El método etnográfico ha sido aplicado desde la sensibilidad y quehacer feminista. Las investigadoras han participado en las actividades de los clubes estudiados, en los que se incorporan de forma prudente y tímida al inicio y donde acaban teniendo su propio estatuto. Han “habitado las trincheras” según sus propias palabras, y para ello han tenido que negociar su presencia en cada uno de los clubes. Y, en este proceso, las etnógrafas consiguen tener un espacio asignado, un rol atribuido y unas relaciones definidas. Ellas están allí para observar desde la participación en la actividad. Y, al mismo tiempo, ellas son observadas, clasificadas, etiquetadas. Esta interacción entre observar y ser observadas condiciona la forma de obtener el conocimiento. Es muy ilustrativo ver cómo las investigadoras entran ellas mismas en las lógicas del cuidado comunitario y cómo ellas mismas cuidan las interacciones que generan. Y esto otorga también valor al libro como producto de esta forma de investigar. La observación participante permite reconstruir las prácticas sociales que desempeñan agentes específicos en el contexto en que se generan. Haber participado en los talleres ha permitido realizar el análisis sutil de las dinámicas en su interior.
El libro aporta además unos capítulos introductorios útiles: un estado de la cuestión sobre las mujeres mayores en la investigación social, un capítulo dedicado a presentar la organización social de los cuidados y el envejecimiento en Chile (el papel de la familia, del Estado, del mercado y de la comunidad) y otro que explica las estrategias metodológicas para aproximarse a los clubes de mujeres y para relacionarse con sus componentes. Finaliza con conclusiones que sintetizan las principales características del cuidado comunitario, desde sus dimensiones sociales y políticas.
Y acabaré refiriéndome a las autoras. Conocí a Herminia Gonzálvez Torralbo en un congreso que se celebró en Barcelona. Recuerdo perfectamente el momento en que me explicó la investigación que estaba llevando a cabo en Santiago de Chile sobre mujeres, vejez y cuidados comunitarios. Estábamos compartiendo mesa mientras almorzábamos, éramos un grupo grande y estábamos cerca. Me interesó lo que me explicaba, hablaba con pasión de su trabajo; percibí que no era una mera formalidad lo que estaba haciendo, sino que le interesaba mi opinión. Esto sería el inicio de un diálogo y colaboración académica y también de un vínculo personal y de amistad. Porque la relación con Herminia no puede ser de otra forma. O es una relación fuerte o no es. Porque es alguien que cuida de ella misma y cuida de su entorno; es prudente y valiente al mismo tiempo; tiene iniciativa y ambición y, a la vez, tiene en cuenta con quien está y cuáles son los deseos y expectativas de los demás. No menciono esto gratuitamente: esta actitud cuidadora impregna las páginas de este libro que tienen entre manos.
El libro es una obra colectiva. Herminia Gonzálvez y Menara Guizardi son quienes conducen la investigación y arman la publicación. Comparten autoría con Alfonsina Ramírez, Catalina Cano, Francisca Ortiz y Sofia Larrazabal. Se trata pues de un trabajo en equipo. Tuve oportunidad de conocer a parte de sus componentes en la breve estancia que realicé en Santiago de Chile en octubre del año 2018. Hicimos alguna sesión de trabajo conjunto para comentar la investigación y aprecié la calidad humana e investigadora que se mostraba. Lo cual nos habla de una formación de calidad, y de un funcionamiento que sabe aprovechar las cualidades que cada miembro puede aportar. No puedo escribir sobre cada una de las autoras con el detalle e intensidad que he hecho con Herminia, pero sí debo dar valor a lo que significa una investigación realizada en equipo, que no solo posibilita sumar los aportes de cada investigadora, sino que los multiplica.
No me queda más que recomendar la lectura de este texto, escrito con rigurosidad y bien hacer, que aporta conocimiento sobre dimensiones de la sociedad chilena, sobre las mujeres mayores y sobre el cuidado comunitario. La vejez es abrumadoramente femenina. Y en nuestras sociedades las personas mayores son cada vez más numerosas. Vale la pena pues conocer lo que el libro nos relata.
