Frente a estas iniciativas, Martí Roís puso en marcha otra decisión que representaba mayores riesgos pero que reportaba beneficios interesantes a la empresa, además de favorecer la obligada vertebración de su actividad: comercializar directamente la hebra en los puertos mediterráneos. Para ello, acudía regularmente al mercado de aseguramiento de mercancías. Los destinos de las exportaciones de lana de Roís eran, sobre todo, Génova y Venecia, y ocasionalmente Pisa. 39Combinaba, quizá provocado por los ritmos de aprovisionamiento, el transporte de pequeños cargamentos, integrados por 30 o 50 costales, con el de otros portes que podían ascender hasta los 200 y 300 fardos. En junio de 1444, dieciocho aseguradores cubrieron a Martí Roís el transporte de 200 sacas de lana sucia cargados en la playa de Valencia sobre la nave de Giovanni Mantello con destino a Venecia. 40A Roís le tocaba afrontar una prima del seis por ciento. Sin embargo, el cargamento era de mayores dimensiones, porque tres semanas más tarde otros cinco aseguradores aceptaron los riesgos del transporte de otras 50 sacas, cargadas esta vez en la nave de Lluís de Salimons con los mismos destino y prima. Es decir, que o bien Roís se adaptaba a una estrategia que fraccionaba el riesgo dividiendo los cargamentos y tiempos, o bien seguía los ritmos marcados por los mercados de aprovisionamiento de fibra o de fletamento de naves. Ambos casos entrañaban la exportación de 250 costales, por un valor de 1.150 libras (y la cobertura de los riesgos solía alcanzar un máximo de las dos terceras partes del valor real de las mercancías).
Sin embargo, asumida como mecanismo de reducción de los costes del transporte, en concreto, de moderar la inversión en el armamento de las naves para protegerlas de posibles actos piráticos, la técnica aseguradora solo reducía los riesgos, no los eliminaba, y la pérdida de un cargamento podía implicar un duro golpe para cualquier empresa poco capitalizada. En marzo de 1447, el genovés Antonio Castelleto fletaba su nave, de nombre Santa María , a Martí para transportar entre 180 y 200 fardos de lana a Génova, por lo que le cobró doce sueldos por quintal genovés. Unos días después, el mercader valenciano cerraba un contrato con catorce aseguradores a fin de cubrir con 650 libras las 180 sacas cargadas en la nave de Castelleto. La prima era también del seis por ciento. Dos meses más tarde, Roís nombró procurador a un comerciante residente en Aviñón, Gabriel Ambroise, para recuperar las 180 sacas porque, según constata el acuerdo al que había llegado con sus aseguradores en ese mismo día, estas habían sido robadas por un corsari . 41El cobro de la indemnización era proporcional a las mercancías no recuperadas. Este contratiempo no hizo cambiar a Martí Roís de estrategia y continuó asegurando la exportación de lana a las repúblicas de San Jorge y San Marcos. En ese verano, mediante la cobertura de 1.400 libras arriesgadas por dieciocho aseguradores, arropó el envío de 295 sacos en la nave del veneciano micer Iacopo di Monzo; y con otras 700 libras, 200 fardos transportados a Génova en la nave de Raffaele Grillo. Sin duda, el negocio era lo suficientemente rentable como para correr los riesgos. Además, como se verá más adelante, para entonces, la empresa familiar ya había crecido y tenía presencia estable en aquellos mercados.
El crecimiento de la actividad en el mercado lanero implicaba que tarde o temprano la empresa dirigiera parte de sus negocios hacia la distribución de textiles locales, estrategia de operaciones que permitía el aprovechamiento de sinergias y, en consecuencia, la reducción de los costes de comercialización. Como en el caso de los pelaires Messeguer y Pivert, visto páginas atrás, estas estrategias confluyentes permitían operar con cargamentos de paños, generalmente en pequeñas cantidades, tanto en el mercado local como en el extranjero. Al igual que en el caso de los dos maestros artesanos anteriores, en 1444, Roís volvía a intercambiar lana por paños. En esta ocasión, cuatro pelaires, de nuevo Joan Messeguer, Pascasi Monlleó, Joan Peris y Domènec Peris vendían a Martí Roís sesenta palmillas dieciochenas, de las cuales cincuenta debían ser de un color, de 35 sueldos, y diez, de 60 sueldos, fijando el precio de las primeras en 10 libras y 15 sueldos, y el de las segundas en 13 libras por pieza. 42El mercader se comprometió a pagar las dos terceras partes del valor de los tejidos, entregando 400 arrobas de vellón compradas ese mismo año en La Puebla de Valverde, al precio de 18 sueldos la arroba, y la otra tercera parte en dinero, asumiendo asimismo la adquisición del pastel utilizado en el teñido de los lienzos y el pago de las generalidades. 43Al menos, por lo visto en este contrato de 1444 y los comentados antes, de 1445, Roís se había asegurado un aprovisionamiento de paños a través del trato regular con un grupo de maestros pelaires, en el que destacaba la figura de Joan Messeguer.
