1 ...7 8 9 11 12 13 ...32 No podemos proseguir estos temas aquí, pero debe destacarse que es muy fácil equivocarse al ver todos estos procesos como teleológicos, si se considera el feudalismo militar «completamente formado» y los señoríos como el resultado lógico e inevitable de las relaciones económicas basadas en la propiedad privada (con la usual adición de la supuesta similitud en la estructura de dos relaciones de dependencia distintas, vasallaje y servidumbre). Creo que incluso Bloch pensaba esto, y Anderson cae en la trampa cuando identifica el norte de Francia como el centro de la «síntesis ponderada», que «generó el feudalismo más rápida y completamente y le proporcionó su forma clásica». 32 «Clásica» o no, la experiencia del norte de Francia estuvo lejos de ser universal. Los italianos, que vieron que su Estado «nacional» se desvanecía, incluso más rápidamente que el francés, en un mundo de lealtades privadas, mantuvieron su ideología pública en las ciudades hasta su florecimiento en el período comunal. Y aunque es muy probable, como apuntaba Jan Dhondt, que el modo feudal no pudiera soportar a la larga una unidad política tan extensa geográficamente como el Imperio carolingio, ciertamente no era necesaria la extinción de todo poder político; Normandía y la Inglaterra normanda, tan «feudovasalláticas» como cualquier otra sociedad, muestran un poder político no disminuido, que ciertamente tiene raíces carolingias (y anglosajonas), aunque los modos de expresión hubiesen cambiado. Sin embargo, el punto que prefiero destacar es diferente. Cada una de las numerosas unidades políticas diminutas del período poscarolingio tuvo un equilibrio diferente de ideología y poder –público o privado, romanocarolingio o contractual, centralizado o señorializado–, y hay que explicar cada una; pero en último término, las diferencias entre ellas, e incluso entre ellas y cualquiera de los otros sistemas de la Europa medieval cristiana occidental, son una cuestión de superestructura. Según las definiciones utilizadas en este artículo, todas eran feudales, pues todas se basaban en la política y la economía de la posesión de tierra, expresada en sus diferentes formas. 33
Es posible, incluso probable, que el principal grupo social que se benefició de la caída del Estado romano y de la transición a la sociedad feudal fuera el campesinado. No fue, de ninguna manera, la aristocracia romana; los nuevos estados germánicos tenían sus propias aristocracias étnicas. Algunas familias romanas cambiaron sus nombres y comenzaron a mandar ejércitos –es decir, se hicieron germanas; pero la mayoría quedaron políticamente marginadas, con la notable excepción de las del sur de Francia, seguramente el área menos germanizada dentro de los estados-sucesores, en la que las aristocracias romanas mantuvieron su hegemonía durante muchos siglos. El fin del Estado romano se hallaba en los intereses a largo plazo de la aristocracia como clase; pero no siempre en los intereses individuales de las familias implicadas en su desintegración. Sin embargo, el campesinado estaría, casi con seguridad, mucho mejor; los mecanismos de extracción del excedente fueron en los siglos VII y VIII menos eficientes de lo que lo habían sido en el siglo IV. La percepción de la renta en el Imperio estaba condicionada por el hecho de que el impuesto se llevaba gran parte del excedente: la aristocracia necesitaba tiempo para alcanzar las posibilidades originadas por la ausencia del impuesto. Esta afirmación, hay que decirlo, es totalmente especulativa; pero nos llevaría mucho tiempo explicar la aparente pobreza de la aristocracia altomedieval –e incluso, a veces, de los reyes. El pueblo construía edificios más pequeños y más toscos, vestía ropas más sencillas, compraba muy pocos artículos de lujo de Oriente. No creo que esto pueda explicarse, como se hace a menudo, por la idea de que los campesinos producían excedentes menores que bajo el Imperio; no ha existido nunca mecanismo económico o social que pueda explicar por qué los cambios políticos pueden producir una caída productiva permanente por parte de un campesinado basado en la subsistencia. Lo que debió de suceder es que los campesinos conservaron más para ellos mismos. Y la no insignificante clase de propietarios campesinos, que había sobrevivido a las guerras y al patrocinio del siglo V, se encontró con que se le exigía muy poco excedente; a cambio de ello, los francos y los visigodos, al menos, esperaban que sirvieran en sus ejércitos. Tales campesinos sobrevivieron junto a, o a menudo entre, los tenentes de los dominios feudales de los siglos VI al VIII. Puede que solo en el período carolingio –de hecho un período de amplia afirmación del poder aristocrático, junto a un debilitamiento del cometido campesino en el ejército, que era la defensa política más fuerte de aquel– se diera el paso principal en la extensión de las relaciones sociales feudales a casi todo el mundo en la sociedad, con el sometimiento a gran escala y la expropiación de los campesinos por la aristocracia. 34
