En “El sueño” asistimos a un amplio espectro de matices y figuras que van desde los seres animados más expuestos hasta los apenas entrevistos cuando parecen fundirse con la espesa jungla del fondo. En primer plano resalta una mujer desnuda de largas trenzas, recostada en un diván en actitud incierta: como si soñara y observara su sueño. Hay dos pájaros sobre ella, en la parte alta a la derecha del cuadro. En segundo plano y casi confundido con la espesura, se vislumbra por encima y a la izquierda de la mujer un elefante con la trompa levantada. Por el centro del cuadro asoman dos leonas. Tras ellas viene un mono con delantal multicolor que toca una especie de flauta. Más atrás y por encima, contra un raro trozo de cielo, se perfila un pájaro de larga cola. Sobre él, a su izquierda, apenas se deja ver un mono pequeño colgando de una rama. En la parte baja, a la izquierda del cuadro, zigzaguea una cola de serpiente. Al fondo y por diversas partes, fundidos con la vegetación, parece haber otros animales no identificables, quizás monos o pájaros. Creo que esta es una buena imagen, exótica pero cabal, de la fauna de las falacias como seres vivos que habitan en la jungla del discurso: unas falacias se muestran nítidas y flagrantes, otras se hallan medio escondidas hasta a veces confundirse con la espesura y las hay, en fin, que parecen dejarse sentir antes que definir como ocurría a los llamados en el s. XVI “espíritus animales”. El cuadro es, en suma, una viva estampa de lo que cabe encontrar en la animada etología de la argumentación falaz antes de adoptar otras perspectivas de discusión y revisión analítica.
Los problemas suscitados por esta condición natural son, en fin, los relacionados con la detección y el tratamiento de las falacias, habida cuenta de que no hay procedimientos efectivos de identificación, menos aún de prevención de toda suerte de usos discursivos falaces. La primera parte de este libro se centrará en esta perspectiva de la naturaleza discursiva de las falacias.
Pero las falacias, además de su condición natural como productos de nuestra interacción discursiva, también tienen historia9. En efecto, la idea misma de falacia es una construcción histórica a través de dos tradiciones principales, una más bien discursiva y pendiente de la argumentación falaz, la otra más bien cognitiva y pendiente del error. Pues bien, en ambas líneas a veces separadas y a veces complementarias de desarrollo cabe apreciar tanto los aspectos estables y distintivos de la idea de falacia como los mudables y cambiantes, relacionados con su empleo en diversos marcos y contextos discursivos. La segunda parte del libro tratará de hacer justicia a esta naturaleza histórica de las falacias tanto en el plano de las ideas como en el plano de los propios textos, seleccionados a guisa de documentos.
La tercera parte, en fin, abordará algunas cuestiones sustanciales para la comprensión y explicación de las falacias que han ido apareciendo en el curso actual de la investigación empírica y del estudio analítico y conceptual de las falacias. Se plantean en el marco de su posible —o al menos pretendida— contribución no solo a una teoría de la argumentación falaz sino, en cierto sentido a una teoría de la argumentación, pues las dos son saberes que se buscan —como decía Aristóteles de la metafísica—. Me limitaré a mencionar dos problemas capitales. Uno, diríase metateórico, es el de la integración de las diversas perspectivas teóricas desde las que cabe contemplar las falacias, a saber: lógica, dialéctica, retorica, socio-institucional. El otro, de muy distinta índole, es la cuestión de por qué deberíamos renunciar a las facilidades engañosas y a las estratagemas ventajistas que nos deparan las falacias en nuestras interacciones discursivas comunes o especializadas; en definitiva: ¿por qué hacerlo bien si se trata de argumentar?
