Enrique Cruselles Gómez - Fortuna y expolio de una banca medieval

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El presente libro rescata del olvido la historia del banco más importante de la Valencia de finales del siglo XV, que mantuvo relaciones financieras con las grandes ciudades europeas y con empresas como el banco de los Medici. El estudio se organiza en dos épocas, articuladas en tres capítulos: 1) la instalación en Valencia del padre, Martí Ruiz, a principios de siglo (1417), una época en que la capital ejercía su influencia sobre un extenso territorio peninsular; 2) la internacionalización y reconversión empresarial del negocio familiar durante la dirección de los «hereus d'en Martí Roís», sus tres hijos varones, que llegaron a disfrutar de la condición aristocrática, y 3) el hundimiento, con la huida (1487) y la persecución inquisitorial, como resultado de su condición conversa, que permitió al Patrimonio Regio apropiarse de una parte significativa de sus activos financieros y su patrimonio.

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El abastecimiento del mercado valenciano era una posibilidad. Roís no destacó por participar demasiado en las líneas de aprovisionamiento frumentario de la capital, negocio privado relacionado con las propias políticas municipales de ajudes , que en buena medida servían para reforzar las rutas de navegación que unían la capital con los mercados mediterráneos. 50De hecho, la única vez que se comprometió a traer grano a la ciudad procedía de Aragón, donde actuaba su red familiar-empresarial, y era de una cuantía insignificante para el perfil de su empresa, 120 cahíces de trigo candeal. Por ello, percibiría una subvención del municipio de seis dineros por cahíz (si bien ningún escribano llegó a registrar con posterioridad la entrega de la cantidad comprometida de cereal, tras la concesión de dos prórrogas). 51

De los mercados mediterráneos procedían también los esclavos que vendía ocasionalmente. En 1446, designó procurador a un comerciante barcelonés para que recuperara entre otras mercancías una esclava blanca embarcada en Venecia por Francesc Climent, un negociante tortosino que residía en la república de San Marcos, en la nave de Lluís de Salimons, que había sido asaltada por un corsario. Otros productos llegaban a sus manos también por vía marítima. Por ejemplo, la seda. En 1447, Filippo da Casale le cubría los riesgos del transporte de un fardo de seda transportado en la galera de Bernat de Requesens desde Almería a Valencia. A veces se abastecía en el mismo mercado local. Como las más de cinco cargas y cinco arrobas de pimienta importada que compró al mercader de Valencia Joan Martorell. Y en contadas ocasiones estos artículos, adquiridos en los mercados tradicionales de las redes comerciales valencianas, seguían otros destinos. Meses antes de aquel contrato de seguro marítimo citado, Roís se hizo asegurar el envío a Pisa de dos costales de seda cargados en la galera de Bon Giovanni Gianfigliazzi. 52Sin embargo, lo más habitual era que el destino de esta heterogénea gama de artículos fuera Valencia y, a través de ella, la extensa área rural que se abastecía en su mercado. Por ejemplo, vendía pastel o glasto, un tinte azul o añil de uso muy difundido en la industria textil que llegaba a través de la ruta del golfo de León desde su origen tolosano; 53pimienta, llegada del Mediterráneo oriental a través de los grandes mercados de redistribución internacional como Génova o Palermo; o sardinas en salazón, importadas principalmente de la isla de Cerdeña. 54Solo en ocasiones, el propio mercado valenciano abastecía la tienda de la empresa. Así, cuando Roís vendió una esclava de origen ruso a la mujer de Martí de Sayes, obtuvo como pago de parte del precio 25 quintales de greda, una arcilla utilizada como tiza para marcar las telas durante su confección. 55También vendía cañamazo, tela tosca fabricada con fibra de cáñamo, producto típico del mercado valenciano. 56

En cualquier caso, el rasgo común de toda esta actividad subsidiaria de su empresa era la tipología de su clientela. En general, al contrario del caso de la lana y los paños, donde predominaban los operadores comerciales y artesanos de la capital del reino, los compradores de estos artículos llegados del extranjero eran en su mayor parte miembros de las comunidades rurales integradas en el área de influencia del mercado valenciano: mudéjares y vecinos de Segorbe, mudéjares de Càrcer y de Alcàntera de Xúquer, vecinos de El Toro o de alguna otra aldea aragonesa hoy desaparecida, conforman gran parte de sus compradores que acudían a Valencia para conseguir mercancías de difícil distribución en aquellos mercados rurales.

