El modo feudal, el otro que nos interesa, se ha visto en gran parte del análisis marxista tradicional como basado en la servidumbre y la autoridad política coercitiva sobre los tenentes establecida por el señorío; Hindess y Hirst consideran esta visión demasiado estrecha y muestran, correctamente en mi opinión, que las relaciones feudales están representadas simplemente por los tenentes que pagan una renta (o prestan un servicio) a una clase terrateniente monopolista: estos grandes propietarios, mientras el sistema sea estable, tendrán siempre los poderes coercitivos no económicos necesarios para imponer su control, bien de modo informal, bien a través de su control de la justicia pública o privada, pero estos poderes no tienen que estar formalmente codificados en el señorío para que existan. (Los autores presentan todo esto como una visión revolucionaria, aunque hace tiempo que es algo perfectamente bien conocido por los medievalistas.) No es necesario añadir que este feudalismo no tiene nada que ver con las obligaciones militares, el vasallaje o el feudo. 6
Obviamente, existen problemas con estas definiciones. No todo el mundo estará de acuerdo con ellas. He defendido la utilidad de mi anterior definición del modo feudal en otra parte: sería inapropiado enredarse aquí en algo que, para muchos historiadores, es un debate un tanto abstruso. Igualmente, el término modo antiguo puede considerarse apropiado o no respecto a la fiscalidad del Imperio basada en la ciudad; pero se trata simplemente de una cuestión de palabras. Los modos de producción son construcciones ideales; la justificación de las definiciones particulares, mientras tengan una lógica interna y por tanto tengan sentido, debe ser su utilidad, y espero demostrar que éstas son útiles. 7
Es más delicado determinar cómo estas construcciones ideales actúan realmente en la base y cómo se articulan con los aspectos superestructurales de la sociedad, como la conciencia de clase (o su ausencia) y el Estado. Pueden utilizarse de nuevo algunos de los análisis de los althusserianos, pues son estos teóricos quienes más han hecho por desarrollar el concepto de Marx de formación socioeconómica o formación social . Este concepto es importante, pues es un intento de clasificar la sociedad real como un sistema de niveles estructurales diferentes. Uno de ellos, la base económica, consiste en uno o más modos de producción en una jerarquía de dominación; las diversas superestructuras (política, ideología, el Estado) se organizan en compleja relación con ella. 8 De hecho, el propio Marx se preocupó menos por tales complejidades; usaba formación social y modo de producción como más o menos sinónimos, y así lo hace hoy en día mucha gente en sus escritos. Esto es comprensible: la formación social feudal corresponde al modo de producción feudal, y así todo. Sin embargo, a menudo puede llevar a conclusiones erróneas, sobre todo en el caso más crucial y bastante común en el que coexisten más de un modo de producción en la misma formación social.
Este último punto es relevante para nosotros. Empíricamente es bastante evidente que las sociedades (como yo llamaré por lo general a las formaciones sociales para mayor facilidad) a menudo pueden tener más de un modo dentro de ellas: el capitalismo y el esclavismo coexistieron en el sur americano en 1860, por ejemplo. Pero una parte importante de la fuerza de los análisis marxistas de la historia está en el hecho de que enfatizan la existencia de sistemas económicos totalmente diferentes, cada uno con una lógica interna diferente, que son incompatibles y antagónicos en el sentido de que no pueden mezclarse. Entre un modo y otro hay una ruptura; no hay nada que pueda ser semifeudal y semicapitalista; los procesos económicos feudales funcionan realmente de modo diferente a los capitalistas. Pero si dos modos coexisten en una sociedad, tendrán alguna influencia mutua, y, además, uno será dominante, esto es, uno determinará las reglas básicas para toda la formación social; por otra parte, la formación no sería un todo económico. Normalmente, el modo de producción dominante es el que tiene vínculos más estrechos con el Estado; si otro modo va a ser dominante en la formación, y no ha ocupado todavía el Estado –como el capitalismo en (digamos) la Inglaterra de principios del siglo XVII– tenderá a socavarlo, y la forma del Estado tenderá a la larga a cambiar de manera acorde, a menudo violentamente, como resultado de la lucha de clases. Nuestro punto terminal en la tradición de la época tardorromana no es, entonces, simplemente el modo de producción feudal, sino una sociedad dominada por el modo de producción feudal, la «formación social feudal», el punto en que los estados europeos occidentales eran feudales, y no solo sus economías; y el Estado feudal llegó a ser una consecuencia del desarrollo social después de que, en el conjunto de modos existentes en el Bajo Imperio, el modo feudal llegó a ser dominante. 9
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El punto de partida para nuestro análisis es el Bajo Imperio, el denominado «Estado de Diocleciano» de finales del siglo III en adelante, la gran época, el triunfo final del Estado romano. Es decir, que comenzamos cuando las haciendas esclavistas del siglo I virtualmente ya han desaparecido, aunque algunas puedan haber continuado aquí y allá. 10 En cambio, el trabajo agrícola dependiente se realizaba en este momento por medio de los tenentes, esto es, organizado mediante el modo de producción feudal. Ciertamente, aún había muchísimos esclavos, pero esos esclavos se habían transformado en tenentes, y de este modo controlaban la tierra y su propio proceso de trabajo. Además, comenzamos a encontrar en los textos, cada vez más a menudo, tenentes libres ( coloni ), con frecuencia en niveles de dependencia personal muy considerables: los grandes terratenientes de los siglos IV y V contaron con ellos de modo creciente. 11 Pero el modo feudal no dominaba la sociedad. La fuente dominante de extracción del excedente en el Bajo Imperio no era la renta, sino el impuesto.
