Trato este problema con más detalle en otro lugar, pero quizá deberían exponerse aquí unos pocos aspectos como conclusión. El primero es que imaginar estos sistemas orientales incluidos en la categoría marxista tradicional del modo asiático es totalmente inútil; la categoría es completamente inadecuada. Además, decir que los sistemas orientales son de un modo distinto al de Roma me parece que es una distinción demasiado grande. Samir Amin ha reformulado recientemente este modo como un «modo tributario», una idea que tiene una considerable serie de posibilidades; y no es la menor la de considerar que el modo tiene varios subtipos, uno de los cuales sería el modo antiguo. El desplazamiento de las ciudades se justificaría simplemente por el paso de un subtipo a otro del «modo tributario». ¿Volvemos a coleccionar mariposas? Creo que no, por dos razones. Primera, porque tal formulación restablece algo que estamos bastante inclinados a olvidar: que Europa es uno de los extremos de una gran masa continental, con algunas sociedades evidentemente sofisticadas en ella. Es inútil suponer que cada uno de los sistemas económicos de Eurasia tuvo una morfología completamente independiente hasta que el capitalismo los suprimió todos. El «modo tributario» de Amin nos centra en un denominador común desde Roma hasta China, la tributación, que, debemos reconocerlo, coexistió siempre con instituciones bien enraizadas y antagónicas de posesión de la tierra. Segunda, la formulación da un énfasis total a las características específicas y cruciales del modo antiguo: su dependencia de la estructura de la relación ciudad-campo y el dominio de la primera sobre el segundo. Hemos visto la importancia básica de esta relación en cómo funcionaba el Imperio Romano. La descentralización del Imperio a través de las ciudades debe verse más como una presuposición básica en el análisis de su desintegración final, al menos en Occidente, algo que en el contexto euroasiático parece haber sido realmente inusual. Los imperios de Asia tuvieron a este respecto una estabilidad más duradera, pues las dinastías reemplazan a las dinastías a lo largo del tiempo. En Occidente, Europa se enfrentó con las degradaciones, pero también las posibilidades, del feudalismo. 38
Traducción de Ángel Martín y Carlos Estepa
NOTA ADICIONAL
Nota 11. Para la propiedad, véase, como texto básico que inexplicablemente no cité en el artículo original, L. Cracco Ruggini, Economia e società nell’Italia annonaria (Milán, 1961). Y también los artículos más recientes de Domenico Vera, «Strutture agrarie e strutture patrimoniali nella tarda antichità», Opus , II (1983), pp. 489-533; «Forme e funzioni della rendita fondiaria nella tarda antichità», en A. Giardina, ed., Società romana e impero tardoantico (Roma, 1986), t. I, pp. 367-447; «Aristocrazia romana ed economie provinciali nell’Italia tardoantica: il caso siciliano», Quaderni Catanesi , X (1988), pp. 115-172; «Conductores domus nostrae, conductores privatorum. Concentrazione fondiaria e redistribuzione della ricchezza nell’Africa tardoantica», en M. Christol et al., eds., Institutions, société et vie politique dans l’empire romain au IV e siècle ap. J.-C. (Roma, 1992), pp. 465-490; «Schiavitù rurale. Colonato e trasformazioni agrarie nell’Italia imperiale», en prensa. También debería citar aquí el nuevo y notable libro de Dominic Rathbone sobre Egipto, Economic Rationalism and Rural Society in Third-century AD Egypt (Cambridge, 1991).
Nota 18. No tengo muy claro ahora por qué cité a Canudos, salvo porque la historia de este efímero estado mesiánico (1895-97) fue un acontecimiento fascinante en sí mismo. Ya que lo hice, debo añadir como bibliografía M. I. Pereira de Queiroz, O messianismo no Brasil e no mundo (2.ª ed., São Paulo, 1977); G. Marotti, Canudos. Storia di una guerra (Roma, 1978); y, por supuesto, Euclides da Cunha, Os sertões (varias ediciones: 1.ª ed., São Paulo, 1902). Sobre los Bacaudae , véanse además las diferentes opiniones de R. Van Dam, Leadership and Community in Late Antique Gaul (Londres, 1985), pp. 9-56; J. F. Drinkwater, «The Bacaudae of fifth-century Gaul», en ídem, y H. Elton, eds., Fifth-century Gaul: a Crisis of Identity? (Cambridge, 1992), pp. 208-217.
