El símbolo de ese deseo de comerse el mundo (traducido en el afán por acumular dinero y ganancias) es la casa de Jacob Vaark y antes, la del amo portugués de a miha mae y Florens. Jacob queda deslumbrado por la casa del portugués y es por ese deslumbramiento que, a pesar de sus ideas antiesclavistas, decide competir con la aristocracia y construir una mejor para su familia. Para Lina, lo que construye es monstruoso en forma y sobre todo, en costo: para levantar la mansión se talan cincuenta árboles. Por eso, hay una maldición contra la familia Vaark: “Killing trees in that number, without asking their permission, of course his efforts would stir up malfortune” 91(44). Por eso, la casa es un lugar maldito: provoca la muerte de Jacob, la enfermedad de su mujer y la falta de hijos, es decir de futuro. Morrison habla aquí a nivel de todo el planeta: si la humanidad va por ese camino, no hay futuro para la especie es lo que está diciendo. Esa es la razón por la cual la entrada a esa casa es, para Lina, un pase al “world of the damned” 92(51). La casa separa a Jacob de la verdadera humanidad y lo convierte en victimario y aristócrata, como el portugués al que tanto despreciaba al principio. Lo mismo sucederá con toda la burguesía sureña en los Estados Unidos.
Otra de las pruebas del “canibalismo” europeo está en la descripción del Middle Passage, el viaje entre África y el continente americano en los barcos del Comercio Triangular de Esclavos. En A Mercy , la primera mención de ese viaje está muy al comienzo (pag. 29), en las conversaciones de Jacob con el aristócrata portugués sobre las pérdidas de los esclavistas cuando hay peste en los barcos y la práctica de tirar los cadáveres al mar Así, el portugués es caníbal: le parece que tirar a hombres y mujeres al mar por dinero no es nada criticable y eso es así porque no considera que los africanos pertenezcan a su misma especie. Está dispuesto a consumirlos y tirarlos cuando ya no sirven.
Como siempre en esta novela, el tema reaparece al final, desde la mirada contraria: la de una esclava que sufrió ese viaje en carne propia, uno de esos seres semi humanos que el portugués considera cosas vendibles y descartables: a minha mae . Morrison describe el pase de esa africana hacia la no humanidad, hacia el carácter de “cosa”, como una metamorfosis al final de la cual se es en una muerte en vida mucho peor que la muerte misma (163). El viaje desde el fondo de África, primero en manos de hombres negros esclavistas y después, en el Atlántico, dentro de los barcos esclavistas del Middle Passage, transforma en cosas y animales a los humanos y esa transformación se describe con claridad cuando la madre de Florens ve lo que ha quedado de sí misma del otro lado del agua, en Barbados: “It was there I learned how I was not a person from my country, nor from my families. I was negrita. Everything. Language, dress, gods, dance, habits, decoration, song –all of it cooked together in the color of my skin. So it was as a black that I was purchased by Senhor” (165) 93.
El fragmento describe con claridad la definición que impone la esclavitud a los que están destinados a ser esclavos. Los negros son “negritos”, el diminutivo tiene que ver con desprecio, no son humanos y, por esa razón, los blancos pueden matarlos, venderlos, comprarlos y usar sus cuerpos como quieran 94. Esa definición forzosa está particularmente estudiada en Beloved , donde los nombres están elegidos con mucho cuidado para describir a las instituciones totales como la esclavitud: el ejemplo más evidente es Schoolteacher (Maestro de Escuela), el capataz, donde “escuela” se une a “esclavitud” como instrumento de totalidad.
Como se explica en el fragmento que acabamos de citar, la esclavitud construye al africano desde afuera, con la máscara del paternalismo y una “justificación” basada en el salvajismo de los africanos, a quienes hay que educar. Por eso, ek nombre del capataz es Maestro de Escuela. Y es él, el Maestro de Escuela el que explica con claridad: “the definitions belong to the definers, not the defined” (225) 95. Como sucede en la escuela y en la literatura la representa, él castiga a los “definidos” que se resisten a sus definiciones. Y sin embargo, como bien se dice, frente a esa totalidad, la resistencia es la única conducta posible. No se puede aprender una definición como esa –“Schoolteacher was teaching us things we couldn’t learn” (226) 96–. Aceptar esa definición es aceptar la no humanidad que impone el amo. Es la muerte en vida. La resistencia es indispensable.
En ambos libros hay una constante descripción de la institución total de la esclavitud no sólo como definidora del Otro esclavizado sino también como talladora, definidora de cuerpos humanos (definidos como semi humanos o no humanos). Así, el cuerpo está tan marcado como la mente. Quizás el mayor de los símbolos al respecto es el látigo…, ya establecido como tal por el género de las slave narratives .
En Beloved , lo que marca la novela con respecto al látigo es el uso constante que se hace de las cicatrices que forman el árbol en la espalda de Sethe. Pero además del “árbol” en esa espalda, hay otros cuerpos marcados en la novela: el de Paul D, el de Six-O, el cuerpo sin pies ni cabeza que podría ser el de Paul A o el de Halle (su identidad nunca se descubre). Por otra parte, hay diferentes interpretaciones de las cicatrices: para algunos personajes, lo que hay en la espalda de Sethe es un árbol; para otros, no. Las cicatrices se interpretan de diferentes maneras según quién las esté mirando y en qué momento. Como afirma Henry Lois Gates Jr, en la literatura afroestadounidense –cuya visión del mundo es mestiza y muy relacionada con las africanas –, todo tiene siempre más de una lectura. Algunos personajes ven solo el horror en la espalda de Sethe, un horror sin forma. Al comienzo de la relación, Paul D también ve eso: “What tree on your back?... I don’t see nothing growing on your back”, afirma y Sethe le dice que la chica blanca que la ayudó en el camino vio exactamente eso: “that is what she said it looked like. A chokecherry tree. Trunk, branches and even leaves… But that was eighteen years ago. Could have cherries too now for all I know” 97(18; y con otras palabras en 93, hay que agregar que la repetición también es una característica importante en la literatura afroestadounidense, según Gates).
El árbol de Sethe, para quienes consiguen verlo, es símbolo de maternidad y de fertilidad pero nació del castigo, nació de las manos crueles de Schoolteacher: “Schoolteacher made one open my back and when it closed it made a tree. It grows there still” (20) 98. Como el fantasma de Beloved, que no se queda en la edad en que murió o no del todo, la marca en el cuerpo no es definitiva ni siempre la misma en la novela. Y por eso, las caricias y la comprensión de Paul D, su amor, cuando lleguen, van a cambiar las cicatrices tanto físicas como mentales de Sethe (320 y siguientes).
Por otra parte, el látigo es solamente una de las formas del castigo. Otra es el bocado que ponen en la boca de los esclavos rebeldes, un símbolo absoluto de deshumanización. Con esos castigos, “Schoolteacher broke into children what Garner had raised into men” (260) 99. Tiene sentido: la Institución Sureña no puede permitir esclavos hombres adultos, no puede permitir la resistencia. Por eso es tan importante para Paul D que Sethe sea capaz de apreciar su “masculinidad”. Por eso, la ama. Porque son una pareja de iguales en la que ninguno de los dos es adolescente, ni siquiera un adulto joven, recién llegado a la adultez. Son personas humanas completas y así quieren que se los considere. Los actos de emasculación intencional, tanto física como psicológica de los hombres es paralela a la violación de las mujeres negras por parte de los amos blancos.
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