El peso de la fiscalidad en el Bajo Imperio es bien conocido, y a menudo se usa como una fórmula estereotipada en las discusiones sobre por qué cayó el Imperio. Pero la fiscalidad no fue solamente gravosa y extremadamente onerosa; era la base del Estado y el elemento clave de todo el sistema económico, la institución que determinaba la dirección de la economía y definía el modo de producción dominante, que aún puede denominarse modo antiguo. Se ha dicho que el modo antiguo dominaba al conjunto de modos que coexistían en la República tardía, para ser desplazado por el modo esclavista en el período comprendido entre el siglo I a. C. y el siglo II d. C.; si es así, ahora dominaba de nuevo. En efecto, como veremos enseguida, a pesar de las tendencias centralizadoras del Bajo Imperio, el impuesto aún se recaudaba a través de las ciudades. Pero la recaudación de impuestos en sociedades complejas nunca podía existir en el vacío; otros modos de explotación tienden a coexistir y su correlación es de crucial importancia. La correlación y su dominio por los impuestos en el Bajo Imperio pueden y deben analizarse de varias maneras, para ver cómo se construyó a partir de ello la formación social tardorromana si queremos entender cómo cayó.
La importancia de la recaudación de impuestos era cuantitativa y cualitativa, y discutiremos estas facetas sucesivamente. Los detalles institucionales de los sistemas de fiscalidad de la época tardorromana son increíblemente complejos y no nos interesan aquí (los mecanismos exactos son aún discutidos). El elemento básico era un impuesto sobre la tierra, a menudo denominado annona o (en términos de gravamen) iugatio/capitatio , tasado sobre la extensión de tierra que un hombre poseía. Otros impuestos, en concreto la collatio lustralis sobre la propiedad de los mercaderes y una variedad de derechos de peaje y aduanas, eran en sí mismos altos, pero representaban una minúscula proporción de los ingresos imperiales (Jones hizo un famoso cálculo basado en los ingresos por tributos de tres ciudades muy diferentes en diversos años alrededor del 500 d. C. en que la collatio lustralis representaba un 5 por ciento del importe recogido en la annona –las estadísticas son de baja calidad, pero la estimación es convincente); mis argumentos se basarán en el impuesto sobre la tierra. 12 Parece que el impuesto sobre la tierra se recaudaba de forma uniforme sobre toda propiedad de tierra, grande o pequeña, y en algunas provincias el importe pudo establecerse sobre la fertilidad. Ciertamente, no era un impuesto progresivo; en efecto, como los propietarios senatoriales, burócratas y eclesiásticos estaban exentos de los frecuentes tributos suplementarios (o superindicciones), más bien es todo lo contrario. La annona se tributaba en especie, a diferencia de los primeros impuestos imperiales (aunque a veces se tasaba en términos monetarios), al menos hasta comienzos del siglo V, cuando su organización se alteró y comenzó a cobrarse de nuevo en oro en su mayor parte. 13 El impuesto de la tierra se cobraba al principio directamente a todos los agricultores libres, o a sus señores si los agricultores eran esclavos. Así, el proceso institucional era totalmente distinto del del cobro de la renta, incluso donde el agricultor era un tenente. Sólo desde la década de 370, quizá, los tenentes comenzaron a pagar el impuesto a través de sus señores si no poseían ninguna tierra de manera independiente; en el siglo V se generalizó tal pago de impuestos a través de los propietarios, en vez de los poseedores, de la tierra.
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