Dejamos para la siguiente sección las repercusiones de esta encrucijada. Pero en aras de las trayectorias seguidas por algunas historias de la literatura parece lógico apuntar las alternativas pedagógicas que generaron. Me refiero concretamente a la función mediadora de la ideología que despertó en las décadas de los sesenta y setenta, a la recontextualización cultural de la historia literaria en ese mismo período y a las orientaciones estructuralistas y postestructuralistas que apuntaron itinerarios textuales bastante diferentes. La incidencia de la ideología en la revisión de la historia literaria proporcionó revisiones estratégicas de autores clásicos y de la cultura popular que inicialmente no cambiaron la estructura consensuada de la historia literaria, tal vez en razón de una aplicación cautelosa y multicultural de la crítica marxista, pero que gradualmente fueron interpelando de forma radical algunos pilares conceptuales de la historia literaria norteamericana: la mitología fundante, la sacralización de “a usable past”, el liberalismo, la conciencia de clase, la retórica utópica, la historia del expansionismo y su idealización literaria o las contradicciones entre lo público y lo privado. Las matizaciones que Bercovitch ofrece en The Rites of Assent: Transformations in the Symbolic Construction of America (1993) sobre esta trayectoria ideológica presentan al lector una confrontación que no puede dejarle en situación de equilibrio calculado: entre alinearse con Matthiessen y Spiller y así transcender toda ideología, o problematizarla asumiendo sus compromisos y la implicación personal en un momento histórico preciso (Bercovitch 1993: 356-7).
Este compromiso crítico y metodológico ha subrayado las revisiones sucesivas de la historia literaria, acentuando expresamente que en esas décadas la idea de consenso se rompió totalmente, que cualquier reconstrucción pasa por la aceptación de los problemas de raza, clase y género como constitutivas de esa historia y que las normas políticas son inherentes a la construcción de la historia literaria. Para el editor de Reconstructing American Literary History (1986), el propio Bercovitch, estos enunciados permiten divisar unos paisajes ideológicos ciertamente atractivos en torno a la literatura popular (Morris Dickstein), la esclavitud (Eric J. Sundquist), el pluralismo étnico (Werner Sollors), los espacios de la producción cultural (Philip Fisher) o el historicismo (Wendy Steiner). Será, no obstante, en Ideology and Classic American Literature (1986) en donde el análisis ideológico ofrece panoramas más detallados sobre la mitología prevaleciente en la historia literaria norteamericana, el sustrato institucional, las inclinaciones políticas de la crítica, la religión o el sentimentalismo en la novela, panoramas tamizados por el presentimiento de que “jamás seremos capaces de sentirnos tan puros en nuestros actos de canonización, o tan inocentes en asegurar que nuestros modelos de evolución literaria encarnan el espíritu de América” (Bercovitch 1986: 423).
La encrucijada que estamos describiendo debe circunscribirse, como hemos apuntado, en el contexto de las corrientes teóricas estructuralistas y postestructuralistas. David Perkins, por ejemplo, introduciría en Theoretical Essays in Literary History (1991) la controvertida investigación que la historia literaria venía suscitando desde los postulados del contextualismo historicista hasta la deconstrucción. Desde el vértice del postmodernismo la visión retrospectiva que glosa Perkins aclara históricamente los avatares de la historia literaria que es preciso no olvidar: que refleja inevitablemente sobre sí misma la eficacia de los métodos, trátese del neohistoricismo, del formalismo, Croce, los New Critics , Foucault o la deconstrucción. En este sentido se impone la sospecha de si es posible una historia literaria postmodernista que, “por impresionante que sea en sus detalles y profunda en su visión, pueda responder a los propósitos para los que se escriben esas historias si precisamente esos objetivos deben todavía organizar el pasado y hacerlo comprensible” (Perkins 1991: 7).
Merece la pena recordar cómo estas consideraciones llamaron ya la atención de los autores de In Search of Literary History (1972) en un intento por conciliar posturas contrastadas de cara a la alternativa postestructuralista. Por un lado M.H. Abrams planteó la necesidad en “What‘s the Use of Theorizing About Arts” de buscar criterios lingüísticos firmes para trazar las bases filosóficas de una historia literaria lógica y sistemática. Por otro Paul de Man, sembraba la historia literaria de la modernidad no con conceptos en esencia temporales, sino con acontecimientos de naturaleza lingüística. Y por otro Geoffrey Hartman entreveía en la formalización del arte el requisito central para articular la historia literaria, precisamente por su resistencia aristocrática a toda ultranza (Hartman 1972: 199).
Estas tres alternativas forman parte de un largo itinerario recorrido por numerosos estudiosos y abordado en trabajos especializados, aunque ha sido eclipsado por otros menos dependientes del giro lingüístico. El antihistoricismo proverbial de Paul de Man exhibido en “Literary History and Literary Modernity” fue concluyente en su formulación sobre la relación entre literatura e historia, o entre historia literaria y modernidad. La modernidad y la historia, concluye, están condenadas a relacionarse a través de una unión que amenaza la sobrevivencia de ambas (de Man 1972: 249-250). Tal premonición ha quedado sin rúbrica o comprobante fehaciente, sin duda porque, como él insiste, la modernidad es uno de los conceptos en los que la naturaleza de la literatura puede ser revelada en toda su complejidad. Cómo se produce esa revelación es algo que los lectores asiduos a la obra crítica de de Man desearían poder descubrir desde los propios contextos de la modernidad. Y precisamente “des-historizando” lo moderno nos resultaría difícil caracterizar la literatura del siglo XX o ver cómo algunos autores transcienden su propio tiempo y lugar.
Ante estos imponderables es lógico que muchos lectores e investigadores vuelvan sus miradas hacia el historicismo, unas veces apegados al sistema lingüístico inglés como columna vertebral de la evolución histórica de la literaria y otras reanimando una noción de historia revivida mentalmente por ellos, diseñada a la medida del neohistoricismo invocado por Wesley Morris en Towards a New Historicism (1972). O probablemente siguiendo la inercia academicista de “teorizar”, “politizar” o “historizar” desde las entrañas de la conciencia social, el interés cultural o las fronteras del canon literario. Como sugiere Joel Pfister, “Can American literature’s socially grounded ‘subjective’ concerns help teach readers to advance history and advance cultural theory—the history and cultural theory that readers bring to their readings of literature—more completely?” (Pfister 2011: 42-43).
Al replantear estas cuestiones volvemos a situarnos ante algunos problemas de la historia literaria que los autores de The Cambridge History of American Literature han tenido muy en cuenta. No debemos pasar por alto, sin embargo, que no sólo han canalizado el curso de la historia literaria las historias monumentales o enciclopédicas. Los estudios monográficos especializados han jugado un papel importante en configurar y desentrañar los itinerarios de la historia literaria norteamericana 4 De hecho durante las tres últimas décadas sobresalen como piezas que jalonan una historia literaria más rica y compleja que la trazada en las voluminosas historias de la literatura o expandida por las antologías. Fue este el convencimiento que llevó a Bercovitch y a los colaboradores de The Cambridge History of American Literature a emprender ese proyecto. La relación entre las diversas formas de transmisión y dispersión de conocimientos literarios en Estados Unidos —historias de la literatura, estudios especializados antologías, manuales y teoría crítica— ha canalizado la evolución de la historia literaria en las aulas y fuera de ellas, unas reforzando pedagógicamente lo que otras proyectaban especulativamente.
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