Fue también en el período carolingio cuando la mayor parte de Europa asistió a un importante debilitamiento de lo que aún quedaba del antiguo concepto de esclavitud. La problemática de la transición de la esclavitud a la servidumbre dominical mediante la práctica de las prestaciones de trabajo, se ha visto tradicionalmente como una característica básica del origen del modo feudal; como ya debería estar claro a estas alturas, me parece que es marginal. El modo feudal englobó a todos los tenentes altomedievales, libres o no libres, pagasen renta o hiciesen prestaciones de trabajo (lo que es en realidad simplemente una forma de renta, aunque estuviese más bajo el control del gran propietario que en el caso de la renta en especie o en dinero). Pero, de hecho, la idea de la prestación de trabajo como institución semiservil a medio camino entre la explotación esclavista y el pago de renta feudal no es, está claro, ni siquiera empíricamente válida. Su lógica histórica tiene una cierta belleza inexorable; desafortunadamente, no sucedió así. Cuando los romanos abandonaron el modo esclavista, pasaron directamente a los tenentes que pagaban renta. (Las alusiones a las corveas se refieren a obligaciones triviales, y limitadas a África: quizá fueran versiones de las corveas públicas requeridas por el Estado.) Solamente un texto temprano hace referencia a fuertes prestaciones de trabajo, un papiro de Padua de mediados del siglo VI; la prestación de trabajo pervivió en zonas del norte de Italia hasta el siglo X, y desde aquí, o de cualquier otro modo, pasó a zonas del sur de Germania a principios del siglo VIII y al norte de Francia, patria del clásico «sistema dominical» bipartito de los polípticos, a finales del siglo VIII y comienzos del IX. En otras partes, durante todo el período altomedieval las prestaciones de trabajo eran raras y generalmente insignificantes, como han demostrado una serie de recientes estudios sobre el sur de Francia. Por entonces, había de nuevo muchos esclavos en la tierra, gracias a las guerras de los siglos V y VI, pero la mayor parte de ellos eran simplemente tenentes y tampoco debían realizar prestaciones de trabajo. Sólo queda por resolver en este contexto un problema principal del análisis: el hecho de que la división binaria entre reserva y tenencias parece que es anterior a las prestaciones de trabajo. Se dice que las villas merovingias de los siglos VI y VII tenían reservas cultivadas directamente por esclavos, independientemente de los tenentes libres que pagaban renta. (También hubo dominios en el noroeste de España en el siglo X.) Estas reservas pudieron representar incluso una débil supervivencia del modo esclavista, englobada en las relaciones características del feudalismo. De manera creciente, sin embargo, parece que se ha exagerado el tamaño y a veces incluso la existencia de estas reservas; las que no eran suficientemente pequeñas como para ser cultivadas por unas pocas familias de esclavos como una especie de «granja familiar», pudieron haber estado divididas en realidad con frecuencia en tenencias serviles. En las áreas, sobre todo en el sur de Europa, donde la prestación de trabajo fue rara o desconocida, el estatus de esclavo era ya sólo una categoría legal, si bien comportaba rentas más pesadas; en el período carolingio fue innecesaria, y desapareció durante los siglos IX y X. En zonas donde la prestación de trabajo fue importante, principalmente en el norte (aunque incluyendo la llanura del Po), el variable concepto de «dependencia servil» pasó a tener alguna relación con la prestación de trabajo, y el principio de que los siervos eran legalmente no libres perduró tanto como las prestaciones de trabajo, a veces hasta finales de la Edad Media (en Inglaterra), o mucho más (en Europa oriental). Es esto lo que ha llevado a la identificación tradicional de los dos tipos por parte de los historiadores; pero la servidumbre es un rasgo nuevo y no puede ser vista antes del siglo IX aproximadamente. Los tenentes de la Alta Edad Media en realidad debieron descender con más frecuencia de los coloni tardorromanos y de los campesinos libres que de los esclavos. 35
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