Ellas han sido el motivo por el cual nos hemos acercado al estudio del envejecimiento femenino en Santiago de Chile, pero también el impulso para investigar un tema que aún enfrenta muchas resistencias en las ciencias sociales en general, y en el feminismo en particular. La acogida que tuvimos de parte de cada una de ellas fue fundamental. Un reconocimiento especial, se lo dedicamos a las presidentas de estos clubes, quienes apoyaron la investigación desde el primer momento, comprometidas, además, con ayudar en la producción de conocimientos académicos sobre el envejecimiento femenino. También reconocemos el apoyo dado por las profesoras de los talleres, a quienes les agradecemos su paciencia en guiarnos en el papel que asumimos como alumnas de tejido, bordado y cerámica y su orientación fundamental para ir construyendo nuestra pertenencia a los clubes. Cada una de nosotras dedicaría especiales agradecimientos a diferentes figuras femeninas con la cuales interactuamos en los clubes, construyendo relaciones de mucha cercanía y afecto. No lo hacemos aquí por nuestro compromiso ético con mantener sus identidades protegidas, pero les guiñamos el ojo, enviándoles nuestro más tierno abrazo. Desde la camaradería construida, ellas sabrán recibir estos gestos y nuestro cariño genuino.
Pero, además de sostenerse en las redes humanas y afectivas, las investigaciones antropológicas también necesitan apoyarse en redes institucionales. El trabajo que realizamos fue posible gracias al respaldo de la entonces denominada Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile (actualmente, Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo). Todo el proceso de investigación que da origen a este volumen (elaborado entre 2016 y 2019) fue financiado con recursos del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Chile, a través del Proyecto Fondecyt Regular 1160683: “Ser Mujer Mayor en Santiago de Chile: organización social de los cuidados, feminización del envejecimiento y desigualdades acumuladas”, dirigido por Herminia Gonzálvez.
El financiamiento nos permitió algo fundamental para cualquier investigación social: componer un equipo con labores sostenidas a lo largo de tres años. En este equipo, contamos con jóvenes investigadoras interesadas por comprender las relaciones entre género, envejecimiento y cuidados, con quienes compartimos las experiencias etnográficas y el análisis que deslindamos en las páginas que siguen. Esta colaboración es parte fundamental del libro y está plasmada en la autoría de sus capítulos: Francisca Ortiz, Sofia Larrazabal, Alfonsina Ramírez y Catalina Cano, asistentes de investigación, han trabajado con nosotras en la elaboración de varios textos de este volumen y estamos muy agradecidas de su compromiso y colaboración. Pero también quisiéramos expresar nuestra gratitud a las colegas que nos han asistido en momentos puntuales del desarrollo del trabajo: Macarena Huaquimilla, Javiera Carrasco, Florencia Borquez y Natalia Arévalo; cada una de ellas responsables por contribuciones importantes para la etnografía que desarrollamos. El trabajo de cada una de estas colegas nutrió las reflexiones que, unidas, conforman este documento.
Por último, quisiéramos cerrar esta sección dirigiendo estas palabras de gratitud hacia Dolors Comas d’Argemir i Cendra, Joan Prat, Yolanda Bodoque y Montserrat Soronellas y, desde ellos, al Departamento de Antropología y Trabajo Social de la Universidad de Tarragona (Estado Español), cuya acogida fue fundamental para avanzar en la edición de este manuscrito. Una mención especial está dirigida a Dolors Comas d’Argemir i Cendra, quien no solo recibió a Herminia Gonzálvez en su casa, sino que también le abrió las puertas de su hogar, en Altafulla, convirtiéndola en un espacio fundamental de cuidado y de apoyo para la escritura. Su generosidad infinita confirma que una genealogía feminista transnacional (en este caso, entre el Estado Español y Chile) no solo es posible, sino que es necesaria. A Joan Prat, vecino de Altafulla, le dedicamos las últimas palabras de estos agradecimientos. Su curiosidad por conocer los avances semanales de la edición del manuscrito fue un bello y necesario impulso para finalizarlo.
