Los marxistas, cualquiera que sea su punto de vista, no han dudado nunca de que los cambios principales en la estructura económica de la sociedad están mediatizados por la lucha de clases, entre las clases dependientes de la vieja estructura y las dependientes de la nueva. Los aristócratas que evadían impuestos no eran los héroes más simpáticos de esta lucha. Tales aristócratas fueron, en efecto, protagonistas, pero no los únicos. Sus intereses habrían sido sólo marginales de no ser por la intervención del campesinado. Por supuesto que el campesinado no podía tener mucha simpatía por el Estado tardorromano. Pero todavía les resultaba imposible tener una concepción de cómo podría ser la vida sin él. Hubo relativamente pocas revueltas campesinas inequívocas en el Bajo Imperio: todas, lo que es interesante, tuvieron lugar en el norte de la Galia y en el norte de Hispania, donde un campesinado independiente (quizá con alguna organización colectiva superviviente) fue probablemente relativamente fuerte. Tales revueltas, llevadas a cabo por grupos que los romanos generalmente denominaban Bacaudae , acontecieron en puntos débiles respecto al control estatal, al final del período de las invasiones del siglo III, y desde alrededor del 410 en adelante, cuando el aparato del Estado se hundió debido a la invasión de la Galia por la confederación vándala. Sabemos poco acerca de sus intenciones y no está clara la certeza de que todos los Bacaudae fueran campesinos, pero hay indicios de que en los momentos principales de su éxito, a principios del siglo V (los Bacaudae del levantamiento de la Galia alrededor del 410 no fueron completamente aplastados hasta la década de 440), pudieron haber organizado alguna forma de aparato político relativamente no jerarquizado. 18 Fuera de las zonas de la Galia e Hispania, sin embargo, los campesinos que rechazaban el Estado actuaban de un modo menos autónomo: terminaron en manos de la aristocracia.
La clave está en el crecimiento del patrocinio privado, el patrocinium . El patrocinio era una antigua relación presente en todo el Mediterráneo, pero como un serio problema para el Estado tardorromano, comienza a aparecer en nuestros textos desde la década de 360 en adelante, en Egipto y Siria, y después en la década de 440 en la Galia. Los campesinos estaban comenzando a entrar en las clientelas de los vecinos ricos para evitar el tener que pagar los cada vez más crecientes impuestos. Una sección completa del Código de Teodosio se ocupa de este proceso; los terratenientes que ofrecen tal patrocinio tienen que pagar los impuestos impagados, y la relación se hace inútil. Leemos esto en seis leyes, datadas del 360 al 415; la última (una ley para Egipto) reconoce finalmente la realidad del patrocinio, pero, un poco desesperadamente, insiste a pesar de todo en el pago del impuesto. Un discurso de Libanio de la década de 380 describe cómo los aldeanos de Siria buscaban activamente protectores militares para evitar el pago de impuestos (y, de hecho, en el caso de los propios tenentes de Libanio, también para evitar el pago de la renta, aunque esto sea un proceso diferente, la sustitución de una elite aristocrática por otra). Todos éstos son ejemplos orientales, no occidentales. Demuestran que esta crisis concreta no se limitó a Occidente. Para Occidente tenemos a Salviano, que escribe un panfleto religioso contra la época, en la Galia de la década de 440. Salviano, con una retórica impresionante, se queja amargamente de las desigualdades de la fiscalidad. Los pobres tienen que hacer frente a más impuestos suplementarios que los ricos, y son los últimos en beneficiarse de las deducciones y la cancelación de los atrasos. La fiscalidad obliga a los hombres, incluso a los instruidos, a huir hacia los bárbaros o hacia los Bacaudae . Y aún más, obliga al pobre a entregar su propiedad al rico a cambio del patrocinium , de protección contra el pago de impuestos, y a ser recibido como tenente; peor aún, entonces se encuentran con que todavía están sujetos a impuestos. Este texto no es menos claro por ser retórico: los campesinos independientes están dispuestos a ser tenentes antes que tener que pagar impuestos. Actúan así presumiblemente en la suposición de que sus patronos/señores van a ser suficientemente poderosos, dentro del Estado o fuera de él, para evadir esos impuestos. Cuando esto no es así, las esperanzas de los campesinos se ven defraudadas, pues terminan pagando el impuesto igual que la renta, pero este último rasgo es menos importante que el punto principal: el pago de la renta es para muchos campesinos preferible al pago de impuestos. Esto no es sorprendente si pudiésemos aplicar aquí las proporciones impuesto/renta de Jones (probablemente lo sean para el siglo V), pues el impuesto resultaba más gravoso que la renta. Pero al menos significa que