Dolors Comas d’Argemir
Catedrática de antropología social y cultural.
Universidad Rovira i Virgili, Tarragona, España.
Introducción
Herminia Gonzálvez Torralbo y Menara Guizardi
Para mí, envejecer es la suma de las experiencias por las que he pasado día tras día, desde mi juventud hasta lo que soy ahora. Soy mujer y soy mayor, soy todas esas cosas juntas
(Lucía, 73 años, Santiago de Chile).
Nosotras con ellas
Para las dos editoras de este volumen, el ímpetu por sentir y pensar el envejecimiento femenino ha sido parte de un proceso que desbordó fronteras geográficas, entrecruzando y entretejiendo, simultáneamente, dimensiones personales y profesionales. Esto ha dotado todo cuanto se discute en esta obra de un carácter intersubjetivo que, no obstante, extrapola con creces la experiencia de las editoras. La intersubjetividad constituye el corazón epistemológico de este libro porque las protagonistas de nuestra etnografía –las mujeres mayores de la Región Metropolitana de Chile–, nos han socializado en sus dinámicas comunitarias interpelándonos a participar de ellas como mujeres, militantes, profesionales, cuidadoras, amigas e incluso nietas. Estos roles que ocupamos estaban fuertemente estructurados alrededor de reciprocidades del afecto y del cuidado; de un sistema de dones, como diría Dolors Comas d’Argemir i Cendra (2017), que entreteje trayectorias personales, apoyo mutuo y, cómo no reconocerlo, diversas formas de conflictividad.
Por lo anterior, el presente volumen propone un particular aporte a la conceptualización de las intersecciones entre envejecimiento femenino y cuidados comunitarios. Una forma en la cual toda la reflexión está situada desde mujeres y con mujeres; que se construye a modo de un mosaico de voces, relatos, prácticas y posicionamientos. Relatos nuestros (de las investigadoras y de las mujeres) sobre nosotras y nuestras experiencias del cuidado. Y es precisamente debido a esta estructuración intersubjetiva que elegimos partir esta introducción recuperando, en primera persona, cómo hemos iniciado esta investigación: las dos editoras (representando el equipo de investigadoras que participó de la etnografía que origina el libro) y Lucía (en representación de las mujeres mayores cuyas experiencias comunitarias abordaremos en este volumen).
Herminia
Durante la primavera de 2015 comencé a pensar en la vejez de las mujeres en Santiago de Chile. Entonces, escribía el informe que cerraba una investigación previa, sobre el trabajo de producción y reproducción social que realizan las mujeres a lo largo de sus diferentes edades. Con algo de ingenuidad, en el transcurrir de este proyecto, me sorprendí al darme cuenta de que las mujeres mayores sobresalían, a la luz del enfoque de género y feminista empleado en la investigación, debido a su sobrecarga en el trabajo de sostenimiento de la vida: tanto la propia, como la familiar. Sin que lo hubiera previsto, los resultados de la investigación me confrontaron con la realidad de muchas mujeres mayores quienes, con su invisibilizada sobrecarga de trabajos de cuidado, sostienen sus vidas y las de su entorno.
En 2016, tiempo después de haber terminado esta investigación, enfermé y tuve que operarme de urgencia: fue un año de diversos desafíos de salud vinculados a este episodio. Como soy migrante en Chile, vivo lejos de mis redes familiares femeninas. Mientras me recuperaba, no pude dejar de pensar en las mujeres mayores de la investigación concluida; no pude dejar de pensar en la transcendencia de esta función femenina del cuidado desempeñada por ellas y su importancia para que mujeres, entre ellas, mujeres como yo, puedan sostener sus funciones productivas, a modo de una cadena de cuidado. Lo comprendí, entre otras cosas, porque debí usar toda mi capacidad argumentativa para evitar que mi madre y hermana viajaran los casi 11 mil kilómetros que separan mi ciudad natal, Elche (en el Estado Español), de Santiago de Chile, para acompañarme con su incondicional trabajo de cuidado.
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