Benito Pérez Galdós
Dos historias de casadas
e-artnow, 2020
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EAN 4064066060602
PARTE PRIMERA PARTE PRIMERA Índice
-I- -I- Índice
Juanito Santa Cruz Juanito Santa Cruz Índice
- i -
- ii -
-II-
Santa Cruz y Arnaiz. Vistazo histórico sobre el comercio matritense
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
-III-
Estupiñá
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
-IV-
Perdición y salvamento del Delfín
- i -
- ii -
-V-
Viaje de novios
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
-VI-
Más y más pormenores referentes a esta ilustre familia
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
-VII-
Guillermina, virgen y fundadora
- i -
- ii -
- iii -
-VIII-
Escenas de la vida íntima
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
-IX-
Una visita al Cuarto Estado
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- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
- ix -
-X-
Más escenas de la vida íntima
- i -
- ii -
— iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
-XI-
Final, que viene a ser principio
- i -
- ii -
- iii -
Madrid.—Enero de 1886.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
Fortunata y Jacinta: (dos historias de casadas)
por B. Pérez Galdós
PARTE SEGUNDA
-I-
Maximiliano Rubín
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
-II-
Afanes y contratiempos de un redentor
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
- ix -
-III-
Doña Lupe la de los Pavos
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
-IV-
Nicolás y Juan Pablo Rubín.—Propónense nuevas artes y medios de redención
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- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
-V-
Las Micaelas por fuera
- i -
- ii -
- iii -
-VI-
Las Micaelas por dentro
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
- ix -
- x -
-VII-
La boda y la luna de miel
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
- ix -
- x -
- xi -
- xii -
Madrid.—Mayo de 1886.
FIN DE LA PARTE SEGUNDA
Fortunata y Jacinta: (dos historias de casadas)
por B. Pérez Galdós
PARTE TERCERA
-I-
Costumbres turcas
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
-II-
La restauración vencedora
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
-III-
La revolución vencida
- i -
- ii -
-IV-
Un curso de filosofía práctica
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
- ix -
- x -
-V-
Otra restauración
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
-VI-
Naturalismo espiritual
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
- ix -
- x -
- xi -
-VII-
La idea... la pícara idea
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
Madrid.—Diciembre de 1886.
FIN DE LA PARTE TERCERA
Fortunata y Jacinta: (dos historias de casadas)
por B. Pérez Galdós
PARTE CUARTA
-I-
En la calle del Ave-María
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
- ix -
- x -
- xi -
- xii -
-II-
Insomnio
i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
-III-
Disolución
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
-IV-
Vida nueva
- i -
- ii -
-V-
La razón de la sinrazón
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
-VI-
Final
- i -
- ii -
- iii -
- iv -
- v -
- vi -
- vii -
- viii -
- ix -
- x -
- xi -
- xii -
- xiii -
- xiv -
- xv -
- xvi -
Madrid.—Junio de 1887.
FIN DE LA NOVELA
Índice
Índice
Índice
Índice
Las noticias más remotas que tengo de la persona que lleva este nombre me las ha dado Jacinto María Villalonga, y alcanzan al tiempo en que este amigo mío y el otro y el de más allá, Zalamero, Joaquinito Pez, Alejandro Miquis, iban a las aulas de la Universidad. No cursaban todos el mismo año, y aunque se reunían en la cátedra de Camús, separábanse en la de Derecho Romano: el chico de Santa Cruz era discípulo de Novar, y Villalonga de Coronado. Ni tenían todos el mismo grado de aplicación: Zalamero, juicioso y circunspecto como pocos, era de los que se ponen en la primera fila de bancos, mirando con faz complacida al profesor mientras explica, y haciendo con la cabeza discretas señales de asentimiento a todo lo que dice. Por el contrario, Santa Cruz y Villalonga se ponían siempre en la grada más alta, envueltos en sus capas y más parecidos a conspiradores que a estudiantes. Allí pasaban el rato charlando por lo bajo, leyendo novelas, dibujando caricaturas o soplándose recíprocamente la lección cuando el catedrático les preguntaba. Juanito Santa Cruz y Miquis llevaron un día una sartén (no sé si a la clase de Novar o a la de Uribe, que explicaba Metafísica) y frieron un par de huevos. Otras muchas tonterías de este jaez cuenta Villalonga, las cuales no copio por no alargar este relato. Todos ellos, a excepción de Miquis que se murió en el 64 soñando con la gloria de Schiller, metieron infernal bulla en el célebre alboroto de la noche de San Daniel. Hasta el formalito Zalamero se descompuso en aquella ruidosa ocasión, dando pitidos y chillando como un salvaje, con lo cual se ganó dos bofetadas de un guardia veterano, sin más consecuencias. Pero Villalonga y Santa Cruz lo pasaron peor, porque el primero recibió un sablazo en el hombro que le tuvo derrengado por espacio de dos meses largos, y el segundo fue cogido junto a la esquina del Teatro Real y llevado a la prevención en una cuerda de presos, compuesta de varios estudiantes decentes y algunos pilluelos de muy mal pelaje. A la sombra me lo tuvieron veinte y tantas horas, y aún durara más su cautiverio, si de él no le sacara el día 11 su papá, sujeto respetabilísimo y muy bien relacionado.
¡Ay!, el susto que se llevaron D. Baldomero Santa Cruz y Barbarita no es para contado. ¡Qué noche de angustia la del 10 al 11! Ambos creían no volver a ver a su adorado nene, en quien, por ser único, se miraban y se recreaban con inefables goces de padres chochos de cariño, aunque no eran viejos. Cuando el tal Juanito entró en su casa, pálido y hambriento, descompuesta la faz graciosa, la ropita llena de sietes y oliendo a pueblo, su mamá vacilaba entre reñirle y comérsele a besos. El insigne Santa Cruz, que se había enriquecido honradamente en el comercio de paños, figuraba con timidez en el antiguo partido progresista; mas no era socio de la revoltosa Tertulia , porque las inclinaciones antidinásticas de Olózaga y Prim le hacían muy poca gracia. Su club era el salón de un amigo y pariente, al cual iban casi todas las noches D. Manuel Cantero, D. Cirilo Álvarez y D. Joaquín Aguirre, y algunas D. Pascual Madoz. No podía ser, pues, D. Baldomero, por razón de afinidades personales, sospechoso al poder. Creo que fue Cantero quien le acompañó a Gobernación para ver a González Bravo, y éste dio al punto la orden para que fuese puesto en libertad el revolucionario, el anarquista, el descamisado Juanito.
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