La República es la revolución […] El concepto de accidentalidad de formas de gobierno, si en doctrina es inmoral, en la práctica es un absurdo […] La monarquía define mejor que nada lo contrario del revolucionarismo y bajo ella debemos agruparnos todos.
En la práctica la respuesta monárquica a Acción Nacional fue la creación de una organización rival, el Círculo Monárquico Nacional. 6Su reunión inaugural en Madrid provocó una algarada; se quemaron coches y una gran multitud atacó las oficinas de ABC. Las autoridades suspendieron ABC por provocación y no se volvió a oír hablar del círculo. La animosidad monárquica hacia la República se endureció, pero a la vez cambió su actitud frente a Acción Nacional. Sus tácticas siguieron siendo impugnadas sobre bases doctrinales, pero los alfonsinos, conscientes de las posibilidades de Acción Nacional de recibir un amplio apoyo de los católicos y grandes propietarios, y temiendo quedarse atrás, se unieron a ella. Así pues, entre los candidatos de la organización católica para las elecciones de junio había monárquicos convencidos que nunca podrían ser indiferentes a las formas de gobierno: Antonio Goicoechea, expresidente de la Juventud Maurista, exministro de la Gobernación; el conde de Vallellano, monárquico autoritario de la UMN, alcalde de Madrid en tiempos de Primo, cuya hostilidad al régimen quedó demostrada por su colaboración, junto a Quintanar, los generales Orgaz y Ponte y otros alfonsinos, en la conspiración destinada a hacerlo caer; 7José María Pemán, poeta y mascota intelectual del Dictador, y Pedro Sáinz Rodríguez, joven y brillante historiador monárquico. El dilema alfonsino era el siguiente: las ideas de Ángel Herrera eran anatema, pero su organización representaba la única posibilidad de llegar al poder, para aquellos que no eran más que un simple grupo de individuos aislados sin ningún apoyo popular.
El éxito electoral alfonsino fue limitado. Calvo Sotelo, elegido por Orense, se negó a volver si no se le daban garantías de inmunidad. Sáinz Rodríguez fue elegido representante de la Agrupación Regional de Derechas de Santander. A pesar de su debilidad numérica, los monárquicos se las arreglaron para seguir manteniendo viva su inquina hacia la República, y para conseguir una desproporcionada influencia dentro de Acción Nacional. Guadalhorce rechazó rotundamente la llamada que Herrera hizo a los exministros para que aceptaran la República. 8Goicoechea, presidente provisional de la organización, compartió su poder ejecutivo con Vallellano y el alfonsino Tornos Laffite. 9
No tardaron en surgir tensiones. La aprobación en octubre de las cláusulas laicas de la Constitución, puso al descubierto el implacable odio monárquico hacia la República. Cuando comenzó la campaña de Acción Nacional para la revisión constitucional, los monárquicos de ambas ramas dinásticas se esforzaron poco en restringir la violencia de su lenguaje. Los tradicionalistas, al poseer una organización propia podían, naturalmente, tomar o dejar Acción Española. 10
Los alfonsinos, a pesar de su aislamiento, seguían allí manteniendo la esperanza de poder imponer una determinada orientación monárquica. La razón por la que se llegó a un compromiso fue la preocupación de Gil Robles por evitar una ruptura prematura dentro de su naciente organización ya que la mayoría de sus miembros eran monárquicos. El programa del movimiento, presentado en septiembre, ocultaba divisiones potenciales. Fue redactado por Goicoechea y era «circunstancial, mínimo y defensivo» y sorteaba prudentemente la cuestión de las formas de gobierno. Su ambigüedad convenía a los alfonsinos, puesto que no les impedía continuar su ofensiva antirrepublicana. 11
A la larga, todo ello no hizo sino intensificar las divisiones existentes dentro de Acción Nacional. Esto era inevitable, ya que la actitud alfonsina frente al movimiento era ambigua en extremo. Como reacción ante la quema de conventos en mayo de 1931, recaudaron un millón y medio de pesetas con los siguientes fines: crear un organismo que difundiera la idea de la legitimidad de un alzamiento contra la República; inyectar el espíritu de rebelión al ejército; y fundar un partido aparentemente legal, que sirviera de fachada a sus reuniones, recogida de fondos y enredos conspiratorios. 12Estas intenciones eran obviamente contrarias a los principios básicos de Acción Nacional. Su primer propósito había sido ya realizado por Quintanar y Vegas: habían creado una revista que apareció el 15 de diciembre de 1931 con el título de Acción Española y, el 5 de febrero de 1932, inauguraron una sociedad cultural bajo el mismo nombre. Su segunda aspiración quedó de momento aplazada. La tercera fue pospuesta hasta que se comprobara si era posible hacerse con Acción Nacional.
