Sin embargo, puede observarse que el filón de empleo más atractivo se producirá para las personas que tengan estudios superiores, segmento en el que se prevé la creación de casi 5,2 millones de puestos. En cambio, para las personas con estudios básicos las oportunidades netas de empleo serán negativas, destruyéndose 2,3 millones de empleo en términos netos.
Desgraciadamente, en España siguen existiendo demasiados alumnos que se descuelgan de un proceso de aprendizaje que les capacite para mantener el ritmo de vida de sus antecesores. El porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan subió en 2017 al 17,1%, cuatro puntos por encima de la media europea. Aún peor es el hecho de que el 63,2% de los parados menores de 25 años que no estudian carecen de estudios postobligatorios y otro 24,5% sólo posee formación secundaria postobligatoria (INE, 2014). La tasa de fracaso escolar prematuro sigue situada en niveles inaceptables. España se mantuvo en 2017 como el segundo país de la Unión Europea con mayor abandono escolar, llegando la tasa de jóvenes entre 18 y 24 años que abandonaron de forma prematura los estudios sin completar el primer ciclo de secundaria y que no reciben ningún tipo de formación al 18,3%. Hay pues una abundante bolsa de jóvenes inactivos que no estudian ni trabajan, y que carecen de la cualificación necesaria para reintegrarse en el mercado laboral. La nota positiva es que España ha logrado reducir este índice desde el 30,3% observado en 2006, pero sigue por encima del objetivo del 15% pactado en la Unión Europea para 2020 y de la media comunitaria situada en el 10,6% en un 80%.
Figura 1.1. Oportunidades de empleo (en miles de personas) previstas en Europa por nivel de estudios en el periodo 2013-2015. Escenario económico de base.
Fuente: CEDEFOP (2014).
Figura 1.2. Determinantes de la probabilidad de estar ocupado de los jóvenes entre 16 y 34 años. Datos de España, año 2012 (% del total).
Fuente: elaboración propia de Serrano & Soler (2015) a partir de PIAAC y OCDE.
Es más, tanto para defenderse en un entorno cada vez más difícil como para aprovechar las oportunidades que el mismo brinde, los jóvenes necesitarán un arsenal de competencias ajustado a las necesidades de la vida social y económica futura. La probabilidad de conseguir ocupación crece directamente con el nivel de estudios completados, aunque el aumento de la probabilidad es más que proporcional al crecimiento de las competencias efectivas poseídas. Como vemos en la figura 1.2, los jóvenes españoles entre 16 y 34 años con estudios universitarios tenían en 2012 un 70% más de probabilidades (5,3 puntos porcentuales) de encontrar trabajo que los que sólo habían finalizado los obligatorios. Pero, a igualdad de nivel educativo, el diferencial de probabilidad de encontrar empleo entre los que poseían el menor y el mayor nivel de competencias en matemáticas superaba el efecto de pasar de tener estudios secundarios postobligatorios a una titulación universitaria (6,6 puntos porcentuales adicionales).
El nivel efectivo de competencias no sólo determina las expectativas de logro de empleo, sino también el tipo de trabajo a su alcance. Tanto la empleabilidad como la cualificación requerida por el trabajo dependen mucho más del nivel de competencias (por ejemplo, en matemáticas) que del título poseído. Por ello, la sobrecualificación (es decir, el empleo en trabajos con un pobre nivel de exigencias en capacidades) se concentra en los jóvenes con menores competencias, mientras que los empleos más atractivos son copados por los que tienen un nivel más alto de competencias (figura 1.3). La sobrecualificación debe pues filtrarse en función del nivel efectivo de competencias.
Figura 1.3. Distribución de los sobrecualificados universitarios según nivel de competencias en matemáticas. Jóvenes menores de 35 años, España, datos de 2012.
Fuente: elaboración propia de Serrano & Soler (2015) a partir de OCDE.
