Antoni Furió y Ana Rodríguez, ambos historiadores cuyos trabajos tengo verdaderamente en muy alta estima, han llevado este libro a buen puerto; estoy seguro de que tenían cosas mejores que hacer con su tiempo y les estoy enormemente agradecido. También agradezco al plantel de traductores que han hecho un excelente trabajo. Los agradecimientos individuales se encuentran en las notas de cada capítulo. Estoy sobre todo agradecido a Leslie Brubaker, quien ha sido, teniendo ella misma que lidiar con su propia investigación, esencial para el desarrollo de las ideas que aquí se expresan. A ella dedico este libro.
Birmingham, mayo de 2020
LA OTRA TRANSICIÓN: DE LA ANTIGÜEDAD AL FEUDALISMO
I
Gran parte del análisis del conjunto de cambios que generalmente se conocen como el fin del mundo antiguo en Occidente –o con un nombre similar– se ha visto perjudicada por una considerable falta de claridad respecto a lo que se quiere realmente decir con esa frase. El concepto de fin de la Antigüedad, por supuesto, significa cosas distintas para diferentes tipos de historiadores, pero muchos hablan de ello como si todas ellas coexistieran por igual, entremezcladas en un gigantesco género clásico : el paganismo grecorromano (y/o el cristianismo de Estado), la literatura secular latina, los templos, el emperador, el senado, la esclavitud, las togas. Estos fenómenos, cada uno por separado, pueden ser la clave de la Antigüedad para algunos, pero sus historias no son lo mismo, y cualquier intento de describir su destrucción simultánea por una única causa no resulta útil, aunque se intente a menudo. Incluso los marxistas, quienes al menos saben que deberían prestar atención a las estructuras subyacentes y a las contradicciones de la sociedad, han visto normalmente cómo su enfoque se descentra conforme los borrosos contornos de la vasta superestructura cultural y política del Imperio Romano entran en su visión. Así, Daniele Foraboschi puede acusar de economicismo a quienes ignoran la crisis espiritual y el impacto del cristianismo en la Roma tardía; Perry Anderson puede abordar el colapso del Estado en Occidente sin engarzarlo más que nominalmente con los cambios económicos subyacentes de los siglos III al VI, que la problemática marxista reconoce que han sido anteriores. 1 Los análisis alternativos, y más tradicionales, no logran más que el reduccionismo de El origen de la familia de Engels: lo obsoleto y lo improductivo de la esclavitud, la tiranía del Estado tardorromano, la sustitución de la antigua economía basada en la esclavitud por la más dinámica barbarie germánica, que avanza con rapidez hacia el modo de producción feudal; tales análisis difieren a menudo sobre cuándo fue reemplazado el modo de producción esclavista por el feudalismo (¿en el siglo III?, ¿en el VI?, ¿en el VIII?), pero sobre poco más. 2
Quiero volver a analizar el problema de lo que subyace en el fin del mundo antiguo en términos económicos, y cómo estos términos pueden ajustarse a la problemática marxista de la transición. Así pues, me centraré en los procesos económicos de cambio: lo que debo discutir tiene poca relación directa, por ejemplo, con los problemas de historia cultural, que han preocupado a otros. Sin embargo, sí tiene que ver con el Estado, que en el fondo formaba parte de la estructura del Bajo Imperio, y la caída del Estado tiene un papel mayor en mi análisis, como en el de Anderson, aunque por motivos diferentes. Me parece que una comprensión de la historia del Occidente tardorromano sólo puede obtenerse a través de una descripción precisa de la naturaleza de su estructura económica, esto es, de sus modos de producción, y que un gran número de análisis marxistas están viciados porque han hecho estas descripciones erróneamente. Esto no es exactamente un ejercicio de descripción tipológica, de coleccionismo de mariposas , como lo califica Edmund Leach en un contexto diferente; tal discusión ayuda a enfocar nuestro análisis sobre las relaciones causales reales. 3 El etiquetarlo como marxista o no es después de todo totalmente inútil sin tal punto de vista (una afirmación que puede tranquilizar a los lectores no marxistas). Lo que sigue tiene la intención de ser un reajuste en la relación entre una gran cantidad de fenómenos bien conocidos, no la producción de una explicación no descubierta nueva (o final); por ahora probablemente no se ha aportado ninguna.
