El primer proyecto no parece muy prometedor. El pueblo cree que los gastos de educación competen al Estado, y el Estado, por su parte, gasta todo en la guerra, amén de que los gobernantes deberían introducir reformas constitucionales, pero es difícil que lo hagan, porque son hombres y han sido educados según el momento presente, y no para el futuro. La Providencia podría sin duda impulsar a los hombres a progresar, pero, en lo que respecta a los hombres mismos, no les cabe sino ejercer la sabiduría negativa de «hacer desaparecer el obstáculo más grande a la moralidad, que es la guerra», haciéndola cada vez más humana, después menos frecuente, hasta acabar con ella en una Constitución republicana. 23El modo de asegurar la paz es aspirar a una situación cosmopolita (kosmopolitischer Zustand). De lo que puede concluirse que la idea regulativa de la paz perpetua y el cosmopolitismo están intrínsecamente ligados en la filosofía kantiana, e incluso que es la paz la que hace atractivo el cosmopolitismo.
4. ¿REPÚBLICA MUNDIAL O CONFEDERACIÓN DE ESTADOS?
Para acceder a ese estado cosmopolita Kant duda entre dos caminos, que aparecen reiteradamente a lo largo de las obras mencionadas y han sido comentados por sus intérpretes. Si Kant daba prioridad a alguno de estos dos caminos es cuestión no resuelta; existe una clara división de opiniones.
1) El primero de estos caminos es el de un federalismo de Estados libres (Föderalism freier Staaten) o federación pacífica (Friedensbund) de Estados. En este punto conviene introducir una precisión, distinguiendo entre un simple «tratado de paz» (pactum pacis), que tiene por meta poner fin a una sola guerra, y una «federación pacífica» (foedus pacificum), cuyo objetivo es poner fin a todas las guerras. 24En una federación de Estados cada uno de ellos es dueño de su soberanía y establece vínculos revisables con los restantes. El proceso de humanización consiste en seguir los pasos señalados en los tres primeros artículos definitivos de La paz perpetua y en las tres partes del «Derecho Público» de La metafísica de las costumbres.
En primer lugar, cada Estado debe asumir la forma de una Constitución republicana, según los principios de la libertad de los miembros de la sociedad en cuanto hombres, la dependencia de todos respecto a una única legislación común, en cuanto súbditos, y la igualdad de todos los súbditos, en cuanto ciudadanos. Y debe asumirla porque «es la única que deriva del contrato originario». 25En segundo lugar, cada Estado republicano debe intentar que los demás Estados se republicanicen asimismo, porque es la única garantía de que no serán agresivos, y contraerán vínculos entre sí que les permitan eludir la guerra interna y externamente. 26En un Estado republicano es el pueblo quien debe tomar las decisiones sobre la participación en la guerra, y con toda seguridad el pueblo se negará a votar a favor de la guerra. Los Estados republicanos podrán establecer vínculos entre sí y formar una federación pacífica. Por último, cualquier ciudadano tendrá derecho a desplazarse a otro territorio, que tendrá con él un deber de hospitalidad. 27El soberano bien político se realizará cuando todos los Estados se republicanicen y unan sus voluntades en una «Sociedad de Naciones», con el fin de acabar con todas las guerras.
2) El segundo camino para establecer una paz perpetua consistiría en construir un Estado de naciones (Völkerstaat) o, más concretamente, una república mundial (Weltrepublik), con un soberanía global. 28De la misma forma que las personas deben ingresar en una comunidad política mediante pacto para evitar la guerra y hacer posible el ejercicio de la libertad, los Estados deberían ingresar en una comunidad política universal, dotada de una constitución universal, que garantizaría jurídicamente una paz duradera.
Ciertamente, en las obras kantianas de filosofía política aparecen textos que abonan la defensa de ambas posiciones, de ahí que los estudiosos de Kant convencidos de que daba prioridad a una de las dos propuestas aducen los textos que la apoyan, junto a otras razones, como las siguientes.
La primera de las propuestas, la de que el soberano bien político se realizará cuando todos los Estados se republicanicen y una sus voluntades en una Sociedad de Naciones, viene avalada por una gran cantidad de textos, como los siguientes:
3) es necesario un pacto de naciones –según la idea de un contrato social orginario– de no inmiscuirse mutuamente) en sus conflictos domésticos, pero sí protegerse frente a los ataques de los enemigos externos; 4) sin embargo, la confederación no debería contar con ningún poder soberano (como en una constitución civil), sino sólo con una sociedad cooperativa (federación): una alianza que puede rescindirse en cualquier momento y que, por tanto, ha de renovarse de tiempo en tiempo –un derecho in subsidium de otro originario, consistente en defenderse mutuamente de caer en el estado de guerra efectiva. 29
Pero como también la segunda propuesta puede apoyarse con textos abundantes, otras razones a favor de la primera serían las siguientes.
1) Un Estado tiene individualidad y la soberanía constituye justamente su personalidad moral. El Estado es una sociedad de hombres sobre la que nadie más que ella puede mandar y disponer, es una persona moral, nacida del contrato originario, legitimada para establecer vínculos con otros Estados, pero que perdería su personalidad moral si hiciera dejación de su soberanía. Cualquier poder político superior al de los Estados nacionales privaría a éstos de su soberanía. La soberanía, por su propia naturaleza, es ilimitada e indivisa.
2) Por otra parte, sería difícil evitar que un poder supranacional fuera despótico. Todas las constituciones pueden ser o despóticas o republicanas. En las primeras el poder soberano no reside en el pueblo, o bien en ellas el poder ejecutivo y el judicial no son delegados. En la constitución republicana la soberanía reside en el pueblo. Y es difícil que un poder superior a los Estados no se hiciera despótico.
La segunda propuesta, la de la república universal, puede apoyarse en texto tan rotundos como el siguiente, que pertenece a El conflicto de las facultades, de 1798.
La idea de una Constitución (Constitution) concordante con el derecho natural de los hombres, a saber, que los que obedecen a la ley al mismo tiempo deben, reunidos, legislar, se encuentra en la base de todas las formas de Estado, y la comunidad concebida conforme a ella por puros conceptos racionales, a la que se denomina un ideal platónico (republica noumenon), no es una vana quimera, sino la norma eterna para toda Constitución civil en general y que aleja toda guerra. Una sociedad civil organizada conforme a esta Constitución es la representación de la misma según las leyes de la libertad por medio de un ejemplo de la experiencia (respublica phaenomenon) y sólo puede ser lograda con trabajo, después de múltiples hostilidades y guerras, pero su Constitución, una vez adquirida im Grossen se califica como la mejor entre todas para alejar la guerra, destructora de todo bien; por consiguiente, es una obligación afiliarse a una sociedad tal. 30
Las razones que abonan la primacía de esta línea de acción para lograr una paz duradera serían las siguientes:
1) Es la que mejor desarrolla la idea contenida en el Derecho Público en su conjunto, en la medida en que el contrato originario para ingresar en un Estado jurídico es un deber moral y obedecerlo es el único modo de garantizar lo mío y lo tuyo judicialmente, perentoriamente, y no sólo de una manera provisional; pero la seguridad sigue siendo inexistente si los pueblos se encuentran entre sí en estado de naturaleza, por eso es igualmente una obligación transitar a una situación legal, en la que lo tuyo y lo mío entre los Estados quede garantizado de forma perentoria y no sólo provisional. 31El tránsito a una república mundial parece, por tanto, obligatorio desde su germen en el contrato originario.
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