Me desperté por un ruido de maquinaria pesada que había en el ambiente, como si algo se hubiese reactivado en el metro. Me sentía pesado pero descansado y muy hambriento, abrí la puerta muy lento para espiar, pero no vi a nadie. Salí y avance por el pasillo de la derecha, llegué a una escalera de salida que, antes de comenzar a subir, ya sabía que estaría bloqueada, pero a lo lejos escuchaba algunos autos pasar. Miré hacia atrás para vigilar mi espalda, pero no vi nada raro, y, cuando volví a darme vuelta, mi corazón se detuvo unos segundos: varias personas bajaban la escalera, viniendo desde afuera.
Mi primera impresión fue que eran como los “borrachos” de los que había estado escapando toda la noche pero, al mirar mejor, vi que era gente “normal”, hablando por teléfono, tomando café, llevando las típicas baguettes de pan francés. Quedé inmóvil, un poco por el susto inicial y otro poco por la sorpresa, mientras las personas pasaban por mi lado casi sin mirarme.
Subí por la escalera con un poco de confusión. Era la salida del frente del metro a la que me había asomado antes, solo que ahora estaba abierta, así que empecé a caminar entre la gente. No entendía qué sucedía, ¿realmente había pasado todo lo que viví? Hasta ese punto dudaba, pero luego vi algo que me aterrorizo de igual manera que los “borrachos”: Gabrielle venía cruzando la calle en dirección contraria, con la misma ropa que tenía la noche anterior, solo que más sucia. Cuando estaba a punto de hablarle, abrió los ojos bien grandes, con desesperación, y su gesto me convenció de inmediato. Negó con la cabeza y lentamente se llevó un dedo a los labios, le hice caso y pasé a su lado sin decir nada. Llegué a la vereda del frente y me di vuelta para ver a qué se refería con esa actitud, pero no vi nada fuera de lugar, solo a ella que se alejaba rápidamente entre la multitud de personas que circulaban. Eran las 10 hs.
Llegué al hotel, me bañé y comí algo en la habitación, estaba hambriento. Me acosté en la cama, pensando en todo lo que había vivido y en la actitud de Gabrielle, pero rápidamente me dormí.
Cuando abrí los ojos, desorientado por la larga siesta, pensé que seguía soñando, ya que no estaba en mi habitación, sino en una especie de celda, oscura y fría. Miré hacia afuera y vi un pasillo largo y lleno de puertas como la mía, y, de vez en cuando, se escuchaban ruidos como los que había escuchado en el metro, los que emitían los “borrachos”.
Ninguna de las personas que han venido a darme de comer me han explicado nada. Parecen científicos, y, de vez en cuando, veo pasar algunos militares armados llevando atado a algún individuo que se retuerce violentamente en sus ataduras.
Hace casi seis meses que estoy en esta especie de cuarentena. Todavía no he tenido respuesta, mi única conjetura sobre mi ubicación es que es en alguna instalación del campo francés, por la pequeña ventana de mi habitación veo unas praderas sembradas y una valla de seguridad, y, a unos metros, un pequeño arroyo de correntada veloz.
Espero que alguien encuentre esta carta, que llegue a algún ser humano que pueda conocer mi historia, sacarla a la luz, exponer todo este encubrimiento. Es mi única esperanza de que pueda salir de esta con vida. Voy a tirar la botella al arroyo, deséenme suerte.
NOTICIAS DEL FUTURO
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