Si digo muerte digo vida
Si digo muerte, digo vida © Paula Assler, 2021 Número de inscripción: 2021-A-7113 ISBN 978-956-404-525-2 ISBN DIgital: 978-956-324-932-3
Edición: Pepa Mena
Diseño: Andrea Goic
Cuidado de la edición: Máquina de Comunicar
Corrección: Edison Pérez
Imágenes portada e interior: dibujos de Paula Assler
Reservados todos los derechos. Para la reproducción total o parcial de este texto se debe solicitar autorización a
Mail: paulaassler@gmail.comInstagram: @asslerpaula
Santiago de Chile
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Créditos Si digo muerte, digo vida © Paula Assler, 2021 Número de inscripción: 2021-A-7113 ISBN 978-956-404-525-2 ISBN DIgital: 978-956-324-932-3 Edición: Pepa Mena Diseño: Andrea Goic Cuidado de la edición: Máquina de Comunicar Corrección: Edison Pérez Imágenes portada e interior: dibujos de Paula Assler Reservados todos los derechos. Para la reproducción total o parcial de este texto se debe solicitar autorización a Mail: paulaassler@gmail.com Instagram: @asslerpaula Santiago de Chile
Índice
Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
Agradecimientos
Notas
PAULA ASSLER
Si digo muerte digo vida
…cada día nos estamos despidiendo de algo, incluso del día que se va. Es así.
A mis hijos Paula Coté Florencia Gonzalo Antonia Alberto y al mar
Perder un hijo es la prueba de fuego más difícil a la que puede ser sometida la mente humana. Todos, alguna vez, nos hemos preguntado si seríamos capaces de sobrevivir a un dolor tan brutal. En el libro Si digo muerte, digo vida de Paula Assler, podemos entender de manera muy clara qué es lo que nos protege a la hora de experimentar esta desgarradora experiencia.
Para iniciar mi reflexión, quisiera compartir con ustedes un recuerdo muy personal. Un día, estando junto a mi papá –el psicoanalista Ricardo Capponi–, por casualidad nos encontramos con Paula, cuyo trágico caso yo conocía por el carácter público que había tomado. Siendo el trabajo psicoanalítico muy reservado, él jamás mencionaba a sus pacientes, por eso me sorprendió que, luego de toparnos con ella, me dijera: “Tremenda mujer, tremendo duelo el que ha logrado”. Mi papá la admiraba genuinamente porque él no podía imaginarse a sí mismo en sus zapatos.
La capacidad mental y la fortaleza para encarar las tragedias de la vida no es un don prodigioso ni algo que se improvise. La fortaleza mental puede compararse con el deportista, que entrena su cuerpo con rigurosidad; o con el científico, que repite su hipótesis una y otra vez buscando respuestas. En el caso de la autora de este libro, su fortaleza mental no es fruto del azar. Tampoco se debe a haber tenido una vida privilegiada. En su caso, fue la combinación de la capacidad de recibir que ella siempre tuvo y la elaboración de su vida que logró hacer a través de un arduo trabajo con su terapeuta. Esta experiencia la preparó para enfrentar los más duros golpes. Este libro da cuenta de ese proceso y su lectura nos enseña que todos podemos prepararnos para afrontar situaciones traumáticas. De ahí su carácter esperanzador.
La autora revive y nos relata con total transparencia el desgarro de una madre que pierde a dos hijas y la fortaleza para afrontarlo. Pero la pregunta que quisiera responder es en qué radica el carácter innovador de este caso: en que todos podríamos llegar más preparados a una eventual tragedia que nos suceda. Es la demostración de que la fortaleza se gesta no cuando sucede la tragedia, sino mucho antes: en el entrenamiento previo de esta capacidad de sobreponernos a las pérdidas.
Y, ¿cómo nos entrenamos? La clave está en aprender a hacer los duelos de todo lo que vamos perdiendo en el transcurso de la vida, elaborando la agresión que atrapa nuestra mente luego de toda separación:
La pérdida de una situación gratificante, un objeto placentero o una persona querida, genera un sentimiento de frustración; este, a vsu vez, gatilla un estado emocional de agresión, y en su extremo, de odio. Es una reacción arcaica que pone en marcha la conducta de ataque para recuperar la presa en nuestros antepasados primitivos. Así, cada separación inunda la mente de altos montantes de odio cuya finalidad es destruir a otro, o destruir el vínculo, y a veces, para lograr este último objetivo, incluso destruirse a sí mismo. La complicación está en que si reacciono agresivamente, termino instalando en mi interior un clima persecutorio, donde solo puedo huir o atacar. Lo dramático es que el que nos brindaba protección y satisfacción, en el momento de la separación lo destruimos. Pero si el montante de odio no es tal alto, podemos renunciar a la forma de gratificación que hasta ahora estábamos recibiendo, y crear al interior de nuestra mente una nueva forma de relación, un nuevo vínculo. Pero este resultado es producto de un largo trabajo de duelo, que pasa por vivir y enfrentar las emociones despertadas por la pérdida. Elaborar la agresión gatillada por la separación, tramitar las rabias que desencadenan los duelos de todos los días, es la arena donde madura y crece nuestra mente. Su logro nos deja recursos mentales, ideas y pensamientos nuevos, otros vínculos, formas distintas de gratificación, todos los cuales contribuyen a una sensación de seguridad, sentimiento de hondo bienestar y tranquilidad.*
Este aprendizaje se puede lograr a través de cualquier experiencia afectiva suficientemente intensa, acompañada de la contención necesaria para entender lo que está pasando. La terapia no es la única manera de lograrlo, existen otras formas de poder hacer un cambio psíquico profundo.
Paula tuvo la oportunidad, en su psicoanálisis, de poder mirar nuevamente su historia con otros ojos. De resignificar lo que le faltó y valorar lo que tuvo en su vida, acompañada de la contención de su analista.
Por eso es tan importante la primera parte del libro, que narra su historia de infancia y adultez como lo haría un paciente que va entendiendo, desde una nueva perspectiva, lo que recibió en la vida. Va mostrando cómo elaboró la relación con sus padres y con otras figuras importantes, resignificando los hechos que en otros momentos fueron vividos como agresiones o descuidos, entendiendo que esas personas simplemente fueron limitadas en sus capacidades emocionales. Así es como concluye haberse sentido querida y cuidada por las personas que la rodeaban, perdonando y recibiendo como bueno lo que podían ofrecerle. Este proceso de elaborar principalmente los sentimientos de rabia y odio que se nos despiertan al perder algo que queremos es lo que más nos cuesta y, a la vez, es lo que nos permite sobrellevar bien un duelo.
La segunda parte del libro muestra cómo este trabajo psicoanalítico realizado años antes logra prepararla para el test de esfuerzo más extremo al que un ser humano puede ser sometido. El logro no se debe solo al apoyo del terapeuta, sino que a la ejercitación previa de su capacidad mental.
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