Entrada la década de los años cuarenta, la acumulación de capital generada por la actividad de la compañía obligaba a diversificar el abanico de negocios, haciendo que la empresa perdiera su perfil netamente mercantil y comenzara a asumir servicios y transacciones financieras. De los varios mercados de esta naturaleza que se habían asentado en Valencia durante las décadas de tránsito de los dos siglos, el que se relacionaba en mayor medida con la propia reproducción social del grupo profesional mercantil e identificaba en mejor medida la posición social de los operadores intervinientes era el de arrendamientos de impuestos, principalmente municipales, los conocidos como imposicions o sises . Se trataba de un mercado casi exclusivo de un grupo de hombres de negocios que, reunidos en una sociedad constituida no a través de un instrumento jurídico de fundación sino solo mediante reconocimientos de participaciones firmados en contratos notariales, se aseguró las subastas de las concesiones durante décadas. 57Pertenecer a estas sociedades arrendatarias de la recaudación de la fiscalidad pública suponía haberse integrado plenamente en el seno de la élite mercantil local. Hacia 1440, Martí Roís lo había conseguido. Antes, a principios de la década anterior, se había iniciado en estos negocios gracias al apoyo de su grupo familiar, los Bellpuig, y de las redes de solidaridad conversas. A través de contrato, el corredor Gabriel d’Artés reconocía las cuotas suyas y de sus socios, los comerciantes Vidal de Riusec, Rafael Bellpuig y Martí Roís, en el arrendamiento de las rentas de las villas de Benaguasil y de La Pobla de Vallbona, en aquel momento desgajadas del Antiguo Patrimonio real, que había comprado previamente a Manuel Palomar y Alí Xupió por 43.500 sueldos por un período de tres años. 58

En la década siguiente, los negocios de Martí Roís se centraron en los arrendamientos de los impuestos de la capital y lo llevaron a codearse con lo más granado del grupo mercantil local. En 1443, la sociedad en la que participaba reunía a Daniel Cornet, Joan Alegre, Vidal de Riusec, Daniel Barceló, Vicent Granulles, Miquel Andreu, Gabriel de Riusec, casi todos ellos comerciantes locales, alguno además converso, Alí Xupió y Mahomat Ripoll, insignes representantes de la comunidad mudéjar valenciana. 59Pocos años más tarde, la actividad de Roís en este mercado financiero se extendió a todas las jurisdicciones fiscales. Por un lado, participaba con una setzena en una sociedad arrendataria de las generalidades , los impuestos indirectos anuales que nutrían las arcas del General. El perfil social de sus socios desbordaba el ámbito mercantil y afectaba a ciertos niveles ya ilustres de la sociedad valenciana: los caballeros Joan d’Eixarch, procedente de una familia de pasado mercantil a principios de esa centuria, Jaume d’Esplugues y Jaume Dezpuig, que además ostentaba en ese año el cargo de baile de Xàtiva; el doctor en leyes Joan de Gallach; el notario Antoni Vilana; el ciudadano Lluís Bou, también descendiente de una familia de comerciantes locales, para entonces en vías de ennoblecimiento; los comerciantes Pere de Montblanc, Llorens Ballester, Vicent Granulles y Pere d’Amiga. Con él, la sociedad integraba a once accionistas, tamaño que superaba con creces los límites legales impuestos por la institución. 60Pero, además, buena parte de estos asociados integraba otra sociedad que en el mismo año se había hecho con el arrendamiento del peaje, uno de los impuestos reales más enjundiosos: solo faltaban Jaume Dezpuig, Antoni Vilana y Llorens Ballester, cuyos puestos eran ocupados por los comerciantes Daniel Barceló, Amoretto di Donino, de origen florentino, Bernat Guillem de Reig y el caballero Joan Figuerola. 61Ese mismo año, Martí Roís participaba, al menos, en otra sociedad que había acaparado varias sisas municipales: las del pescado seco y salado, la de los panaderos y la de la mercadería . 62Para ello, testaferros que los representaban participaron en las subastas que los jurados y corredores municipales realizaron en la lonja. Posteriormente, ante la mesa notarial, aquellos confirmaron a los verdaderos arrendatarios. En este caso, predominaban los comerciantes: Daniel Cornet, Lluís Blanch, Bernat Moltó, alias Andreu , y Joan Amat; el cambista Jofré de les Escales, también de origen converso; y los mudéjares Alí Xupió y Mahomat Ripoll. Con ellos, el notario Francesc Escolà, que ya para entonces se había hecho un hueco en estos ambientes financieros. Únicamente en los impuestos municipales de ese año, Martí Roís había invertido una cantidad superior a los 45.000 sueldos, cifra que podría incrementarse mucho de conocer el valor del resto de las inversiones en este sector financiero. Hasta el final de sus días, Roís siguió metido en estos negocios lucrativos: por ejemplo, intervino como avalista de los arrendamientos de las sisas del vino, del tall de drap , del tall de drap d’or e de seda y de la importación de paños extranjeros obtenidos por el corredor Gabriel Esteve en 1451, función que solían cumplir los socios de la empresa en apoyo del testaferro que pugnaba en la subasta por el arrendamiento. Y junto a él, figuraban nombres ya conocidos, junto a otros habituales en las subastas públicas de los arrendamientos municipales en aquellos años: el notario Francesc Escolà, los caballeros Jaume Escrivà, Joan d’Eixarch y Joan Figuerola, los comerciantes Bernat Andreu, Jaume del Mas, Joan Andreu, Bernat Guillem del Reig, Antoni Gallent, Lluís Blanch o Pere Eiximenis. 63

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