Di Palma, Irene Laura
Madre de la Palabra de Dios y Guardiana de nuestra fe / Irene Laura Di Palma. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : De la Palabra de Dios 2021.
Libro digital, EPUB - (María en el mundo / Irene Laura Di Palma)
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-48292-0-7
1. Espiritualidad. 2. Espiritualidad Cristiana. 3. Apariciones. I. Título.
CDD 232.917
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Diseño de tapa e interior: Cristian Chaives
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Introducción
A lo largo de la historia de la Iglesia, María, la Madre de Nuestro Señor y Madre nuestra, acompaña solícitamente el peregrinar de sus hijos en la tierra. Es tanto el amor que nos da que no dejamos de invocarla expresándole nuestra devoción de diferentes maneras.
Ella se presenta en todo el mundo y, a pesar de ser una sola, parece tener gran variedad de títulos y vestidos, según el lugar de su aparición, la forma que toma la devoción o el patronazgo que puede otorgarle una institución. Son algunos de sus nombres: Nuestra Señora de Fátima, Nuestra Señora de Lourdes, Nuestra Señora del Carmen, la Virgen de la Medalla Milagrosa, la Virgen del Rosario, Nuestra Señora de Luján, María Auxiliadora, la Reina de la paz y la Guardiana de la fe, por ejemplo.
El Movimiento de la Palabra de Dios, como carisma eclesial surgido en la segunda mitad del siglo XX, siempre ha reconocido en su camino histórico la compañía maternal de María. No solo en el proceso particular de cada grupo de oración y comunidades, sino también en su crecimiento y desarrollo como Obra de la Iglesia. A partir del año 1974 celebra una jornada anual de María en el mes de agosto.
En 1995, su fundador, el Padre Ricardo Mártensen, luego de participar de la experiencia de los acontecimientos marianos ocurridos en El Cajas, Ecuador, recibió una unción especial para describir la imagen de María que acompañaría la vida de nuestro carisma, la Madre de la Palabra de Dios y Guardiana de nuestra fe.
El objetivo de estas páginas es dar a conocer esta advocación mariana. Queremos compartir la gracia que nos ofrece la Santísima Virgen, el relato de cómo tuvo lugar la inspiración, los sucesos que dieron a luz la imagen y los frutos de su presencia maternal en nuestro camino eclesial.
Para ello, hemos buscado pasajes significativos en charlas ofrecidas por el Padre Ricardo en distintos encuentros de la Obra, en sus publicaciones y en sus manuscritos. También recogimos experiencias, algunas de las cuales están en el desarrollo del libro y otras, en dos testimonios que presentamos al final.
Agradecemos al Padre Ricardo por su cuidadosa lectura del texto, para que el contenido refleje la veracidad de los hechos acontecidos a lo largo de la historia.
Este título es parte de la Colección María en el mundo. Es nuestro deseo que muchos puedan conocer la presencia de María en la historia de la humanidad y disfrutar del regalo inmenso que significa recibir en el corazón el amor de nuestra Madre del cielo.
Editorial de la Palabra de Dios
Un signo
de los tiempos
Desde los comienzos de la Iglesia, la cercanía de la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, se ha manifestado en todo el mundo en gran cantidad de ocasiones.
Podemos decir que las manifestaciones marianas de la actualidad son un “signo de los tiempos” y los mensajes de la Virgen en sus apariciones siempre hablan de la oración y la conversión, y nos invitan a volver nuestra mirada a Dios.
Vale la pena señalar que la expresión “signo de los tiempos” aparece en el Evangelio de Mateo (16,3) y en el de Lucas (12,54-56), en donde Jesús alerta sobre el discernimiento de lo cotidiano y la atención constante a la voluntad de Dios. Por lo tanto, los acontecimientos históricos que logran crear un consenso universal y que permiten la comprensión de “tiempos” o etapas fundamentales de la historia de la humanidad, podrían considerarse “signos” por los cuales Dios les quiere transmitir “algo” a los hombres. Ahora bien, será el hombre quien decida si desea acercarse a Dios y oír al que habla desde el cielo (Cf. Neh 9,13).
En este sentido, al encarnarse en una mujer virgen de Galilea, Dios habló a la humanidad. Dice la Escritura: “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 1.14). Es así como nuestra fe manifiesta que la anunciación inaugura la “plenitud de los tiempos”, es decir el cumplimiento de las promesas. María es invitada a concebir a Aquel en quien habitará “corporalmente la plenitud de la divinidad” (Cf. CIC 484).
Y la Santísima Virgen aceptó ser la Madre de la Palabra de Dios que fue humanamente concebida por obra y gracia del Espíritu Santo (Cf. CIC 456.485).
María, como Madre de Dios y de los hombres, no es ajena a la vida de sus hijos en la tierra. Por eso, en las apariciones marianas también existen los mensajes que reciben los videntes. Si bien estos son revelaciones privadas, en su contenido –con su debido discernimiento– se puede percibir la preocupación de una madre por sus hijos. Es María quien intenta orientarnos hacia el Corazón de su Hijo Jesús.
“Si María habla es porque tiene que comunicar cosas importantes a la Iglesia y al mundo. Por eso hay que escucharla con un corazón sencillo, humilde y creyente. (…) La presencia de María en este tiempo histórico no es ocasional. María viene como mensajera de Dios y de su Hijo”.1
También sobre los acontecimientos marianos, Monseñor Terán Dutari, exobispo auxiliar de Quito que acompañó la manifestación de María en su país, reflexiona:2 “El puesto y la misión de María para todo el hecho cristiano en sus dimensiones históricas, y ahora particularmente para las manifestaciones de que hablamos sería que Dios ha querido salvar al mundo de todo el mal que, por culpa de nuestra misma libertad, amenaza la vida humana verdadera; ha querido recomenzar su historia con los hombres, pero entrando Él mismo en nuestra historia, asumiendo personalmente la vida humana”.
Por lo tanto, la respuesta de la Virgen al anuncio del ángel, “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según has dicho” (Lc 1,38), revela la soberanía de Dios sobre todas las criaturas, al mover el corazón de una joven de Galilea para responder positiva y confiadamente a su designio amoroso de rescatar a la humanidad de la esclavitud del pecado a través de la ofrenda de su Hijo hecho hombre.
Por último, podemos recoger lo que nos enseña el Catecismo: “La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones misteriosas por
las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres” (CIC 502).
1 “Si María habla es porque tiene que comunicar cosas importantes a la Iglesia y al mundo. Por eso hay que escucharla con un corazón sencillo, humilde y creyente. (…) La presencia de María en este tiempo histórico no es ocasional. María viene como mensajera de Dios y de su Hijo”.
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