3. «Que es sàpiga, que consti. El Glosador se diu Xènius. L’Ors, usurpador oficiós de coses agenes, deixa son paper; l’Ors se’n va». Ibíd.
4. Glosari , 1-I-1906.
5. «Jo prou me’n recordo, de l’aire que tenien tots els qui vaig veure dinar, el migdia de Nadal, en un petit restaurant econòmic». «I ni jo, jo mateix, que me’ls estimava a tots, no vaig saber res dir-los...». Ibíd.
6. «Dormiran a mon entorn la ciutat i les cases closes de la ciutat. Indecisament, darrera els vidres d’un elevat balcó, brillarà la groga claror d’alguna vetlla. I jo, mort de fred, trist de solitud, diré per a aquella única vetlla l’hora que passa i el temps que fa». «Les Bones Festes del Glosador» (22-XII-1906). Fabula ya sobre cómo será su décima navideña... ¡del año próximo! Se asemejará tendenciosamente a la del vigilante o el sereno; no por causalidad D’Ors usó en algunas ocasiones el seudónimo «El Guaita» («El Vigía»).
7. «Només jo, només jo, he vist el rostre pàlid de mon desconegut amic. Només jo he sabut deturar mon pas per a abocar, durant uns moments, tot mon amor sobre sa vida... Ell també m’ha vist [...] Però mon pobre amic ha baixat de seguida sos ulls sobre els folis...». «Una cara pàlida» (2-I-1906).
8. «¿Per què aquell senyor calbo, ab son aire de petit empleat que no ha pogut aspirar al matrimoni, no havia de vèncer, un sol cop, aquesta timidesa que li ha inutilisat el viure?». «Les festes dels solitaris», ibíd.
9. «Més sobre la dignitat de l’ofici de periodista» (3-III-1906).
10. «He lograt que enguany passés per mos ulls gran part de la correspondència dirigida per mos simpàtics amics els nens de Barcelona (que, entre parèntesis, són uns grans pidolaires) a les majestats dels tres Reis d’Orient...». «Cartes als Reis» (6-I-1906).
11. «Joguines» (5-I-1906).
12. «L’arbre que dóna la castanya s’anomena el fogó. Se composa de quatre arrels primes sostenint de la més graciosa manera un tronc molt gruixut. Aquest tronc té en la seva part alta una pila, pila, pila de forats. Les castanyes neixen d’aquests forats, que constitueixen lo que se’n diu la torradora». «Petites nocions agrícoles sobre la castanya» (3-XI-1906). Nos evoca el famoso «la naturaleza imita al arte» de Wilde.
13. «Les tristes i fredes petites boles de fusta que, enmig dels camps, algunes temeràries persones de sa coneixença [del Glosador] designaven amb el nom de castanyes». Ibíd.
14. «Giro la vista enrera, giro la vista endintre. Me demano: –¿Què has fet? ¿Què ets tu, Glosador? [...] –Has fet “metafísica d’estar per casa”. Ets un “metafísic d’estar per casa”...». «La metafísica usual» (1-I-1907). Dicho sea de paso, uno de los libros de Xavier Rubert de Ventós se titula Filosofía de andar por casa . Le salió la vena orsiana.
15. «És incorpori, eteri, psiquis , anima ..., una papallona feta de buf». «Entre parèntesis: de com el Glosador se diu Xènius», op. cit .
16. «Ja sabeu que s’ha averiguat que el braç dret que en Laocoont ostenta no és seu. El d’ell era un altre, en altra postura. Així ho han demostrat diversos arqueòlegs i gimnastes./ Ab tan faust motiu no falta qui es permet burlar-se d’en Lessing, del gran Lessing, qui, sobre la postura en què el Laocoont apareix avui, edificà arbitràriament tota una teoria [...] Per lo que a mi toca, seguiré estudiant el Lessing, no solament si em diuen que el braç del Laocoont no és seu, mes també si em demostren que és de la Venus de Milo». «El braç del Laocoont» (2-VII-1906).
2.
