Sin duda el lenguaje articulado necesitó miles de años para desplegarse. La cuestión de cuándo puede hablarse de lenguaje verbal articulado es todavía muy problemática. Las muestras de arte y simbolismo suelen aparecer en el Paleolítico superior, esto es, hace cincuenta o cuarenta mil años, según las regiones. Quizá estos testimonios puedan apuntar la existencia de ese tipo de lenguaje. El caso es que tenemos cierta documentación de la presencia de géneros orales complejos 2. Entre esos géneros son frecuentes los juegos y las bromas de horda. En todo caso, la cuestión de la aparición del lenguaje articulado no puede disociarse de otros fenómenos. El crecimiento de las hordas precisó nuevos instrumentos de cohesión, como apunta Dunbar, pero también un reparto más complejo de tareas y un mayor gasto energético para cumplirlas. Esto último es una aportación de Fred Spier.
1. EL COTILLEO Y LA RISA
Los sapiens somos débiles pero tenemos una herramienta prodigiosa: la capacidad de cohesionarnos mediante el discurso y la risa. Esto nos diferencia de otras humanidades –y, por supuesto, de los primates y otros mamíferos– que solo parecen haber tenido una capacidad de comunicación por lenguajes no verbales. Los sapiens hemos fusionado parte de los lenguajes no verbales (la risa, el llanto, los ruidos inarticulados, la gestualización) con el discurso. Y el resultado de esa fusión son los géneros menores de la risa y, dentro de ellos, los géneros del cotilleo y el chismorreo.
La cohesión de los sapiens conoce varias formas y niveles. El discurso del cotilleo y el chismorreo es la forma básica, primera. En este tipo de discurso aparecen dos dimensiones íntimamente asociadas: la alegre y la agresiva. Son las dimensiones de la risa, trasladadas del lenguaje no verbal al verbal para fundar estos géneros 3.
En primer lugar, conviene dejar claro el punto de partida: los géneros menores de la risa son los géneros del cotilleo y del chismorreo, sobre los que se asientan otros géneros más complejos: desde el chiste, el caso y la fábula a la anécdota y las canciones, estos ya géneros artísticos. En medio están proliferando otros géneros que podríamos llamar mixtos: los géneros del chismorreo vinculados a las nuevas tecnologías: Facebook, Whatsapps, Instagram, el correo electrónico o, incluso, Twitter. También el chiste, la fábula y la anécdota son mixtos. Son géneros orales y también escritos. El hecho de que puedan acomodarse a la escritura y que lo hayan hecho hasta el punto de ser considerados géneros de la cultura es un indicio de su trascendencia. Pero esa trascendencia no debe ocultar la que tienen esos otros géneros que no han salido de la oralidad. Esta jerarquía refleja la evolución de esta línea discursiva, desde los niveles más primitivos de la horda a los niveles complejos de la sociedad histórica. Pero conviene no olvidar que en la sociedad moderna siguen funcionando las hordas.
Los géneros del chismorreo y del cotilleo abarcan una amplia gama de géneros del discurso. Desde las quejas a las burlas y las bromas, pasando por el noticiario más o menos mal intencionado, pero siempre teñido de alguna intencionalidad. Como es natural, estos géneros del cotilleo han cambiado con los tiempos. Es de suponer que en su fase inicial –el Paleolítico– fue un género alegre –aunque también cruel, ambivalente–, limitado a la cohesión de la horda, que se consigue mediante recursos y juegos que producen placer, con el sexo en lugar preferente. En sociedades complejas, como son las sociedades históricas, este género convive con otros elementos: las noticias, las informaciones factuales –del tipo «me voy» o «tengo que recoger a mi hijo»–, los enunciados protocolarios –«buenos días» o «perdón»–, la expresión de emociones y sensaciones, etc. Pero nada de lo añadido en las etapas civilizatorias puede desplazar al papel central que cumple el cotilleo, por mucho que hoy el entramado de este género resulte especialmente complejo. Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación han producido fenómenos que prueban el enorme arraigo cultural del cotilleo. Esta variedad les confiere un carácter mixto, seriocómico. Lo mismo pueden servir para lamentarse que para alegrarse y, por supuesto, para zaherir. También permiten establecer jerarquías y alianzas dentro de la horda o del grupo. Socializan a los individuos. Sin estos tenues vínculos los individuos estarían condenados a la soledad. Aristóteles vio este fenómeno cuando, en el libro primero de la Política , dice eso tantas veces citado de que el ser humano es un animal social. Pero añade otra cosa más importante y es que un individuo aislado solo puede ser un animal o un dios. El individuo aislado no es posible en el género humano. El ser humano no puede prescindir de la horda.
