Paul Preston - España en la guerra civil europea

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La larga trayectoria historiográfica del profesor Paul Preston le acredita como el más relevante continuador de la fecunda tradición del hispanismo británico. El presente volumen quiere constituir un homenaje que completa el que se le rindiera con su nombramiento como doctor honoris causa de nuestra Universidad. En los textos aquí seleccionados se articula un enfoque coherente y, a la vez, complejo de la contemporaneidad española en su profunda imbricación con la historia del siglo XX europeo. Analizando dinámicas políticas y estructurales tanto como las vivencias y experiencias de personajes relevantes, se configura una aportación tan rica en el plano histórico como en el historiográfico.

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Si bien las actividades políticas alfonsinas enfrentaban múltiples dificultades, la tarea más agradable de preparar la insurrección se desarrollaba de forma más fluida. En 1933, la conspiración era la máxima preocupación, siendo los locales de Acción Española el centro de enlace. El comité conspiratorio se ocupaba de los planes para el alzamiento y de la búsqueda de apoyo. El objetivo primordial era infiltrarse en el cuerpo de oficiales, asunto que incumbía a Valentín Galarza, coronel del Estado Mayor. Martín Báguenas, comisario en la Dirección General de Seguridad, les entregó una valiosa información acerca de la policía. Sanjurjo era el jefe nominal del proyectado levantamiento. Calvo Sotelo estableció en Roma contactos con el mariscal Balbo y Mussolini. 33La creciente determinación de derrocar a la República por la violencia se hizo progresivamente más explícita a lo largo del verano de 1933. En julio, Pablo León Murciego escribió sobre la obligación de resistir a la tiranía, arguyendo que si el poder público no estaba de acuerdo con las leyes naturales y divinas (y a los ojos de los monárquicos la República evidentemente no lo estaba), la resistencia no era ni sedición ni rebelión, sino un deber. Quince días después, en el primero de los artículos de una larga serie firmada por el teólogo tradicionalista Marcial Solana, volvió a mantenerse dicho punto de vista de forma más categórica, basando su defensa de la resistencia en textos de santo Tomás de Aquino y de los exégetas del Siglo de Oro. Solana subrayó abiertamente la relevancia contemporánea de sus ideas: el tirano era cualquier gobierno opresor o injusto. Si el máximo poder era detentado por Dios, una constitución anticlerical hacía de la República un poder claramente tiránico. 34

Simultáneamente, tanto en Acción Española como en Renovación Española, los alfonsinos venían desarrollando un concepto de la monarquía moderna que reemplazase a la República. Así pues, abogaban por un Estado que, habiendo evolucionado desde los modelos tradicionalistas, había llegado a transformarse en un autoritarismo mucho más contemporáneo. Este concepto fue desarrollado durante la primavera y el verano de 1933 por Eduardo Aunós. 35Siempre fue evidente que la agresividad del monarquismo de Acción Española respondía en parte a la creciente agitación de la clase trabajadora. Antes que Falange lo hiciera, ya Acción Española se había dedicado a fomentar la inseguridad de la clase media, reclamando una disciplina corporativa de las fuerzas económicas en nombre de la nación, como suprema garantía contra la rebelión proletaria.

La formulación más precisa de este pensamiento se debe a Aunós. Su nuevo Estado debía ser jerárquico y omniabarcante en su total movilización de las masas. En los números de Acción Española del verano, también aparecieron artículos del teórico fascista italiano Carlo Costamagna, y una traducción de La dottrina del fascismo , de Mussolini. 36

La creciente simpatía hacia el fascismo extranjero no se limitó sólo a la teoría, sino que estaba estrechamente vinculada a la tendencia autoritaria extendida por toda Europa. La reacción de Acción Española ante la subida de Hitler al poder fue extraordinariamente favorable. Jorge Vigón comentó el perfecto orden del Estado hitleriano. También pretendió que la situación de los judíos era la justa respuesta a «la hostilidad internacional de la prensa judía hacia Alemania». 37Siempre existía un cierto antisemitismo solapado dentro del grupo. El año anterior, se había publicado una reedición de Los protocolos de los sabios de Sión. La reseña que hizo Acción Española lo consideraba completamente serio y lo recomendaba como un estudio fundamental de la mentalidad judía. 38El racismo nunca fue un rasgo mayor del pensamiento alfonsino, pero en cambio sí era un reflejo de sus simpatías con otros fascismos contemporáneos. En septiembre Goicoechea dijo a la Agrupación Regional Independiente de Santander que Renovación Española debía ser lo que según Mussolini era el fascismo –«un antipartido». Días más tarde se refirió a su postura en los siguientes términos: «¿La de un Tradicionalista? ¿La de un fascista? De todo hay, ¿por qué negarlo?». 39En octubre, visitó Alemania como invitado de los nazis y volvió completamente seducido por Hitler –«un hombre realmente superior, un verdadero genio político»– y muy optimista respecto a las posibilidades de introducir el fascismo en España. 40