UN PROGRAMA DE CULTURA
Mi recuerdo más lejano de Eugenio d’Ors es una fotografía en el ángulo inferior izquierdo de una página del manual de literatura de cuarto de bachillerato. No sé por qué se me quedaron grabadas, la foto y su ubicación precisa. Ante todo, seguramente, por tratarse de una imagen, o dicho a la manera orsiana, una Figura. Pero olvidé muy pronto la de los demás autores allí representados... Aunque debo confesar que el texto anejo a la privilegiada en mi memoria lo olvidé también como si nunca lo hubiera aprendido. Hoy he vuelto, pues, a hojear mi viejo libro, que me ha repetido lo siguiente: «La obra de Eugenio d’Ors destaca en el terreno de la crítica de arte ; así lo vemos en multitud de Glosas , escritas en un estilo algo retorcido y oscuro. D’Ors ha escrito también obras en catalán con el seudónimo de Xenius ». 1
Visto que dos catedráticos de sendos centros escolares de prestigio en Barcelona opinaban hacia 1964 que D’Ors escribió en catalán por añadidura , me digo en propio descargo que mi sostenida ignorancia acerca del personaje no me convierte en excepción precisamente, sino en resultado normal de la educación franquista. Tardé mucho tiempo en conocer a Xenius, de nacimiento Eugeni Ors i Rovira, pues la d con apóstrofe de D’Ors la tomó por iniciativa propia y, sin duda, por razones estéticas. Del valor que concedía a estas habla en demasía su invectiva política de que «lo más revolucionario en Cataluña es tener gusto».
Actualmente, a nadie que pase por las aulas catalanas se le oculta que, durante casi todo el primer cuarto del siglo pasado, hasta su «defenestración» y traslado a Madrid donde adoptó como única lengua de escritura el castellano, Xenius fue el principal impulsor del noucentisme («nou» significa «nueve» y «nuevo») desde su espacio diario en el periódico La Veu de Catalunya . 2 Pese a la heterogeneidad de los autores implicados en dicha tentativa de renovación cultural, se aunaron esfuerzos en pro de la «normalización» de Cataluña. A efectos prácticos urgía la creación de instituciones culturales en sentido amplio: de bibliotecas, en las que D’Ors puso todo su empeño hasta profesionalizarlas con una Escuela de Bibliotecarias; de editoriales como la Bernat Metge que contó con el mecenazgo de Francesc Cambó y la labor magistral de Carles Riba; pero sobre todo, como normalización suprema, la de una lengua de cultura cuya unificación debemos a Pompeu Fabra. También es de dominio público que todo ello se emprendió bajo al patrocinio político de Enric Prat de la Riba.
Su fuente de inspiración la buscaban los novecentistas en la Antigua Grecia, con el ambicioso proyecto de que Cataluña se rehiciera de las múltiples fracturas padecidas a lo largo de su historia. Cierto que semejante idea de autorrecuperarse en Grecia suena un tanto peregrina. Pero lo que su desmesura frustrase en logros palpables no impediría ganarlo en libertad creadora –para D’Ors, «facedora»– ya que, a mayor distancia, más holgados los movimientos. Convenía burlar la historia , poco generosa con los catalanes, y hacer acopio de energías en los mitos , de los que siempre fueron deficitarios. D’Ors salía al paso de la lógica acusación de que iban a socavarse con ello los fundamentos racionales aduciendo que, al contrario, quería apoyarlos en terreno más sólido. Después de todo, mientras la historia sufre cortes, la Cultura permanece. Mucho era calculado en siglos lo que separaba de Grecia; pero allí nació nuestra cultura, la de Europa, que D’Ors reivindicó enseguida como propia. Y dado que la cultura no muere, los catalanes pertenecían a «la raza de Pitágoras». 3
Con estas premisas –orígenes griegos y su cariño por la estética– no sorprende que D’Ors se liase a repartir diplomas de «clasicismo». Según él, dos fenómenos socioculturales entronizaban a un autor ya fallecido como clásico: o bien cuando se le atribuían «obras apócrifas» o bien cuando (los extremos se tocan) la gente había interiorizado sus ideas sin acordarse de quién las puso en circulación. Se demostraba entonces que tal autor, en la medida en que ya no importaba su nombre ni la fecha en que existió, no solo formaba parte de la «historia» del país como simple episodio de los que se reseñan por compromiso en la enciclopedia de turno, sino que se había transformado en elemento esencial de su cultura, o mejor, de la cultura. Pues, en efecto, la Cultura se vive de forma inconsciente.
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