Cabe preguntarse qué tienen en común los géneros orales del chismorreo y del cotilleo con los géneros artísticos, sean orales o escritos. Lo primero que tienen en común es su escenario. Todos estos géneros tienen su lugar natural en el tiempo festivo o alegre, esto es, en el tiempo improductivo. Es el tiempo que llamamos de ocio. Esos momentos de ocio se llenan de un discurso para la distracción, por tanto, de perfil cómico o, cuando menos, joco-serio. En el caso de los géneros artísticos sucede otro tanto. En el universo de la oralidad estos géneros aparecen en el tiempo de recreo, que en las hordas primitivas suele ser al caer la tarde, en torno a una hoguera. Así ha sido hasta hace bien poco entre los gitanos españoles. Una hoguera, gobernada por un patriarca, era el centro de reunión de pequeños y mayores. Y allí se contaban obras de géneros literarios tradicionales. Esta práctica ha continuado en culturas avanzadas. Los libros de la Biblia se leían en determinadas festividades. El Cantar de los Cantares se leía o rapsodiaba en la Pascua, Rut en Pentecostés, Eclesiastés en la de los Tabernáculos, Esther en Purim, y en el aniversario de la destrucción de Jerusalén, Lamentaciones. La fiesta conjuga las dos dimensiones de la risa: la crueldad y la alegría (Smadja, 6) 4.
2. CRUELDAD Y ALEGRÍA
Veamos ahora la otra cara de estos géneros: la cara de la crueldad. Estos géneros contienen, junto a su dimensión lúdica, una dimensión cruel, que solemos llamar crítica, burlesca, satírica o, incluso, grotesca. No debe extrañarnos esta vinculación entre alegría y crueldad. Estos géneros están en el germen de nuestra humanidad, como venimos diciendo, y proceden del lenguaje no verbal de las otras humanidades y de los primates. Los tiempos primitivos fueron –y todavía lo son los actuales– tiempos de crueldad y de juego. Ambos son los instrumentos esenciales para la supervivencia de la horda. En un mundo hostil solo la risa (o el juego en tanto que manifestación alegre) puede ofrecer esperanzas en el mañana. Y la crueldad es la acción más genuina de la naturaleza. Los animales son crueles con otras especies y, también, con su misma especie. Así es también el género humano, pero puede compensar esta faceta con la risa.
También se pueden señalar diferencias entre los géneros orales del chismorreo y los géneros culturales de la esfera de la risa. Tal vez la mayor sea que los géneros orales del chismorreo admiten la noticia. Se sitúan en el horizonte de la actualidad. Sin embargo, los géneros literarios son refractarios a la noticia, aunque se apoyen en un caso. Prefieren un tiempo impreciso. En la Modernidad estos géneros se abren a la actualidad con todas sus consecuencias. Recientemente Arellano (2016) ha estudiado los cotilleos sobre la reina Cristina de Suecia en los Avisos de Jerónimo Barrionuevo, una colección de cartas escritas entre 1654 y 1658 y dirigidas a un clérigo de Zaragoza amigo suyo. En sus cartas Barrionuevo mezcla noticias cortesanas, chismes y algún poema o loa en verso a la reina sueca. El carácter joco-serio se contagia incluso a la loa poética, como ha notado Arellano:
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