Así pues, mientras Goicoechea y Vallellano tomaban parte en las actividades legales de los accidentalistas, Vegas, Quintanar y Fuentes Pila –otro exmaurista, director de Minas bajo el gobierno de Primo– cooperaban con Orgaz y Ponte en la conspiración. El grupo de Acción Española no intentó disimular su desacuerdo con los accidentalistas. Quintanar declaró abiertamente que «para Acción Española no son indiferentes los sistemas políticos; Acción Española es antiparlamentaria y antidemocrática». 13Las tácticas de El Debate para avenirse con la República fueron atacadas por Vegas en una serie de artículos sobre el ralliement de los católicos franceses bajo la tercera República. Con el título «La historia de un fracaso», proponía la futilidad del accidentalismo bajo un gobierno injusto y defendía el derecho de alzarse contra un poder ilegítimo. 14
Mientras Acción Nacional –cuyo nombre fue cambiado por el de Acción Popular en abril de 1931– seguía manteniendo una deliberada ambigüedad en su actitud frente a la República, los alfonsinos iban acercándose cada vez más a una postura de declarada subversión. En abril anunciaron la creación del premio Vega de Anzó para la mejor obra que tratase de la forma de instaurar un Estado antidemocrático en España. 15Goicoechea adoptó también esta postura en un discurso pronunciado ante el Centro Tradicionalista:
Sean nuestros tres principios de propaganda los siguientes: frente al pacifismo, espíritu combativo; frente a la democracia, jerarquías; frente al liberalismo, Estado fuerte. 16
Ahora era ya inevitable el cisma con los accidentalistas.
El estridente tono del grupo ponía de manifiesto un cierto acercamiento a los tradicionalistas. Al intentar explicar la caída de la monarquía, los alfonsinos echaron la culpa a sus rasgos de monarquía liberal –virtualmente el punto de vista tradicionalista. 17
Los ataques que llevaron a cabo los intelectuales tradicionalistas contra el liberalismo desde las páginas de Acción Española , tuvieron amplia resonancia. Víctor Pradera, en su serie de artículos titulada «Los falsos dogmas» intentó oponerse a «la revolución y al estúpido siglo XVIII». Sin embargo, Acción Española se mostró totalmente ecléctica en su elaboración de una nueva teoría de la contrarrevolución. Sus miembros fueron atraídos al tradicionalismo como la fuente del pensamiento reaccionario indígena, pero estaban dispuestos a tomar prestadas sus ideas también de Action Française y del integralismo lusitano. Así pues, basándose en estas tres fuentes emprendieron un ataque contra el sufragio universal y la democracia parlamentaria. 18Quintanar anunció que estaba dispuesto a utilizar ideas de cualquier punto del horizonte político de derechas, considerando a Acción Española como «crisol» en el que se iba a fusionar una doctrina, que fuera algo más que la vuelta a la tradición. La fusión entre el tradicionalismo y las modernas teorías del monarquismo dinámico fue bautizada por Quintanar con el nombre de «nacional-tradicionalismo». La moderna monarquía nacional-tradicionalista tomó en gran medida su contenido práctico del régimen de Primo de Rivera. 19
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