4Un ejemplo evidente de la doble dimensión de la risa es la fiesta de los toros en el mundo hispánico. La fiesta nacional despliega su doble faceta: diversión y crueldad.
DIMENSIONES GENERACIONALES E IDIOLECTALES DEL CAMBIO LINGÜÍSTICO: UNA APROXIMACIÓN SOCIOLINGÜÍSTICA *
José Luis BLAS ARROYO
Universitat Jaume I
1. INTRODUCCIÓN
Hasta tiempos recientes, apenas contábamos en la lingüística con estudios longitudinales que analizaran la evolución de ciertas variables lingüística en diferentes cortes históricos de una misma comunidad de habla. En este sentido, el reexamen de la pequeña población suiza de Charmey por Hermann (1929), estudiada ya a principios del siglo XX por Gauchat (1905), o los trabajos de Brink y Lund (1979) sobre el habla de Copenhage –examinados con anterioridad a mediados de siglo–, constituyen una rara excepción hasta el surgimiento de la sociolingüística en la segunda mitad del siglo XX. A partir de ese momento, han proliferado los estudios variacionistas de poblaciones que habían sido ya objeto de estudio quince o veinte años atrás, al tiempo que la sociolingüística histórica se ha servido de estos mismos principios para el análisis de fenómenos de variación y cambio detectados en textos de inmediatez comunicativa en épocas más remotas. Como veremos, estos estudios han supuesto avances destacados en la comprensión del cambio lingüístico.
La distinción entre diferentes tipologías del cambio lingüístico representa una de las cuestiones más debatidas e interesantes en la sociolingüística actual. Los diferentes modelos de cambio lingüístico, en los que se imbrican lo social y lo individual, fueron teorizados inicialmente por Labov (1994), y más recientemente por Sankoff y asociados (Sankoff, 2006; Sankoff y Blondeau, 2007). En lo que sigue, resumimos los principales caracteres de cada uno de ellos.
2. ESTABILIDAD
Junto a esferas de la gramática que no están sometidas a variación, y cuyas reglas pueden considerarse categóricas, existen otras en las que esa variación existe, pero resulta estable en el tiempo. O lo que viene a ser lo mismo: no muestran señales visibles de cambio alguno. Ello demuestra uno de los principios laboveanos, según el cual la variación es una propiedad inherente de la lengua, que preludia el cambio, pero no necesariamente lo contrario. Este es, por ejemplo, el caso de algunos fenómenos variables altamente correlacionados con factores estilísticos y sociales, y que han permanecido así durante largos periodos de tiempo, como sucede con la variable ( -ing ) del inglés (Labov, 2001) o las diferentes variantes de (- s ) en coda silábica estudiadas recurrentemente en el mundo hispánico (Donni de Mirande, 1989; Cepeda, 1995).
Estas variables dan lugar a un patrón de estratificación sociolingüística plano cuando se relacionan con la edad, de manera que los representantes de diversos grupos etarios se comportan de una manera similar en sus realizaciones. Por otro lado, no faltan los casos en los que una variante novedosa, que ha mostrado signos de variación generacional (durante un tiempo, estas variantes aparecen más frecuentemente en el habla de las generaciones jóvenes que en las más adultas), tiende a estabilizarse en un momento posterior. Como hemos visto en otro lugar (Blas Arroyo y Vellón, 2018), un desenlace de este tipo es el que afecta a la construcción artículo + que en subordinadas oblicuas de relativo ( en la casa en (la) que vivo ) en la primera mitad del siglo XX: a diferencia de las centurias anteriores, en las que se aprecia una correlación sistemática entre la edad y la realización de la variable, en las primeras décadas del XX las diferencias se neutralizan completamente, lo que justificaría –entre otras razones– la estabilización de la variable en ese periodo.
