fig. 2.8 (2) Gaspar van Wittel, Largo di Palazzo , óleo sobre tela. Roma, colección Banca Intesa.
Claro está, que todos ellos habían hecho un largo viaje hasta el sur de Italia atraídos principalmente por sus bellezas naturales y los restos de la civilización antigua. Por ello ya era mucho que, aun no encontrándose entre sus objetivos, decidieran hacerle un hueco en sus diarios. Algunos incluso un hueco capaz de incluir observaciones más detalladas sobre la arquitectura y el entorno. Tal fue el caso de John Clenche, que después de haber observado el edificio en 1675 destacó tanto el hecho de que “è in pietra ed è imponente. La facciata sostenuta da colonne, è molto grande...”, como el de que estuviera “frente a una plaza majestuosa desde la cual se va al muelle por una bellísima rampa apta para las carrozas semejante a una escalera de caracol”. 71Un comentario muy similar al de François Maximilien Misson en 1688, para quien “Il palazzo del viceré sorge in un sito molto ampio. La facciata è regolare e adorna dei tre ordini architettonici. È lungo quasi quattrocento piedi ed è opera del famoso Montana ( sic )”. 72Más modestamente, Richard Lassels se limitó, en 1635, a compararlo con las residencias de algunos nobles locales como los Gravina, Carafa, Orsini o Sulmona para concluir, eso sí, que era superior a las de todos ellos; diez años más tarde John Raymond se conformó con afirmar que de todos los palacios que había visto en la ciudad el del virrey era uno de “i piu belli”. 73
fig. 2.8 (3) Escuela napolitana (hacia 1650), Largo di Palazzo , óleo sobre tela. Nápoles, Museo de San Martino.
¿Significaba esto que el palacio había fracasado en su objetivo de constituir un marco tan imponente que despertara la admiración por el régimen de los españoles entre los que lo conocieran? En honor a la verdad, hay que reconocer que la mayoría de estos viajeros lo ignoraban prácticamente todo sobre el gobierno de los virreyes y el palacio fue el único referente de la grandeza de su corte. Además, casi ninguno se tomó la molestia de entrar en el cortile ni, menos aún, visitar las estancias de la planta principal. De haberlo hecho quizá hubieran valorado más los esfuerzos realizados para establecer una simbiosis entre la arquitectura y la dignidad de los moradores del lugar.
fig. 2.9 Palazzo Reale, primera planta. Distribución de las salas en el proyecto originario de Domenico Fontana.
Desde su inicio, este proyecto había tratado de dar un paso adelante para atajar el caos que reinaba en las inmediaciones del palazzo vecchio , calificado por ese amate del orden llamado Juan de Garnica como “Babylonia del todo desordenada”. 74En 1595 Garnica escribió un librito dedicado al embajador español en Roma, Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa, que él esperaba que fuera nombrado virrey de Nápoles de forma inminente. 75Sus previsiones no se cumplieron pero todo indica que su denuncia de la “torpe vista y hediondez” que a su juicio ofrecía la casa del virrey, encontró otros oídos que la escucharan. ¿Tenía Garnica alguna información sobre la posibilidad de que se levantara una nueva residencia virreinal o sólo aspiraba a poner orden en la ya existente? Sea como fuere, su descripción de lo que tenía que ser un palacio bien ordenado acabó en manos de Domenico Fontana. Es posible incluso que ambos se conocieran personalmente y tuvieran ocasión de tratar conjuntamente este género de cuestiones. A fin de cuentas, la planta noble del edificio fue dispuesta en plena conformidad con la visión presentada por Garnica. Como correspondía a un palacio de gobierno, ésta debía organizarse en función de las responsabilidades públicas de sus ocupantes. Y en Nápoles la primera de todas era la de conceder audiencia. 76Garnica no se cansó de insistir en que ello reclamaba mayor atención a la ordenación del flujo de personas que acudían diariamente a tratar asuntos con el virrey.
Y así se hizo. Sus directrices fueron respetadas incluso en lo que se refería a las dimensiones de las salas y su ubicación de modo que no solamente las primeras eran más amplias sino que, además, se mantenía una gradación según la cual el acceso era más restringido a medida que se avanzaba de una a otra. El arquitecto lo había dispuesto todo de modo que que el virrey pudiera desplazarse de una a otra estancia sin ser visto a través de un estrecho pasillo. fig. 2.9
Así, justo al final de la escalera que procedía del cortile Fontana situó la “sala grande” que, de forma pomposa, era también en ocasiones designada como “sala reale”. 77Éste debía ser, había escrito Garnica, un espacio “común y libre a todo genero de gente sin distinction”, casi como una continuación de la calle y el patio principal. 78Es fácil imaginar el barullo de personas que en ella se formaría, discutiendo en voz alta los más variados asuntos mientras esperaban que los porteros les dieran paso a la sala siguiente en la que podrían plantear sus súplicas directamente al virrey. fig. 2.10
fig. 2.10 Nápoles, Palazzo Reale, Teatrino di Corte (antiguo Salone Reale) remodelado por Ferdinando Fuga y Angelo Viva en 1768 y restaurado en 1954.
La segunda era la sala de las audiencias públicas, una pieza de notables proporciones, en la que no menos de tres días a la semana el virrey escuchaba a todos aquellos que tuvieran algo que plantearle siguiendo un orden estricto que comenzaba por las mujeres y seguía por los sacerdotes y religiosos. Aunque todo hace pensar que el orden no debía ser precisamente la característica principal de estos encuentros. Al menos esto es lo que se deduce de las observaciones que el maestro de ceremonias, José Raneo, le hizo al conde de Monterrey según las cuales la audiencia podía ser interrumpida en cualquier momento por quienquiera que llegara, de modo que si era una mujer o religioso, tenía preferencia en intervenir sobre cualquier varón que estuviera en uso de la palabra. 79 fig. 2.11
fig. 2.11 Nápoles, Palazzo Reale, Sala de las audiencias (antigua sala del Duque de Alba).
A diferencia de estas primeras, las dos salas siguientes eran de acceso restringido. Una a los oficiales de los consejos que regularmente se daban cita en palacio para tratar asuntos de gobierno y la otra a los nobles titulados. La insistencia de Raneo en la conveniencia de respetar el derecho de estos a disponer de un lugar específico reflejaba una visión que combinaba la apertura con la defensa de un estricto ordenamiento social. 80La última, la sala de los “titulados” o de los barones, daba acceso directamente al apartamento privado de los virreyes que comenzaba con dos antecámaras tras las cuales se encontraba, en un extremo de la fachada principal, la galería. Además de albergar sus colecciones de arte, ésta era también empleada para las reuniones del principal organismo de gobierno del reino, el Consejo Colateral. fig. 2.12
Читать дальше