En la sociolingüística histórica se han llevado también a cabo algunos estudios de este tipo, basados en la lengua de ciertos individuos, especialmente escritores, políticos y otros representantes de las capas altas de la sociedad. Por ejemplo, Stein (1987) analiza el rápido cambio en los afijos verbales de tercera persona (del tradicional -th al más moderno -s ) en las obras de Shakespeare en torno al año 1600. En relación con este mismo cambio, pero esta vez a partir de un corpus de correspondencia privada de diez individuos entre 1570 y 1670, Raumoling-Brunberg (2005) concluye que en él se adivinan patrones de cambio generacional y longitudinal ( lifespan ) al mismo tiempo. Por un lado, hay un claro cambio generacional, de tal manera que este se acelera en las cohortes de edad más jóvenes conforme avanza la centuria. Sin embargo, dentro de estas generaciones se advierte también cómo afectan a los individuos de diferente manera, de tal modo que hay hablantes que progresan en el empleo de las variantes novedosas conforme se van haciendo mayores, mientras que otros no participan en absoluto de estos cambios (más detalles en Nevalainen y Raumoling-Brunberg, 2003: 86-92).
Por nuestra parte, hemos analizado recientemente el perfil idiolectal de una veintena de escritores de los Siglos de Oro a través de su correspondencia epistolar durante extensos periodos de su vida (Blas Arroyo, 2017). Las conclusiones de este estudio revelan que los patrones variacionistas son más complejos de lo que una hipótesis estricta sobre el cambio generacional podría hacernos pensar. De ahí que, junto a individuos que siguen las tendencias imperantes en la época que les tocó vivir, no escasean quienes se sitúan claramente por detrás en la realización de variantes vernáculas que nunca debieron de ver con buenos ojos, como representantes de las élites sociales culturales que eran. Pese a ello, y aunque en menor proporción, no faltaron tampoco quienes destacaron por situarse nítidamente por encima de la media en la difusión de estas mismas variantes vernáculas.
6. TIPOLOGÍA DE LOS CAMBIOS Y NIVELES DEL ANÁLISIS
En otro orden de cosas, se ha discutido también qué niveles de la gramática son más susceptibles de experimentar unos u otros tipos de cambios. Así, para Labov (1994: 83-84) y Sankoff (2005), los cambios fónicos y morfológicos, que afectan a esferas internas de esa gramática, suelen ser cambios de carácter generacional. Por el contrario, los que atañen a la sintaxis y al discurso pero, sobre todo, al léxico, son más de tipo comunitario o longitudinal ( lifespan ) (Boberg, 2004). Sin embargo, Kerswill (1996: 200) ha dibujado una tabla con las edades a las que se adquieren y estabilizan los respectivos fenómenos de variación en el plano individual, y concluye que los cambios a lo largo de la vida van más allá de la incorporación de vocablos nuevos y pueden afectar incluso a la morfología y la fonología. Por otro lado, este autor recuerda también que estos cambios longitudinales son a menudo la consecuencia de préstamos llegados desde otras comunidades de habla. Y, a diferencia de aquellos que se originan en el seno de la misma gramática interna, en los que es habitual observar un incremento regular en el paso de una generación a otra, los cambios externos son más proclives a experimentar avances más abruptos.
En este último desenlace, Blondeau (2001) establece una escala implicacional para la edad adulta: 1) los locutores más conservadores en fonología pueden adoptar, sin embargo, un cambio morfosintáctico; 2) los usuarios de nuevas normas fonológicas mostrarán una tendencia a adoptar cambios morfosintácticos recientes, 3) un comportamiento variable en la dirección de un cambio en fonología se acompañará generalmente de un comportamiento favorable a un cambio en morfosintaxis. Su estudio sobre diversas variables fónicas y gramaticales del francés en Montreal demuestra lo esencial de estas hipótesis.