en un momento de crisis relativa en la Galia (hubo guerra en la Galia a lo largo de este período, aunque no iba demasiado mal para el Imperio), tanto los campesinos como los señores preferían las relaciones sociales feudales a las relaciones antiguas expresadas mediante el impuesto. Los beneficios del Estado nunca habían justificado el peso de los impuestos a los ojos de los campesinos, ni lo justificaban ya para los señores. La evasión de impuestos se extendió; la máquina imperial comenzó a verse privada de recursos. También aumentó la propiedad de la tierra a gran escala, en parte mediante la extensión del patrocinio, incrementándose así las posibilidades de evasión de impuestos. Resultó un círculo vicioso, una involución fatal del Estado. 19
Las contradicciones no llegaron necesariamente hasta el punto en que algo se rompe. La evasión de impuestos en Oriente no llevó al colapso del Estado. La diferencia en Occidente estuvo, como he dicho, en las invasiones germánicas. Fueron, esencialmente, una fuerza externa, casi contingente; pero rompieron la estructura del Estado. De hecho, lo derrotaron militarmente, al menos en la conquista vándala de África después del 429 y en la toma francovisigoda de la Galia e Hispania después de la década de 460. Las guerras del siglo V mantuvieron al ejército lo suficientemente ocupado como para hacer de la evasión de impuestos una actividad políticamente factible. Pero en primer lugar los bárbaros provocaron una crisis de hegemonía ideológica, de la que provino gran parte de lo demás. A principios del siglo V, los escritores de la época comienzan por primera vez a dar la impresión de que la duración del Imperio Romano podía ser finita: casi nunca lo habían hecho, ni siquiera en las invasiones del siglo III. El saqueo de Roma en el 410 por los visigodos, aunque es un detalle trivial en la historia militar del siglo V, dio a mucha gente (incluyendo a Agustín de Hipona) una sensación del posible fin del Imperio. El establecimiento de los derrotados visigodos en Aquitania en el 418, aunque quizá fuera una victoria estratégica para el Estado romano (y de ningún modo la primera admisión de colonos bárbaros), introdujo por primera vez un cuerpo extraño estable y semiindependiente en el mundo civilizado . La posibilidad de formas de gobierno alternativas llegó a ser algo más que un espejismo. Las invasiones del siglo III habían producido secesiones locales –siendo la más importante el denominado Imperio galo –; pero eran fieles modelos del Imperio, controlados por hombres que, al menos al principio, aspiraban al dominio universal. Esto era inconcebible para los reyes germanos, sueños ocasionales aparte; por muy romanos que pudieran parecer sus Estados, no eran el Imperio. Incluso a veces fue posible que las aristocracias locales, enajenadas por la rígida y rapaz centralización fiscal-administrativa del Imperio, pudiesen encontrar las nuevas formas de gobierno germanas como una perspectiva más atractiva, produciendo la crisis en la hegemonía una crisis en la legitimidad del Imperio. Hay evidencia, al menos en la Galia de la década de 460, de una verdadera deslealtad política por parte de algunas figuras políticas importantes. (Los campesinos hicieron también esta elección lo bastante a menudo como para que sea un tópico de este período.) Más a menudo, sin embargo, se produjo el mismo resultado de forma menos consciente, mediante la involuntaria consecuencia del propio interés y del partidismo regionales y mediante la rendición de los líderes políticos a lo que ahora parecía la inevitable victoria germana con el fin de proteger sus intereses privados. Ninguna de estas reacciones habría contribuido a la disposición de la aristocracia a pagar los impuestos. El Estado se hizo más débil en la misma medida. Tuvo problemas económicos desde muy al principio del siglo V, pero las cosas se pusieron peor. En el 444-445, Valentiniano III, en una de las leyes más significativas del Bajo Imperio, confesaba que las «agotadoras circunstancias y la afligida condición del Estado» le hacían imposible pagar al ejército, y que consideraba imposible aumentar el impuesto sobre la tierra –en lugar de eso, estableció un impuesto sobre las ventas, aunque resulta más dudoso en cuánto subió. Los vándalos estaban ahora plenamente al mando de África, el principal granero de Occidente, y los problemas de Valentiniano, en gran medida, provenían de ello, pero la evolución descrita por Salviano debió de ponerlos fuera de control. Mayoriano, en el 458, admitió la derrota tan completamente que condonó todos los atrasos pendientes en la tributación debido a la pobreza provincial. En la década de 470, cada región de Occidente tenía sus propios gobernantes bárbaros; el Estado unitario occidental había dejado de existir. 20
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