1 ...6 7 8 10 11 12 ...32 La conclusión debería ser muy evidente a partir de este análisis: no considero que el modo feudal, o incluso la formación social feudal, sea una síntesis entre lo romano y lo germano, como dirían Anderson y otros, e incluso como lo dijeron en más de una ocasión Marx y Engels. La cultura y los valores de comienzos de la Edad Media estaban profundamente influenciados por los germanos –la ideología de señorío, por ejemplo, terminó en el vasallaje; pero ése es un asunto completamente diferente. El feudalismo estaba ya presente en el Imperio Romano como un sistema económico subsidiario mucho antes de que llegaran los germanos, y en la medida en que los invasores germanos tuvieron cosas tales como una aristocracia basada en la tierra, éstas se produjeron en gran parte por la influencia romana. La sociedad germana tradicional había sido antes cuasi igualitaria, con elementos comunales que persistieron largo tiempo; Marx lo llama a veces modo germánico y ciertamente fue un modo definible dentro del conjunto de sistemas no jerarquizados inadecuadamente analizados por Marx, que él llamó comunismo primitivo , aunque llamarlo germánico es probablemente demasiado restrictivo –de hecho, las comunidades más marginales de gran parte del suroeste de Europa mantuvieron una estructura cuasi igualitaria similar, centrada en alguna forma de propiedad comunal hasta bien entrado el período medieval. 26 Pero el modo de producción feudal y las relaciones sociales feudales no surgieron de aquí; sólo algunos de los aspectos institucionales del Estado feudal y de su ideología tuvieron alguna influencia suya –la relación entre el Estado y el campesinado libre, por ejemplo. La pervivencia económica del modo germánico en zonas del Imperio donde parece que los campesinos germanos se habían asentado en masa –la Inglaterra anglosajona, Renania y (probablemente) Baviera– sólo añadió un modo subsidiario a la formación social feudal, que ya tenía la supremacía en todas estas áreas en el 500 o un poco después; y desde la sólida base territorial de las antiguas provincias romanas el feudalismo se extendió lentamente dentro de la antigua «Germania libre» ( Francia orientalis y Sajonia) y eventualmente (pero mucho menos completamente y con un desarrollo genuino independiente) en Escandinavia. Todo lo que la victoria del feudalismo y el fin de la fiscalidad significan en este contexto es que por todas partes comunidades campesinas sin una propiedad de la tierra significativamente importante (esto es, comunidades que habían pagado antiguamente impuestos y por tanto formaban parte del modo antiguo) volvieron a los sistemas económicos preexistentes no explotadores; estos sistemas, faltos de cualquier forma de tenencia dependiente, aún no estaban englobados en el modo de producción feudal. Las comunidades campesinas de este tipo, germanas y no germanas, sobrevivieron al lado del modo feudal, aunque subordinadas a él en la formación social en su conjunto, mientras tuvieron la fuerza local para hacerlo, y la tuvieron durante muchos siglos. 27
III
La base empírica de lo anterior es bien conocida por quienes han estudiado el período, incluso superficialmente, tanto marxistas como no marxistas. Lo que me ha preocupado ha sido centrar el debate en la importancia crucial de la extracción del excedente y en el poder de imposición del Estado, para caracterizar la estructura socioeconómica global del período. A este respecto, es literalmente cierto que la crisis del Estado es la crisis del mundo antiguo. Cuando los mecanismos de tributación se derrumbaron, las columnas cedieron y el frontón se rompió y cayó; apenas podemos ver los siglos V y VI a causa del polvo. Los estados que siguieron que no estaban basados en la fiscalidad, como el Estado lombardo en Italia y el Estado carolingio en Francia , 28 eran totalmente diferentes, basados esencialmente en la propiedad de la tierra más que en la imposición de tributos, con relaciones respecto a su aristocracia y campesinado crucialmente diferentes. La ausencia de tributación rompió la continuidad global de las funciones del Estado desde el período romano; todo lo que permaneció fueron valores e imágenes. He abordado las implicaciones italianas en otro lugar; 29 aquí, como antes, me referiré más a los ejemplos francos.