Por otro lado, se ha supuesto que los cambios en los que incurren las personas adultas funcionan de un modo diferente a como lo hacen los niños (Croft, 2000: 45-53). Estos últimos, señala Labov (2007: 346), funcionan por incremento y transmisión: «in which successive cohorts and generations of children advance the change beyond the level of their caretakers and role models, and in the same direction over many generations». Por el contrario, si los adultos modifican sus idiolectos, lo hacen básicamente por el contacto con miembros de otras comunidades, en un mecanismo mucho más atenuado, que el sociolingüista americano denomina «difusión» ( diffusion ). Ello explicaría también los resultados encontrados por Tagliamonte y D’Arcy (2007) a propósito del marcador para la introducción del estilo diferido be like , y que demuestran que el empleo de este no se detiene con la edad –como en los desenlaces del age grading –, pese a lo cual la gramática interna continúa básicamente inalterada en el paso de un corte generacional a otro. Con todo, no faltan estudios que ponen en evidencia cambios más profundos, en los que también la gramática interna, y no solo las frecuencias de uso, se ven afectadas en los cambios idiolectales. Así lo han visto, por ejemplo, Sankoff y Blondeau (2007) en la evolución favorable a la variante posterior [R] del francés de Montreal a la que nos referíamos anteriormente. En definitiva, puede que los sistemas fonológicos abstractos de los hablantes adultos sean diferentes a los de la niñez o la juventud, pero el cambio no se detiene en estas etapas tempranas.
7. CONSERVADORES, LÍDERES Y CONFORMISTAS: LA RESPUESTA DE LOS INDIVIDUOS ANTE EL CAMBIO LINGÜÍSTICO
Junto a los temas reseñados, hay otros interrogantes que han suscitado el interés de los investigadores a propósito de la participación de los individuos ante los cambios lingüísticos en marcha. Por ejemplo, ¿es posible delimitar a los líderes de un cambio o a quienes se sitúan en su retaguardia, poniendo freno a su extensión? ¿Coinciden estos papeles en todos los casos o varían de unos a otros, de modo que determinados individuos pueden situarse a la vanguardia de algunos cambios y a la zaga de otros? Los datos que aportan Nevalainen, Raumoling-Brunberg y Mannila (2011) parecen apuntar hacia una respuesta positiva a este último interrogante. Así, en su estudio sobre materiales del Corpus of Early English Correspondence durante un periodo de 270 años (finales del XV a finales del XVII), estas autoras llegan a la conclusión de que existen pocos individuos prototípicamente líderes o conservadores, pues la mayoría se ubica en lo que dan en llamar in-betweens , ya que siguen básicamente los modelos variacionistas imperantes en la comunidad de habla (en el mismo sentido, véase también Labov, 2001: 437, 463 y Eckert, 2000: 139-141). Por nuestra parte, los datos del estudio reseñado acerca del comportamiento lingüístico de una veintena de escritores de cartas pertenecientes a las élites sociales y culturales de los siglos XVI y XVII, muestran cómo la mayoría aparece en el bloque conservador, ya que su realización de las variantes vernáculas se sitúa casi siempre por debajo de la media en cada etapa histórica. Ahora bien, no faltan algunos líderes (pocos) de estas variantes, así como otros, de naturaleza más conformista y contemporizadora con las tendencias imperantes en la época (Blas Arroyo, 2017). Y, sin embargo, tampoco escasean los ejemplos de quienes se muestran conservadores o contemporizadores en relación con determinadas variables, al tiempo que lideran otras. Este, por ejemplo, pudo ser el caso de Santa Teresa de Jesús, quien fue una decidida prácticamente de la elisión del nexo en subordinadas completivas ( creo vendrá ), pero mucho menos de otras formas vernáculas de la época, como la variante prepositiva de las perífrasis modales con deber ( deber de + infinitivo). Un desenlace similar apunta Labov (2001) a propósito del comportamiento de algunas mujeres de clase trabajadora en Filadelfia, quienes se colocan a la vanguardia de ciertos cambios fónicos, al tiempo que se muestran mucho más conservadoras en relación con otros rasgos estigmatizados de la pronunciación.
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