1 También sobre los acontecimientos marianos, Monseñor Terán Dutari, exobispo auxiliar de Quito que acompañó la manifestación de María en su país, reflexiona:2 “El puesto y la misión de María para todo el hecho cristiano en sus dimensiones históricas, y ahora particularmente para las manifestaciones de que hablamos sería que Dios ha querido salvar al mundo de todo el mal que, por culpa de nuestra misma libertad, amenaza la vida humana verdadera; ha querido recomenzar su historia con los hombres, pero entrando Él mismo en nuestra historia, asumiendo personalmente la vida humana”. Por lo tanto, la respuesta de la Virgen al anuncio del ángel, “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según has dicho” (Lc 1,38), revela la soberanía de Dios sobre todas las criaturas, al mover el corazón de una joven de Galilea para responder positiva y confiadamente a su designio amoroso de rescatar a la humanidad de la esclavitud del pecado a través de la ofrenda de su Hijo hecho hombre. Por último, podemos recoger lo que nos enseña el Catecismo: “La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres” (CIC 502). 1 . Cf. P. Ricardo, Hoja de María Nº 2, octubre de 1997, Centro Mariano “Arca de la Nueva Alianza”. 2 . Cf. P. Ricardo L. Mártensen, Al final Dios triunfará sobre todas las cosas. Estudio pastoral de los mensajes marianos de Cuenca – Ecuador. Buenos Aires, Ed. de la Palabra de Dios, 1997, p. 19. . Cf. P. Ricardo, Hoja de María Nº 2, octubre de 1997, Centro Mariano “Arca de la Nueva Alianza”.
2. Cf. P. Ricardo L. Mártensen, Al final Dios triunfará sobre todas las cosas. Estudio pastoral de los mensajes marianos de Cuenca – Ecuador. Buenos Aires, Ed. de la Palabra de Dios, 1997, p. 19.
Modos de invocar
a la Virgen
Con el “sí” de María, el Padre nos abrió la puerta a una nueva dimensión de su paternidad sobre los hombres: darnos una Madre.
Desde el “sí” que expresó el día de la Anunciación, ella no ha dejado de manifestarse: estuvo a los pies de la cruz, acompañó amorosamente a los apóstoles luego de la partida del Maestro y, ya asunta a los cielos, se hizo presente en numerosas apariciones ocurridas en todo el mundo a través de los siglos. Lo confirman los padres conciliares: “Con su múltiple intercesión [la Virgen María] continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada” (Lumen Gentium, 62).
Dice la Palabra de Dios: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: ‘Mujer, aquí tienes a tu hijo’. Luego dijo al discípulo: ‘Aquí tienes a tu madre’. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19,24-27). Fue el Hijo quien nos dio el regalo de su Madre. Jesús, que ya lo había ofrecido todo, en los últimos minutos de su vida quiso darnos también el tesoro más preciado para un hijo: su madre. De esta manera el Señor declaraba la maternidad universal de María sobre el Pueblo de la Nueva Alianza.
Esta gracia recibida por la Iglesia desde su fundación en Pentecostés hace que cada uno de nosotros nos apropiemos de la Madre y podamos llamarla con distintos nombres para invocar su protección y cuidado.
Al abrazar este regalo de la maternidad de María, la Iglesia comienza a reconocer en la Santísima Virgen hermosos y muy variados modos de invocarla: Abogada junto al Padre, Auxiliadora de los Cristianos, Socorro en nuestras necesidades, Mediadora de todas las gracias, etc. (Cf. LG 62).
Estos, como tantos otros nombres, son lo que reconocemos como advocaciones marianas.
Una nueva
advocación
En la historia del Pueblo de Dios, Nuestra Madre del cielo, a pesar de ser una sola, parece tener muchos vestidos y títulos según el lugar de su aparición, la forma que toma la devoción o el patronazgo que, por ejemplo, puede otorgarle una institución. Por mencionar solo algunas advocaciones, nombramos a Nuestra Señora de Fátima, Nuestra Señora de Lourdes, Nuestra Señora del Carmen, la Virgen de la Medalla Milagrosa, la Virgen del Rosario, Nuestra Señora de Luján, María Auxiliadora, la Reina de la paz y la Guardiana de la fe, por ejemplo.
Por otro lado, en la corriente carismática suscitada por el Espíritu Santo en la formación de nuevas comunidades y movimientos eclesiales, algunos carismas adquieren una advocación mariana que los identifica y en la cual reconocen la compañía de la Virgen. Es el caso de María Auxiliadora para la familia salesiana o la Mater ter Admirabilis (Madre tres veces Admirable) para el Movimiento Schöenstatt, entre otros.
En nuestro carisma en particular, el Movimiento de la Palabra de Dios,3 institución de la Iglesia católica nacida en la Argentina en la Pascua de 1974, se reconoce como principal imagen de referencia a María Madre de la Palabra de Dios y Guardiana de nuestra fe.
Si bien María está presente en la historia del Movimiento desde el primer año de vida, mucho tiempo después, a partir de una fuerte experiencia mariana, el Espíritu le reveló al fundador, el Padre Ricardo, la imagen de la Virgen que acompañaría la vida del carisma.
María Madre de la Palabra de Dios y Guardiana de nuestra fe fue presentada oficialmente a los miembros de la Obra en agosto de 1998 y a partir de ese momento es la advocación reconocida y querida por los hermanos pertenecientes a los grupos y comunidades.
Puede decirse que esta nueva presencia mariana es fruto de un discernimiento espiritual y pastoral, al integrar la espiritualidad propia del carisma del Movimiento de la Palabra de Dios y la experiencia de gracia acontecida a partir de la aparición de la Virgen en Ecuador como María, Guardiana de la fe.
Al respecto de ese acontecimiento mariano, recogemos las siguientes palabras de Monseñor Terán Dutari: “María es la Guardiana de la fe que nos lleva a la conversión y a toda obediencia ante la Palabra de Dios, para guardarla y cumplirla. María Guardiana nos hace experimentar, como una realidad estupenda en nuestras vidas y en el mundo de hoy, lo que la fe católica nos enseña: que el mundo no está definitivamente perdido; que a pesar de todas las innegables lacras de esta civilización materialista y atea, el Padre Dios quiere que colaboremos con sus planes misericordiosos y esperanzadores sobre la humanidad”.4
3. Ver Nota aclaratoria al final de este libro.
4. Cf. Ibídem nota 2.
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