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La interpretación usual sobre los cambios económicos de la época tardorromana es que el modo de producción esclavista da paso al modo de producción feudal: la esclavitud es reemplazada por la servidumbre. La formulación moderna clásica (en términos no marxistas) es la de Marc Bloch en su artículo póstumo «Comment et pourquoi finit l’esclavage antique», que ha dominado las posturas de los medievalistas durante dos décadas y más –un éxito nada despreciable para un sucinto artículo de 25 páginas sin notas. Bloch señalaba el tremendo incremento en el número de esclavos durante las grandes guerras de los siglos V y VI d. C., pero mostraba cómo no se adscribieron a las tradicionales haciendas esclavistas, características de Italia en época de Augusto: estos esclavos se convirtieron en tenentes. En algún momento, las haciendas se habían derrumbado y los esclavos fueron diseminados en tenencias; cuando empeoró la posición de los tenentes libres, la servidumbre surgió a partir de la fusión de estos dos grupos sociales: apareció el feudalismo. En general, este análisis es bastante correcto; pero presenta, o parece presentar, algunos problemas. En particular, el modelo completo es muy poco acorde con lo que se conoce y generalmente se acepta sobre el resto de la historia tardorromana. Si las relaciones sociales feudales ya existían en el 300 d. C., entonces, ¿qué era el Estado tardorromano? Si este último no era feudal, como no parece haberlo sido, entonces ¿qué fue lo que llenó el intervalo, y cómo? Moses Finley, quien lo debería saber si hay alguien que lo sepa, se ha declarado derrotado: «No soy capaz de encajar la antigüedad tardía en ninguna serie clara de etapas», dice al final de su libro más reciente, pero «la sociedad esclavista no dio paso inmediatamente a la sociedad feudal». 4 La descripción de Finley de la lenta crisis de la esclavitud encaja de modo interesante con un reciente trabajo italiano sobre el modo esclavista (a menudo situado en explícita oposición con él) para proporcionar una sólida descripción de un aspecto del problema, principalmente qué ocurrió con la esclavitud en los siglos II y III d. C.; pero ahora no podemos verlo. En lugar de eso, el resultado más importante para nosotros es que el modo esclavista puede dejarse fuera de nuestros debates; no hay ninguna razón para contemplarlo como algo que en absoluto haya sido predominante en el Bajo Imperio. 5 Para resituarlo lo que se necesita principalmente es un análisis más profundo de los modos de producción del mundo antiguo.
Las definiciones de los modos de producción son interminables, en particular en la vasta colección de revisionismos que han marcado las dos últimas décadas del debate marxista, centrado sobre todo en las llamadas Formen de los Grundisse de Marx de 1857-58. La tendencia más útil se encuentra a menudo, de manera sorprendente, en los trabajos de autores de tradición althusseriana, a pesar de su categórica hostilidad a cualquier forma de análisis histórico; escogería la de Barry Hindess y Paul Hirst en su libro Pre-Capitalist Modes of Production . Estos dos autores establecen una distinción entre el modo de producción antiguo y el modo esclavista, que encontramos valiosa, y también amplían algunas de las definiciones corrientes del modo feudal. El modo antiguo, en su tipo ideal más tradicional (en los comienzos míticos de la República romana, por ejemplo), era no-explotador, y se caracterizaba por el control de un cuerpo ciudadano basado en la ciudad sobre el entorno inmediato; los ciudadanos eran propietarios privados, pero cooperaban en el control de la riqueza basada en la tierra pública de la ciudad. Cuando Roma se expandió, tuvieron lugar dos procesos. Se rompió el igualitarismo teórico de la ciudad y el modo esclavista comenzó a desplazar al campesinado propietario libre, alcanzando en la República tardía su forma clásica, la hacienda esclavista de Catón y Columela, que domina las fuentes de la historia agraria desde el siglo II a. C. hasta el siglo II d. C. Pero también, cuando Roma conquistó el campo y las ciudades de Italia y del Mediterráneo, el modo antiguo se modificó en su tipo, y llegó a ser un modo explotador; la riqueza pública de la ciudad, inicialmente basada en la tierra, pasó a basarse en el tributo o en el impuesto sobre los propietarios en el campo sometido y, en el caso de la propia Roma, sobre otras ciudades sometidas. Ello se desarrolló gradualmente hacia una red general de tributación, con la vieja relación ciudad/campo como estructura interna, como veremos. Es esta red lo que llamaré el modo antiguo en su forma clásica. Será una clave en mi análisis de la Roma tardía.
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