Se procuraba paños de esta manera, si bien la escasez de contratos y la tipología textil mencionada indican que este era un negocio secundario. Con ellos en su poder, Roís podía decantarse por dos tipos de transacción: venderlos en el mercado capitalino, generalmente a comerciantes que se encargarían de su exportación, o asumir personalmente su comercialización en el Mediterráneo. En ambos casos, su actividad parece discreta. En un contrato de aquel mismo año, Pere Gilabert, un comerciante local, le debía 18 libras por la compra de tres paños burells . 44En un acuerdo del año siguiente, Bonanat Blanch, otro comerciante valenciano, afirmó adeudarle 139 libras y 2 sueldos por la compra de trece palmillas. 45Mediante estas decisiones, Roís evitaba abandonar el mercado local, atrevimiento que implicaba pasar por peores trances pero que acabaría asumiendo.
Por todo ello, el negocio más fructífero, y más arriesgado, era el aprovisionamiento textil de los mercados catalanes del Mediterráneo central, pues implicaba el encadenamiento de toda una serie de operaciones que llevaban desde los acuerdos con los ganaderos de Teruel hasta los tratos con los clientes de las posesiones catalanas del Mediterráneo. Al menos, Roís mantuvo contacto con dos de ellas, Gaeta y Cerdeña, si bien la escasa frecuencia de estos negocios evidencia que la actividad de la empresa se centraba sobre la comercialización mediterránea de lana. En 1441, un grupo de comerciantes venecianos aseguraba con 1.100 libras a varios mercaderes valencianos, entre los que se encontraba Roís, mallorquines y barceloneses, 29 balas de paños «de la terra» cargados en el grao sobre dos galeras venecianas que debían tomar la ruta hacia Gaeta, por los que percibía una prima del cinco por ciento. 46Años más tarde, en 1448, un mercader barcelonés llamado Bernat Colomer recibía en comenda de la empresa Roís una bala con cinco paños que debía transportar a Cerdeña en la barca de Bernat Ruxot, vecino de Dénia. 47Este era uno de los varios pequeños cargamentos de cuya gestión se encargaba en ese momento Colomer. Mercaderes locales como Lluís de Conca, Daniel Pardo, Lluís Blanch o Mahomat Ripoll contrataban comandas del mismo tipo, y todo el cargamento era negociado conjuntamente en el mercado isleño, quedándose el barcelonés la cuarta parte de los beneficios. Sin embargo, los paños negociados por Roís solo se correspondían por su importe con los exportados por Pardo (valorados en torno a las 50 libras), muy por debajo del valor estimado de los tejidos de los otros comerciantes (80 e incluso más de 100 libras).
La necesidad de rentabilizar los viajes marítimos y afrontar el coste de las estancias en el extranjero obligaba a las compañías mercantiles internacionales de mayor calado, y entre ellas la del propio Martí Roís, a negociar con una variada gama de artículos. 48Nunca grandes cargamentos ni mediante costosas inversiones, pero sí como forma de recolocación del dinero obtenido en la venta de las mercancías exportadas desde Valencia, sobre todo la lana y los paños, que debidamente empleado permitía incrementar los beneficios. Habituado a tratar en los mercados rurales aragoneses para hacerse con el vellón, obtenía en ellos también mulas y rocines que revendía entre los vecinos de las poblaciones rurales por donde pasaban sus recuas y carretas. Incluso cedía, en pactos a medias, a campesinos los animales para su cría y venta. 49
Читать дальше