3. LOS CAMBIOS GENERACIONALES Y LA HIPÓTESIS DEL TIEMPO APARENTE
Los cambios de este tipo representan uno de los principales hitos de la sociolingüística, y están detrás de la denominada teoría del tiempo aparente , según la cual es posible inferir la existencia de un cambio lingüístico en la comunidad mediante la comparación entre el comportamiento lingüístico de diferentes grupos etarios. Y, más concretamente, cuando esa comparación ofrece una distribución lineal ascendente o descendente (Labov, 2001: 171). En los cambios generacionales, los individuos adquieren la frecuencia de uso de una determinada variante de sus ascendientes más cercanos (padres, abuelos, etc.). Sin embargo, esta puede incrementarse en la adolescencia ( adolescent peak ) (Baxter y Croft, 2016), lo que suele ser, precisamente, un signo de la existencia de ese cambio en marcha. Con todo, al final de este periodo crítico, el sistema lingüístico del individuo tiende a estabilizarse hasta el punto de mantenerse prácticamente inalterado durante el resto de la vida (Lenneberg, 1967). De este modo, el incremento regular en la frecuencia de uso de las formas innovadoras por parte de las sucesivas generaciones da lugar al cambio en el seno de la comunidad (Labov, 1994: 84).
En suma, el cambio generacional implica la existencia de cambios (en marcha) en la sociedad, pero básicamente la estabilidad en la actuación de los individuos, una vez que estos han entrado en la primera edad adulta. Por otro lado, estos cambios suelen tener un periodo inicial en el que la mutación de las formas antiguas por las nuevas se realiza de manera lenta, para acelerarse bruscamente en su fase intermedia y volver a un estadio de mayor lentitud hacia el final de proceso, cuando las variantes novedosas prácticamente se han impuesto ya, quedando relegadas las más antiguas a contextos lingüísticos y extralingüísticos restringidos. En este punto, en el que la característica curva en S alcanza su punto más elevado, se considera que el cambio se ha completado (Weinreich, Labov y Herzog, 1968; Labov, 1994).
Diversos trabajos en tiempo real han confirmado la hipótesis del tiempo aparente basada en estudios sincrónicos previos. A esta nómina corresponden, por ejemplo, el estudio de Fowler (1986), que reproduce el realizado previamente por Labov en varios grandes almacenes neoyorquinos; la investigación de Trudgill (1988) sobre la labialización de /r/- en Norwich; o, en el caso del español, el proceso de lenición de /ch/ en Panamá (Cedergren, 1987). Lo mismo sucede en la sociolingüística histórica con los trabajos de Kroch y sus colaboradores (Kroch, 1989; Pintzuk, 1995; Kroch y Taylor, 1997), a partir del modelo de las gramáticas en competencia ( competing grammars ) y la hipótesis del ritmo constante ( constant rate ). O el estudio de Raumoling-Brunberg (1996) sobre algunos cambios morfológicos en individuos de generaciones distintas de dos familias inglesas de los siglos XVI y XVII. En el caso del español, un cambio de este tipo es el que experimenta la perífrasis tener que + infinitivo, que a partir del XIX comienza a arrebatar ámbitos de uso a la otrora estrella del firmamento modal, haber de (Blas Arroyo, Porcar y Vellón, 2013). Durante esta centuria, el cambio transcurrirá de una manera lenta y moderada, pero, a finales de siglo, y sobre todo con la entrada del XX, este se acelerará bruscamente hasta la práctica compleción del cambio que vemos en la actualidad (Blas Arroyo, 2018).
4. AGE GRADING
Cuando la comparación entre diversos grupos de edad exhibe patrones de distribución lineal, la hipótesis del tiempo aparente puede hacernos pensar en la existencia de un cambio lingüístico en marcha de carácter generacional. Sin embargo, no es esta la única posibilidad. De hecho, el mismo modelo de distribución puede estar relacionado con un fenómeno bien distinto, que no implica el cambio en la lengua, la cual permanece estable, sino tan solo en el habla del individuo. Es el conocido como age grading (Labov, 1994: 84). Este tiene lugar cuando la gente utiliza la lengua de manera diferente en diferentes momentos de su vida. Además, estos cambios pueden reproducirse con el mismo perfil en generaciones sucesivas.
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