De nuevo en este punto la situación española es poco alentadora. PIACC (Programa internacional para la evaluación de las competencias de la población adulta) (OCDE, 2013d) ha evidenciado el bajo nivel competencial español, que se plasma en el creciente peso de alumnos que finalizan la formación secundaria sin un control pleno de competencias básicas como son la comprensión lectora, la capacidad de redacción o la capacidad de resolución de problemas. Casi el 60% de los jóvenes españoles menores de 35 años tienen un nivel de competencias en matemáticas bajo o muy bajo, en tanto que apenas un 5% alcanzan el máximo nivel. Estos porcentajes son muy inferiores a las medias de la OCDE, que se sitúan en el 43,4% y 14,7%, respectivamente (figura 1.4).
Figura 1.4. Porcentaje de jóvenes según nivel de competencias en matemáticas. PIAAC 2012. Comparación de medias entre España y la OCDE.
Fuente: OCDE.
La formación y el nivel de competencias del capital humano de un país no sólo influyen en su estructura laboral, sino que tiene efectos igualmente beneficiosos sobre otras variables críticas para el bienestar nacional, como son el crecimiento económico, la innovación y el emprendimiento. El espíritu emprendedor es un ingrediente ineludible para reconducir la economía hacia sendas de crecimiento sostenido y competitivo. Para comprender la relación entre emprendimiento y crecimiento económico, puede partirse del concepto schumpeteriano de “destrucción creativa”, en el cual el desarrollo emerge bajo el impuso de la acción disruptiva de aquellos emprendedores que introducen innovaciones con potencial para transformar las reglas de juego y reemplazar las firmas existentes en la industria e incluso para reinventarla (Richardson, 2004, Hebert & Link, 1988).
Como ha insistido el Círculo de Empresarios (2009: 5), las personas emprendedoras son los impulsores clave de la innovación e inyectan en la economía flexibilidad y capacidad de adaptación. La actividad emprendedora se traduce en procesos de innovación en productos y/o procesos, en introducir nuevas tecnologías, en encontrar aplicaciones de mercados a nuevas tecnologías o en coordinar eficientemente equipos de recursos y capacidades en el interior de la organización. La innovación empujada por el afán emprendedor y plasmada en estos efectos mejora el rendimiento del capital físico, humano o tecnológico, y por esta vía influye positivamente en el crecimiento de la productividad (Klenow & Rodríguez, 1997, Richardson, 2004). La formación es igualmente el ingrediente esencial para mejorar el desempeño del capital humano en términos de mejora de la cantidad y calidad de los bienes y servicios a los que aporta trabajo, y por esta segunda vía constituye un determinante crítico para el crecimiento de la productividad.
El Libro Verde sobre El espíritu empresarial en Europa (European Commission, 2003a) fue el punto crucial desde el cual la Comisión Europea empezó a destacar la importancia de las empresas y del espíritu empresarial para forjar una Europa más dinámica y competitiva. La (European Commission, 2004a, 2005a,c,d,e,h,i, 2006a, 2010b, 2011d, 2012d, 2013a,e, 2016d) como una pieza crucial para impulsar la creación de empleo, recordando que en los años 90 las empresas nuevas de rápido crecimiento fueron las que más contribuyeron a reducir el desempleo, y que los países con mayores índices de iniciativa empresarial fueron también los que ostentaban mayores tasas de ocupación (European Commission, 2003a: 7-8). En la misma línea apuntaba el White Paper, Embracing innovation: Entrepreneurship and American economic growth (NCOE, 2001), que responsabilizaba a 350.000 empresas de crecimiento rápido de la creación de dos tercios de los nuevos puestos de trabajo entre 1993 y 1996. Un estudio a partir de US Census Bureau (Business Dynamics Statistics) (Haltiwanger, J., Jarmin, R., Miranda, J., 2009) estimaba que, sin los puestos de trabajo creados por las nuevas empresas, el crecimiento medio neto del empleo habría sido negativo en Estados Unidos durante el periodo 1980-2005. La estimación de la Comisión Europea en base a datos de Eurostat de 2009 estimó que las nuevas empresas (pymes principalmente) representaban el principal yacimiento de empleo, creando más de cuatro millones de puestos de trabajo al año en Europa (European Commission, 2013a: 4).
Читать дальше