Herminia Gonzálvez y Menara Guizardi
Santiago de Chile, mayo de 2020
1El uso de la expresión “Santiago Centro” para referirse a la comuna es coloquial, no oficial. La adoptamos a lo largo del libro para evitar confusiones con la denominación de la Región Metropolitana, que también se nombra “de Santiago” y del “Gran Santiago” (conurbación que aglutina varias comunas de la región).
Prólogo
Quiero empezar este prólogo comentando el título de este libro y lo que evoca. Las trincheras de los cuidados comunitarios. Una etnografía sobre mujeres mayores en Santiago de Chile. Las autoras han elegido una metáfora bélica para dar título al libro, y una especificación descriptiva para el subtítulo. La trinchera, en terminología militar, es la zanja defensiva que permite estar a cubierto y al mismo tiempo atacar al enemigo. ¿Por qué el cuidado comunitario aparece como una trinchera? ¿De qué se han de defender estas mujeres mayores santiaguinas de las que habla el libro? ¿Y quién es el enemigo? Son preguntas retóricas, para empezar a pensar, que requieren sin embargo del complemento que ofrece el subtítulo. Se trata de mujeres mayores que, en el contexto de una ciudad tan grande y compleja como es Santiago de Chile, seguramente no se trata de un colectivo homogéneo. Se añade, además, la palabra “etnografía”, que informa sobre el método del estudio. Pero vayamos por partes.
El cuidado comunitario es una buena defensa que tienen las mujeres mayores para resistir los embates de lo que ha significado una vida dedicada al cuidado de los demás: de sus hijos e hijas, de su marido, de sus nietos y nietas, de sus familiares. Esta atención hacia otras personas estructura la vida de las mujeres, condiciona sus tiempos de vida, sus actividades, su participación en la sociedad. Los clubes proporcionan un espacio y un tiempo que las mujeres pueden dedicar a ellas mismas. Comparten actividades, vivencias, deseos y frustraciones; por unas horas abandonan su cotidianeidad dedicada a los demás, para ser ellas las protagonistas. Pueden dedicarse al tejido, al bordado, a la pintura o a la cerámica, pero también a la escucha, al relato de sus inquietudes, a dar consejos y a recibirlos desde la lógica de la complicidad, de no dar muchas explicaciones, de discutirse y debatir, de bromear, de practicar la inteligencia emocional.
Esta es la trinchera de resistencia, pero también de agencia que permite seguir en la lucha cotidiana. Una lucha en que el enemigo es poderoso, persistente y no siempre visible. Es esta estructura social que oprime especialmente a las mujeres, dando poco valor a sus actividades y trabajos, que además no son considerados como trabajo, ya que no se pagan y hay que hacer nomás, simplemente por el hecho de ser mujer. A veces esta estructura de opresión se encarna en hechos concretos: en los salarios bajos, un marido autoritario y ausente, en la tensión entre la necesidad de obtener ingresos y la necesidad de cuidar a los hijos o a la madre enferma. Se encarna también en el problema de las pensiones, insuficientes para vivir, en el precio del transporte, o en las dificultades de acceso a la sanidad. Lo que hacen las mujeres mayores en los clubes es cuidado, porque cuidan unas de otras a través de la lógica de compartir y de los afectos, y es comunitario porque emerge de los lazos sociales creados entre ellas a través de los clubes.
El libro nos muestra los entresijos de este cuidado comunitario, cómo se despliega, la materialidad y emocionalidad que se imbrican en él. ¿Qué interés tiene analizar el cuidado comunitario, y qué interés tiene que sus protagonistas sean mujeres mayores y que lo sean de distintas comunas de Santiago de Chile? El libro aporta conocimiento sobre todas estas dimensiones. Y el interés es doble, académico y político: académico porque analiza temas relevantes, como son el cuidado, lo comunitario y las mujeres mayores, y político porque revela el significado e importancia del cuidado comunitario y porque da visibilidad a las mujeres mayores mostrando su diversidad, sus iniciativas y estrategias en sus vidas. Además, se trata de una aportación a las ciencias sociales desde Latinoamérica.
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