y de recoger semillas de gramíneas con las que fabricaban pan. Estos grupos humanos de entre dos docenas y un par de centenares de individuos, desarrollaron una cultura notable, con uso del fuego e instrumentos de piedra pulimentada (auriñacense), de madera y de hueso, así como una industria textil rudimentaria. Sin embargo, un cambio climático dio al traste con esta forma de vida: el fin de la última glaciación condujo a una mayor sequedad y a que en Oriente Próximo el mar inundase grandes zonas terrestres. Los humanos para sobrevivir tuvieron que volverse sedentarios; así surgió la agricultura y con ella un aumento de las proporciones del grupo social (la ciudad), una cultura material desarrollada en la que aparecen la cerámica y el arte (magdaleniense), así como la religión y los ritos funerarios. Es la cultura de la cueva de Altamira y, ya con la invención de la escritura, la de los primeros imperios mesopotámicos.
2.2.4 Lenguaje, arte, religión, escritura
Estos fenómenos tienen un enorme interés histórico y arqueológico, pero aquí sólo los valoraremos en relación con el lenguaje. Los planteamientos biológicos que hemos examinado arriba se apoyan en datos anatómicos o neurológicos que sólo pueden hablarnos de la forma del lenguaje, pero no de su contenido. Quiere decirse que el canal vocal se usa para hablar, pero también se puede usar para recitar la tabla de multiplicar y algo parecido cabe afirmar de los circuitos neuronales. Al fin y al cabo, el lenguaje no es lo único que nos diferencia de los animales, tampoco estos saben sumar las cuentas de la compra, aunque nuestro perro sea muy hábil al traernos el periódico en la boca y llevarle la cantidad exacta al quiosquero. El planteamiento culturalista que estamos examinando ahora fija su atención en el hecho de que el lenguaje, por su contenido, se caracteriza por ser simbólico. Naturalmente los símbolos del lenguaje hablado no dejan huella, de manera que tenemos que esperar hasta el surgimiento de la escritura, hace cinco mil años, para toparnos con las primeras muestras lingüísticas. Sin embargo, el arte, la religión o los adornos indumentarios también manejan símbolos.
Hay toda una corriente de pensamiento que, desde Cassirer (1923-1929), se ocupa del surgimiento de los símbolos como manifestación de las capacidades humanas y considera que el lenguaje forma parte de las mismas, sin que sea necesario atribuirlo a ningún módulo mental específico. En este sentido son de destacar investigaciones recientes sobre las pinturas de Altamira y de Lascaux que muestran cómo hay una serie de esquemas de acción (Agente-Paciente, Instrumento-Objeto, etc.), los cuales subyacen a la fabricación de instrumentos y a las representaciones plásticas de índole mágica o funeraria. El lenguaje, en sus primeras fases, tuvo que acomodarse -se afirma- a estas formas primigenias de simbolización. Ello explicaría, por ejemplo, que las estructuras predicativas básicas (los esquemas actanciales) sean comunes a todas las lenguas, mientras que otras propiedades (flexión, orden de palabras) diverjan notablemente de unos idiomas a otros.
2.3 El origen del lenguaje
Tanto si se adopta la perspectiva biologista como si se prefiere la cultura-lista, lo cierto es que el lenguaje o, mejor dicho, la facultad que nos permite hablar, es una característica exclusiva de la especie humana que necesariamente debe estar codificada en nuestro genoma. Esta postura se suele considerar consustancial a los planteamientos formalistas, como el de Chomsky (1975, 1988) para quien la facultad del lenguaje es innata. Con todo, no hay contradicción entre el planteamiento culturalista y el innatismo: se puede ser partidario de la hipótesis de que el lenguaje es una creación cultural, sin dejar de reconocer por ello que la especie humana se terminó adaptando a la misma y que hoy cualquier pareja transmite esta capacidad a sus descendientes. Realmente parece difícil atribuir la adquisición del lenguaje por los niños a la mera acción de su inteligencia general inespecífica –la misma que les sirve para aprender solfeo o para hacer ecuaciones de segundo grado–, y ello por varias y buenas razones:
a)Todos los seres humanos normales poseen lenguaje y sólo los seres humanos lo poseen. El lenguaje es una condición necesaria y suficiente para que se pueda hablar de ser humano. El hombre no es ni un animal racional (los delfines tienen inteligencia), ni un animal social (las hormigas viven en sociedad), sino un animal lingüístico, es el homo loquens.
b)Argumento de uniformidad: todas las lenguas revisten idéntico grado de complejidad, la cultura de las sociedades que se sirven de ellas no es determinante.
c) La lengua materna se adquiere en un periodo crítico (entre los 2 y los 10 años) con unos auxilios exteriores claramente insuficientes en relación a su complejidad: es el llamado argumento de la pobreza del estímulo. Además, aunque las distintas culturas varíen en relación con la ayuda prestada por los adultos (el llamado maternés), el resultado es siempre el mismo.
d) El argumento de la disociabilidad. El lenguaje y la cognición son disociables: puede estar afectado el primero y no la segunda (como en las afasias) o al revés (como en muchas enfermedades mentales).
e) Los niños adquieren el lenguaje siguiendo fases o etapas muy parecidas en todos ellos y en todas las lenguas. Este desarrollo prefijado es típico de las capacidades genéticas, como el volar en las aves.
f) Los enunciados lingüísticos tienen una estructura jerárquica formal que no resulta inmediatamente de la cadena lineal, la cual la enmascara. Es el argumento de la estructura latente. A pesar de ello, los niños infieren dicha estructura con notable habilidad, habilidad que no demuestran para captar otras secuencias estructurales más simples, como la estructura tonal de las canciones, por ejemplo.
g)Y lo más importante de todo, la gratuidad: dichas estructuras formales carecen de justificación funcional.
El problema es que la indubitable capacitación de los seres humanos para el lenguaje se compagina mal con la teoría de la evolución, pues esta supone cambios suaves y graduales que exigen millones de años, mientras que el lenguaje, como hemos visto, se nos presenta en todo su esplendor en un periodo brevísimo.
2.3.1 La hipótesis adaptacionista: los darwinistas
Lo más sencillo sería suponer que cada generación va incorporando al genoma los logros de la generación anterior: en una generación se incorporarían las estructuras predicativas, en otra, los tiempos verbales, en la siguiente, el género nominal, etc. Así es, en efecto, como aprendemos las segundas lenguas y también la lengua materna, a base de ir complicando progresivamente un esquema más simple. Por desgracia, este planteamiento constituye una grave herejía para la teoría de Darwin: el lamarckismo. Lamarck, un contemporáneo de Darwin, supuso que los caracteres adquiridos pueden heredarse, esto es, que si aprendo a tocar el piano, mi hijo nacerá sabiendo tocarlo ya. Como es obvio, dicho supuesto es falso y hay que buscar una explicación diferente.
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