Por lo tanto, no fue sorprendente que los alfonsinos tuvieran interés en la fundación de los primeros grupos fascistas de Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera. Es más, fueron sus fondos los que hicieron posible la aparición de la Falange. Los más interesados en el proyecto de reunir fuerzas de choque para luchar contra el socialismo fueron los industriales de Renovación. Así pues, Ledesma recibió dinero a través de José Félix Lequerica, de Goicoechea y del millonario contrabandista Juan March. Ansaldo y el marqués de Eliseda canalizaban dinero hacia José Antonio Primo de Rivera. 41

A medida que se acercaban las elecciones de noviembre, iba aumentando el desprecio alfonsino por la política parlamentaria. En un editorial (16 de octubre) de Acción Española se habló de la necesidad de la contrarrevolución para crear un nueva orden en el país, pero no por medios parlamentarios: «No somos demócratas. No pedimos masas que respalden completos programas políticos y sociales». El programa sería llevado a cabo por una selecta minoría, o por un caudillo que emplearía la fuerza. Sin embargo, hasta que no llegase el momento del triunfo, todos los medios, «incluso los legales», serían utilizados. Para los que se dedicaban totalmente a la subversión y que podrían haber sido ofendidos por la perspectiva de usar medios legales, esta increíble declaración fue suavizada con la afirmación habitual de que las elecciones eran a la vez absurdas y penosas, que se tomaba parte en ellas simplemente para impedir la victoria de la izquierda, y que se debía participar «sin fe, sin ilusiones y sin entusiasmo». 42

Sin embargo, los alfonsinos hacían todo lo posible para que fueran elegidos mediante alianzas con otros grupos. En Madrid, se creó un comité central de enlace para determinar las bases de la unión y confeccionar las listas de candidatos. No obstante, todos participaron de un modo bastante cínico. Mientras el deseo de Gil Robles era llegar a conseguir el suficiente poder dentro de la República para reformar la Constitución, los monárquicos de ambas ramas dinásticas se dedicaban a alcanzar posiciones estratégicas desde las cuales pudiesen abrir hostilidades preliminares contra la República, mientras esperaban el momento oportuno para dar rienda suelta a la contrarrevolución. Así pues, mientras el comité seguía adelante con sus tareas, Acción Española (16 de octubre) publicó un artículo del sacerdote Aniceto de Castro Albarrán, reforzando las incitaciones de Solana a la rebelión y atacando en concreto el «legalismo» de El Debate . La cooperación no era fácil. En balde insistían los alfonsinos que la lista de Madrid fuera encabezada por Sanjurjo –nombre claramente incompatible con el supuesto legalismo de la CEDA. En un discurso grabado, Calvo Sotelo declaró: «a nosotros nos interesa ir al parlamento, más que para entrar en él, para impedir que entren otros». Y prometió que el próximo parlamento sería el último por luengos años. A pesar de las fricciones, una campaña bien financiada logró unos éxitos sorprendentes. 43

La intención de los alfonsinos era utilizar la fuerza de las derechas en las Cortes para hacer imposible el gobierno de la República. Acción Española recordó a Gil Robles que también él se había pronunciado, el 15 de octubre, por un nuevo Estado, y le apremiaron a hacer un varonil y heroico uso de sus 117 escaños. Esto resumía la postura alfonsina. En octubre, Calvo Sotelo escribió a Cortés Cavanillas manifestándole su actitud antiparlamentaria y admitiendo que quería un escaño simplemente como medida para desacreditar el sistema. A pesar de hallarse exilado se estaba convirtiendo en un líder mucho más positivo e intransigente que Goicoechea. En una entrevista realizada en París después de las elecciones, pidió que la coalición electoral permaneciese unida y se opuso a la colaboración ministerial, para no retrasar la lucha final entre derechas e izquierdas. El parlamento, dijo, debía ser barrido y reemplazado por un Estado corporativo. 44

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