coedición
Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad de Guadalajara
Editorial Paraíso Perdido
derechos reservados
© 2015, Alicia Caldera Quiroz
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© 2015, Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad de Guadalajara
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Francisco Javier Díaz Aguirre
secretario general
Alicia Caldera Quiroz
secretario de comunicación social
© 2015, Editorial Paraíso Perdido
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www.editorialparaisoperdido.com
editorialparaisoperdido@gmail.com
primera edición impresa, noviembre 2015.
isbn 978-607-8098-74-3
primera edición epub, agosto 2020.
isbn 978-607-8646-57-9
Se autoriza la reproducción de este libro total o parcialmente, por cualquier medio, actual o futuro, siempre y cuando sea para uso personal y sin fines de lucro,
citando al autor y a la editorial.
hecho en México
made in Mexico
índice
PRÓLOGO
DUCANGE MÉDOR
LOS CRISOLES DE MI MATERNIDAD
MAYRA PATRICIA AYÓN SUÁREZ
UN TEXTO QUE NO ME DEJABA DORMIR: HABLAR DE LA MATERNIDAD Y EL TRABAJO, ¿ES IMPORTANTE?
ALICIA CALDERA QUIROZ
LA ADAPTACIÓN DE LA MATERNIDAD
SANDRA C. DÍAZ CORDERO
NADIE PUEDE SERVIR A DOS AMOS… PERO A VECES SÍ
KARLA GARDUÑO
DEMASIADO TIEMPO A LA MATERNIDAD
CAROL JOHNSON
TIRAR MADRES A SU CASA: LA HOSTILIDAD HACIA LAS PRÁCTICAS DE PATERNIDAD Y MATERNIDAD EN LOS ESPACIOS PÚBLICOS
LILIANA LANZ VALLEJO
MI EXPERIENCIA DE SER MAMÁ O DE CÓMO SENTIRSE ABRUMADA POR TODOS LOS SENTIMIENTOS, SANAR HERIDAS Y SALIR ADELANTE
ANA LILIA LARIOS SOLÓRZANO
TIEMPO DE MADRES
SOFÍA OROZCO VACA
CRÓNICAS DE UNA MAMÁ
KARINA TORRES
DE LAS AUTORAS
prólogo
ducange médor
Hace algunos años, entré a la sala de profesores de una universidad donde enseñaba con uno de los cinco tomos de la Historia de las mujeres de Duby y Perrot (1993) bajo el brazo. Al ver el título, un colega exclamó: “¡Qué chingón! Una historia de las mujeres!” Para enseguida agregar, como en un rapto de desilusión: “¡Pero escrito por un cabrón!”
Es posible que el lector de este libro sobre experiencias y percepciones de un grupo de mujeres madres sobre la maternidad o su maternidad se sorprenda de que esté prologado por un varón… o un “cabrón”, como dijera aquel colega. Para nuestro sentido común sexista, un libro de y sobre mujeres debería contener únicamente reflexiones, vivencias y perspectivas de mujeres. Más allá de las apariencias, aún estamos anclados en la estereotipada concepción según la cual las mujeres deben ocuparse de las cosas de mujeres, y así los hombres.
Cuando mi amiga Sandra, una de las autoras de este volumen, me propuso redactar las primeras líneas de este libro sobre experiencias de maternidad, de forma espontánea contesté que sí. Porque sabía que me invitaba no tanto en calidad de hombre —como si pudiera aportar una cuota del capital simbólico que parece entrañar el sólo hecho de ser varón, según la fórmula de Bourdieu: “la masculinidad como una forma de nobleza”—, sino por mi obstinación a considerarme como una persona humana antes que un hombre. Generalmente, siento más simpatía por las virtudes y cuestiones calificadas de femeninas que las masculinas, y suelo hallar mayor interés en las conversaciones de las mujeres sobre sus “asuntos” que en las de los varones y los “asuntos” correspondientes. Esto me ha valido de la misma amiga el ingenioso mote de “lesbiano”. Y es en cuanto tal que escribo estas notas: como quien por un accidente nació macho, fue criado como hombre y lleva años esforzándose por “deshacer el género” y construirse como un ser humano.
Acepté ser parte de este iniciativa porque estoy convencido de que las cosas de las mujeres son o deben ser también cosas de los varones y viceversa. La maternidad es también cosa de hombres. Y biológicamente lo es, salvo que nuestra socialización nos ha enseñado lo contrario. Según el primatólogo Franz de Waal, ser mamífero se define por la capacidad de cuidar o de brindar protección; características que son, a mi entender, definitorias de la maternidad. Varones y mujeres tenemos la misma capacidad para criar, cuidar y proteger, salvo que somos educados para idenficar la protección masculina con el poder, el control y la dominación y no con la empatía y el cariño (Szil, s/f). Soy un convencido de que la atribución sexista de virtudes, sentimientos y actividades a mujeres y varones es perjudicial para todos y nos limita seriamente en nuestras posibilidades de libertad, de bienestar, de autorrealización. Por eso me esfuerzo con otros por luchar en contra de esos muros simbólicos que encajan a ellas y ellos en universos que pueden ser contrarios a sus disposiciones más profundas. Mi participación en este volumen es un acto simbólico de resistencia contra las murallas erigidas por el género y de solidaridad con los reclamos de las madres porque en esta sociedad maternar y trabajar no sean funciones opuestas.
Pienso que en muchos momentos de mi vida he sido madre. He cuidado, querido y me he preocupado por otros (sobre todo niños) casi como lo hubiera hecho una mujer madre. Digo casi porque, como dice una autora, ser madre es una tarea que dura toda la vida; y porque parecería que hay en las hembras cierta propensión biológica a cuidar a sus crías más que los machos, resultante de la mayor inversión en la gestación y del mayor costo de reposición (De Waal, 2011; Trivers, 2013). Como sea que fuere, se trata simplemente de una ligera diferencia en la inclinación (que las circunstancias pueden exacerbar o menguar) mas no en la capacidad.
En el libro que tenemos entre manos un grupo de mujeres madres narran el lento y acelerado, gozoso y angustiante proceso por el que aprendieron a convertirse en madres. Hay muchos puntos de encuentro entre las narraciones, pero cada una es particular. Todas son madres pero hay tantas formas de ser madre como hay mujeres que lo son. La maternidad es una y múltiple.
Más allá de sentimentalismos y falsa cortesía, digo sin ambages: es para mí un enorme privilegio y un honor ser el único varón invitado a colaborar en este libro.
Hace algunos años, tuve la oportunidad de entrevistar a algunas de las autoras para una investigación en la que una parte trataba del tema de este volumen. Leer sus experiencias me hizo recordar aquellas horas de entrevistas en las que me contaron situaciones y preocupaciones un tanto idénticas a las que el lector leerá en las siguientes páginas. Todas estas experiencias confirman mi idea de que ser madre trabajadora en la sociedad méxicana es un oxímoron. Las estructuras laborales y familiares están ordenadas de modo tal que a las mujeres madres les resulta sumamente complicado ingresar al trabajo remunerado. Generar ingresos o empoderarse económicamente suele ser al precio de renuncias y sacrificios personales. Aquella idea sobre las dobles o triples jornadas de trabajo de las mujeres es muestra de eso.
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