La herencia del Imperio se ve más claramente en la historia de la ideología del Estado hasta el siglo XI, tanto en el nivel local como en el nacional. En el plano local está mejor representada por la historia de la ciudad. La ciudad bajo el Imperio fue una fuerza real de atracción a causa de su papel en la recaudación de tributos, y el centro urbano tardorromano de la aristocracia y de los valores aristocráticos surgió de aquí. Cuando la tributación dejó de existir, las ciudades actuaron como centros sólo por motivos ideológicos. Los obispos, herederos conscientes de la tradición romana, vivieron en ellas en todas partes; esto, al menos, tuvo como resultado una cierta persistencia de la actividad administrativa. Los aristócratas también pudieron elegir seguir viviendo en las ciudades y centrar sus rivalidades políticas en un escenario urbano; si lo hicieron, las ciudades conservaron su importancia político-administrativa y comercial (o gran parte de ella), a menudo hasta el despegue comercial de los siglos X y XI. Pero la aristocracia sólo eligió actuar así en algunas zonas de Occidente: en Italia, sur de la Galia y sur y este de Hispania. Tal elección es con mayor o menor exactitud un índice de la romanización completa de una zona: nunca totalmente alcanzada al norte del Loira, casi inexistente al norte de los Alpes y en Gran Bretaña, pero casi completa en zonas donde el recuerdo de Roma era la piedra de toque de su autoidentificación. 30 La posibilidad de construir o no construir una plena sociedad urbana mediante tal elección subraya el carácter ideológico en última instancia, aunque también muestra cuánto peso institucional puede tener con frecuencia la ideología.
El peso institucional de la ideología se manifestó de modo más importante en el nivel del gobierno central. No hay duda de las implicaciones y ambiciones públicas del Estado carolingio, y de la hegemonía, ampliamente difundida, de su cometido central en su momento culminante bajo Carlomagno y también bajo su hijo Luis el Piadoso, a finales del siglo VIII y comienzos del IX, puesto de relieve por el notable impacto educativo y propagandístico del Renacimiento carolingio y puede añadirse que alimentado por la riqueza casi romana de los reyes en el momento de sus más grandes éxitos militares. Este cometido, el sentido de la naturaleza pública del Estado, de los funcionarios, de la responsabilidad política, es casi puramente romano, y dice mucho a favor de la autoridad residual de los merovingios y del recuerdo del poder regio de los francos en el siglo VI (al igual que la fuerza de los valores romanos en la Iglesia), que pudo haber sobrevivido en la Galia romanogermana del norte, de entre todos los lugares, e incluso extendido su influencia a la Inglaterra anglosajona. (Los lombardos lo mantuvieron también con poca dificultad, y en todo el Imperio carolingio estuvo más firmemente arraigado en Italia.) La única característica germánica de su Estado (e incluso ésta tenía elementos romanos) fueron sus lazos conscientes con todos los hombres libres del reino, descendientes nominalmente de los guerreros asentados en los siglos V y VI; esto fue ciertamente clave para la legitimidad del Estado, pero no para la concepción de sus funciones. El Estado carolingio obtuvo una amplia aceptación de sus aristocracias en el momento de su máximo éxito y también de modo sorprendente mucho después. 31 Pero este éxito dependía directamente de tal aceptación. Cuando el Estado tardorromano perdió su aceptación, a la larga se desmoronó, pero el proceso estuvo en marcha mucho tiempo y estuvo muy mediatizado, pues el Estado se basaba en un proceso económico directo de extracción del excedente. El Estado carolingio, sin embargo, se basaba en la tierra, como ocurría con las clases superiores; el poder económico personal de un noble carolingio se fundamentaba así exactamente en la misma base que el de su rey. El único camino de los reyes para poder ejercer su poder era obtener y confiar en la lealtad de la aristocracia: tenían que comprarla. Al principio podían hacerlo a cambio de los oficios, que aún proporcionaban un buen estatus a los aristócratas, y de tierra; pero de modo creciente, cuando las continuas guerras de los siglos VIII al X socavaron una vez más la hegemonía de los reyes, con tierra sobre todo. En el norte de Francia ésta la tenían condicionadamente, «feudalmente», con las obligaciones personales que les vinculaban y tenían una fuerza moral legítima; en Italia y en otras partes la tierra era concedida a menudo de manera plena o arrendada –la distinción no nos importa aquí. Pero el Estado perdía cada vez más tierra, y, por tanto, más poder. Se puede añadir que perdía al mismo tiempo sus lazos con el campesinado, puesto que las obligaciones militares tendían a limitarse a las clientelas aristocráticas. Cuando la aristocracia perdió su interés por el Estado, éste simplemente desapareció. En la crisis final del Estado, digamos en el siglo XI en Francia, lo público se disolvió en lo privado tanto en el plano político-ideológico como en el económico. La tradición romanocarolingia de los poderes y las responsabilidades del Estado desapareció o se transformó en algo nuevo: el sistema privatizado o contractual basado en el señorío personal que tradicionalmente se denomina «feudovasallático» o simplemente «feudal».
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