RITOS Y CEREMONIAS ANDINAS EN TORNO A LA VIDA Y LA MUERTE EN EL NOROESTE ARGENTINO
Con notable precisión etnográfica y fidelidad a mandatos ancestrales, Amalia Vargas describe y analiza los rituales mortuorios andinos en el noroeste argentino que forman parte de su propia cultura. Vargas ofrece no solo una aproximación a las creencias sobre la muerte, sino también, y fundamentalmente, al sentido que una comunidad da a la vida. Este sentido se teje a partir de la celebración del culto que las personas dan a sus ancestros que las precedieron, la continuidad de la tradición y de la vida, que encierra una particular visión del mundo. Tal particularidad da a esta y otras comunidades andinas un aliento universal que se asocia con una preocupación compartida por los seres humanos de todos los tiempos y lugares.
Del prólogo de María Inés Palleiro
Amalia VargasLicenciada en Culturas Tradicionales y en Artes Visuales (UNA), magíster en Cultura y Sociedad (CAEA-UNA-Conicet) y profesora en Danzas Tradicionales Argentinas y en Artes Visuales (UNA). Investigadora de costumbres, ceremonias y rituales del noroeste argentino, con énfasis en la temática de la muerte, medicina tradicional y chamanismo.
AMALIA VARGAS
RITOS Y CEREMONIAS ANDINAS EN TORNO A LA VIDA Y LA MUERTE EN EL NOROESTE ARGENTINO
María Inés Palleiro
Saludo con sumo placer la aparición de esta obra de Amalia Vargas que, con notable precisión etnográfica y fidelidad a mandatos ancestrales, describe y analiza los rituales mortuorios andinos en el noroeste argentino que forman parte de su propia cultura. Además de reflejar los resultados de sus tesis de licenciatura y maestría en Cultura y Sociedad de la Universidad Nacional de las Artes, la obra da cuenta de un legado cultural de sus ancestros, que la autora da a conocer con claridad descriptiva, complementada por agudas observaciones que forman parte de su experiencia personal.
El espacio y el tiempo liminares entre la vida y la muerte son objeto de una preocupación universal, para la que cada comunidad esboza su propio conjunto de respuestas, las cuales, como afirma el destacado estudioso contemporáneo Ülo Valk al referirse al folclore de la muerte en la cultura estonia, dicen mucho del mundo de los vivos. Al referirse a las prácticas mortuorias de una de las culturas andinas de nuestro país, Vargas ofrece no solo una aproximación a las creencias sobre la muerte, sino también, y fundamentalmente, al sentido que una comunidad da a la vida. Este sentido se teje a partir de la celebración del culto que las personas dan a sus ancestros que las precedieron, la continuidad de la tradición y de la vida, que encierra una particular visión del mundo. Tal particularidad da a esta y otras comunidades andinas un aliento universal que se asocia con una preocupación compartida por los seres humanos de todos los tiempos y lugares.
Desde la perspectiva de la semiótica y la ciencia del discurso, las creencias son definidas como enunciados en los cuales el valor de verdad depende de un acuerdo colectivo. Este acuerdo colectivo sobre el valor de los rituales mortuorios es el que da a la comunidad en la que Vargas se inscribe y a la cual se refiere en este libro una cohesión cultural que otorga a sus miembros un sentido de pertenencia y un sesgo distintivo, configurador de identidades. El estudio de expresiones estéticas de identidades sociales es, precisamente, el objeto de la ciencia folclórica, que fue uno de los caminos transitados por Vargas en su trayectoria académica. Esta trayectoria se vio enriquecida por estudios de artes visuales, y profundizada en una instancia de maestría en Cultura y Sociedad, realizada en el Centro Argentino de Etnología Americana.
A propósito de esta maestría, quisiera cerrar estas palabras con un reconocimiento a su creadora, la doctora Anatilde Idoyaga Molina, exdirectora del Centro Argentino de Etnología Americana, quien hace poco tiempo ha emprendido el viaje final que tan bien describe aquí Vargas. Su inspiración está viva y presente en esta obra, que confirma los dichos de Valk acerca de que el folclore de la muerte se vincula de modo estrecho con el mundo de los vivos, al que ordena y da sentido. Un concepto similar expresa el poeta Wallace Stevens al afirmar que “la muerte es la madre de la belleza, mística”. Cierro este prólogo con mi traducción libre del texto original de Stevens, que muestra que el problema del que se ocupa Vargas es al mismo tiempo común a todas las culturas y una expresión particularísima de la identidad de cada una.
Buenos Aires, octubre de 2020.
Este libro se inscribe dentro de una línea de investigación por el 2007 en el Centro Argentino de Etnología Americana (CAEA) dedicada a indagar en el fenómeno relativo a las distintas prácticas mortuorias en el noroeste argentino, siempre desde una heterogeneidad de perspectivas teóricas de las ciencias sociales y etnográficas.
Este trabajo pude realizarlo gracias a un proyecto de investigación de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), y es el resultado de una tesis de Maestría en Cultura y Sociedad (UNA) dirigida por Anatilde Idoyaga Molina y María Inés Palleiro. Agradezco a ambas las observaciones y señalamientos conceptuales y metodológicos, que fueron un gran aporte para este libro.
Esta versión sufrió modificaciones y recortes menores en función de agilizar y optimizar la lectura. La tesis original puede ser consultada en la biblioteca de la UNA o en el CAEA.
Este libro me hizo ver y comprender la riqueza de los relatos de mi propia cultura, los cuales no me habían enseñado en la escuela. Lo más rico está en las vivencias de los relatos, aquellos que rescatan las experiencias de las costumbres y recuerdos de las personas. En la medida en que iba investigando, parte de mi familia iba muriendo en el noroeste argentino. Las familias son muy extensas, por lo tanto, tuve que pasar por ritos incluso de familiares directos, en los que, mientras filmaba, también lloraba. A veces pienso qué difícil es escribir desde donde uno vive estas costumbres, y desde un idioma que no es nuestra lengua materna. Cuando empecé a investigar parecía tan fácil, pero cuando murieron mis abuelos tuve que atravesarlo y sufrirlo en carne propia, como partícipe involuntaria de un proceso que hasta el momento no había vivido tan profundamente, y comprender el valor del espíritu, el alma, la fuerza o qamasa , la sombra de todas esas entidades que se van presentando, en cada uno de los rituales, en sueños y en lugares con signos y símbolos que hay que saber interpretar.
Mis abuelos fueron cuidados por mis tíos, que iban de casa en casa cada mes, en sus últimos años de vida, porque no está considerado ni tampoco bien visto llevar al ser querido a un hogar de ancianos. Sus últimos meses, mi abuelo los pasó con mis padres, y antes de morir se despidió de su hijo y decidió morir en la madrugada de un lunes. Mi abuela murió con 106 años y tuvo visiones de hormigas, las cuales te avisan cuando estas por morir, a pesar de su edad avanzada y sin poder caminar ni ver; aun así nunca dejo de akullicar o masticar sus hojas de coca. Se los cuidó a ambos hasta su último aliento final. Y aún hoy se los sigue cuidando en el cementerio, se les conversa y cuenta lo que va pasando en la familia y se los espera cada 1 y 2 de noviembre para volver a revivir el momento familiar, donde todos se reencuentran, tanto vivos como muertos, en un momento en el que el tiempo pierde su linealidad y entra en la circularidad, se detiene, en el que los espacios, los umbrales están abiertos y es posible escuchar todo, percibir, sentir y soñar, en el que se abren los ojos del alma y el cuerpo esta receptivo a todo tipo de señal para poder conectar con el ser querido, con el ser ancestral.
Читать дальше