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No sería justo despedir esta introducción sin el colofón de los debidos reconocimientos. Este libro es un ensayo de revisión y actualización de planteamientos ya avanzados en La fauna de las falacias, tratados ahora en un marco más amplio y preciso, y más atento a los malos tiempos del discurso público que hoy nos tocan vivir. Agradezco en principio al prof. Pedro Paulino Grández por haberme sugerido esta reelaboración e invitarme a publicarla en la editorial de su dirección, Palestra Ediciones, que actualmente lidera a través de su colección Argumentación & Derecho las publicaciones sobre teoría de la argumentación en español. En otro orden de cosas, algunos puntos, en especial de las Partes I y III, han sido objeto de consideración y discusión desde hace años, en varios foros y ante diversos auditorios: en el marco de másteres y simposios en las universidades de Alicante, Valencia, Salamanca, Santiago de Compostela, UNED, Nacional de Colombia (Bogotá), Francisco Mallorquín (Guatemala) y en el curso de congresos y seminarios en Cambridge (UK),UAM-Iztapalapa, UNAM [IIF], Xalapa, Morelia, Guadalajara, Diego Portales (Santiago de Chile), Nacional de Córdoba (Argentina), SADAF (Buenos Aires), PUCP y San Marcos (Lima), Nacional de Montevideo. Recuerdo especialmente conversaciones con Carlos Pereda, Raymundo Morado, Alejandro Herrera, Gabriela Guevara, Ariel Campirán, Carlos Oller, Cristián Santibáñez y Roberto Marafioti, en el otro lado del Atlántico; con Jesús Alcolea, J. Francisco Álvarez, Manuel Atienza, Lilian Bermejo, Eduardo de Bustos, Huberto Marraud, Paula Olmos, Pablo Ródenas, José Miguel Sagüillo y Javier Vilanova, aquí —digamos— en casa. Pero, claro está, aunque ahora no pueda nombrar a todos los demás interlocutores uno por uno, he de agradecer su inteligencia y comprensión en todas esas ocasiones. Y, por último, pero en primer lugar, sigo en deuda con M.ª Luisa Puertas, mi compañera de cuerpo y alma.
Madrid, septiembre de 2021.
1Alfred Sidgwick (1884), Fallacies. A view of Logic from the practical side. London: Kegan Paul, Trench, Trübner & Co., 1890, 2ª edic.
2“Informal logic and the reconfiguration of logic” en D.M. Gabbay et al., eds. Handbook of the logic of argumentation. The turn towards the practical, Amsterdam: North Holland [Elsevier Science B.V.]. Véanse en especial las pp. 355-6, 369, 374-7.
3London: Methuen & Co. Reimpreso en Newport Reports (VA): Vale Press, 2004. Aquí citaré la versión en español de H. Marraud, Falacias, Lima: Ediciones Palestra, 2016.
4Es sintomática la vigilancia crítica que van mostrando los títulos de algunos libros contra los sinsentidos que nos rodean, como el de Julian Baggini (2010) ¿Se creen que somos tontos? 100 formas de detectar las falacias de los políticos, los tertulianos y los medios de comunicación. Barcelona: Paidós.
5Por ejemplo, según Maarten Boudry, Fabio Paglieri y Massimo Pigliucci, la identificación de la argumentación falaz ha de afrontar este dilema destructivo: o es trivial en casos flagrantes pero artificiales o deviene incierta en los casos más complicados y reales. Vid. su (2015) “The fake, the flimsy and the fallacious: Demarcating arguments in real life”, Argumentation, 29/3: 431-456.
6Cf. por ejemplo el Diccionario de la lengua española, de la Real Academia, Madrid: Espasa, 2001 22ª edic.; el Diccionario de uso del español, de Mª Moliner, Madrid: Gredos, 1998 2ª edic., o el Diccionario del español actual, de M. Seco, O. Andrés y G. Ramos, Madrid: Aguilar, 1999. También pueden verse las asociaciones comunes de ‘falacia’ con ‘fraude’ y ‘engaño’ en la dirección < http://ideasafines.com.ar >.
7Por ejemplo, imágenes o incluso gestos (véase más adelante el caso de las falacias visuales, en el cap. 1 de la Parte I, o recuérdese el —remedo de— debate gestual entre el sabio griego y el pícaro romano en El libro de buen amor del Arcipreste de Hita, estrofas 46-63).
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