Nota 20. Sobre la política de la Galia, véanse modélicos estudios de caso en Van Dam, Leadership and Community , y la estimulante colección de artículos publicada por Drinkwater y Elton, Fifth-century Gaul , citados ambos en la nota anterior. Este último, aunque evita en gran medida los temas fiscales, me parece que, en conjunto, apoya mi visión general, en contra de algunos de los textos citados en la nota siguiente. Sobre las relaciones romano-visigodas, véase H. Wolfram, History of the Goths (Berkeley, 1988), pp. 170-190; P. Heather, Goths and Romans 332-489 (Oxford, 1981), pp. 213-224. Sobre la aristocracia romana, S. J. B. Barnish, «Transformation and survival in the western senatorial aristocracy, c. A.D. 400-700», Papers of the British School at Rome , LVI (1988), pp. 120-155.
Nota 21. Este tema ha sido ampliamente discutido en los últimos años. Los críticos de Goffart incluyen a M. Cesa, «Hospitalitas o altre “techniques of accommodation”?», Archivio Storico Italiano , CXL (1982), pp. 539-552; S. J. Barnish, «Taxation, land and barbarian settlement in the western empire», Papers of the British School at Rome , LIV (1986), pp. 170-195. Los favorables incluyen a Wolfram, Goths (véase n. 20), pp. 222-226, 295-300; M. F. Hendy, «From Public to Private», Viator , XIX (1988), pp. 29-78; J. Durliat, Les finances publiques de Dioclétien aux Carolingiens (284-888) (Sigmaringen, 1990); y véase la contribución anterior de Durliat y la replica de Goffart a sus críticos en H. Wolfram y A. Schwarcz, eds., Anerkennung und Integration (Viena, 1988), y mi propia crítica a Durliat, «La chute de Rome n’aura pas lieu», Le Moyen Âge , XCIX (1993), pp. 107-126. Sigo concluyendo, leyendo estos argumentos, que el siglo V fue el periodo crucial para el colapso de la fiscalidad, al menos en la Galia y probablemente en España, aunque la manera en que colapsó requiere un análisis más riguroso que el que tuve espacio para dar –podría haberse entendido originalmente que los visigodos, digamos, se habrían asentado como propone Goffart, si bien los procedimientos se descompondrían muy pronto–. En general, cualquiera que desee argumentar una continuidad fiscal y administrativa a gran escala a lo largo del periodo de las invasiones bárbaras debe poder explicar cómo se pudieron mantener, dada la confusión militar y política del periodo –aun cuando, evidentemente, los reinos germánicos mantuvieron tantas tradiciones gubernamentales romanas como pudieron (véase la reciente obra de P. S. Barnwell, Emperor, Prefects and Kings (Londres, 1992).
Nota 26. Un reciente e importante análisis de la España septentrional es el de J. M. Mínguez, «Ruptura social e implantación del feudalismo en el Noroeste peninsular (siglos VIII-X)», Studia Historica. Historia Medieval , III (1985), pp. 7-32.
Nota 29. Para la Galia, véase Van Dam, Leadership and Community (como en la nota adicional 18). Exactamente cuán «urbanas» continuaron siendo las ciudades es un tema que solo se puede resolver arqueológicamente. Véase, para Italia, el capítulo 4 de este libro. Un reciente estudio de la Galia meridional que merece ser citado es el de S. Loseby, «Marseille: a late Antique success story», Journal of Roman Studies , LXXXII (1992), pp. 165-185. No conozco ninguna síntesis arqueológica actualizada para la Galia tardo- y post-romana, aunque se podría escribir una; Simon Esmonde-Cleary está preparando un estudio sobre este tema.
Читать дальше