José Fernando Mota Muñoz - ¡Viva Cataluña española!

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Con la proclamación de la República, la extrema derecha españolista de Barcelona es borrada del mapa. En pocos días, los ultraespañolistas pasan de vivir en una Dictadura, a tener que actuar en una República que ataca tres de sus pilares: la monarquía, la religión y el Estado unitario. Ni el RCD Español tendrá ya la importancia que había tenido como vehículo de expresión política. Ya no levantarán cabeza hasta 1939. Esta obra estudia el devenir de esos colectivos reaccionarios, fascistizados y fascistas de la ciudad de Barcelona entre dos fracasos, el del 14 de abril de 1931 y su derrota en las urnas, y el del 19 de julio de 1936 y su derrota en las calles. Por sus páginas transitan alfonsinos, carlistas, albiñanistas, jonsistas, falangistas y un largo etcétera de militantes de la extrema derecha. Se analiza ese microcosmos ultra barcelonés, lo que permite conocer las trayectorias vitales de algunos de sus componentes, la historia de la miríada de grupos y grupúsculos españolistas que se hacen y deshacen alrededor de algún líder efímero y cómo actuaba esa minoría marginal en un contexto político y social adverso. Estamos, pues, ante una aproximación desde la historia al mundo de la ultraderecha barcelonesa durante la Segunda República.

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En realidad, la Peña Nos y Ego es una tapadera del PNE. Había presentado sus estatutos en el Gobierno Civil el 29 de mayo de 1933 y habían sido legalizados al día siguiente. El PNE no había tenido la misma suerte. Carlos López Manduley, por la Comisión Organizadora del PNE de Barcelona, había presentado la documentación en marzo de 1933. La Dirección General de Seguridad contestó que, dada la actuación del PNE, que ha obligado a clausurar su local en Madrid, «no procede aprobación de los estatutos». Como veremos, el partido albiñanista no será legal en Barcelona hasta noviembre. Ante la imposibilidad de legalizar el PNE en Barcelona, se optó por crear una entidad tapadera. En las paredes del local lucían pósteres con motivos deportivos y carteles de corridas de toros. Es la forma de disimular su actividad política. Las iniciales de la Peña Nos y Ego coinciden con las del PNE.

A partir de 1933, el PNE crece, también en Barcelona. El destierro en Las Hurdes del doctor Albiñana ha vuelto a poner en el foco de los medios a su histriónico líder. La derecha lo ha convertido en un mártir de la República. A pesar de ello no será liberado hasta agosto. Sus encendidos discursos y su actitud pendenciera atraen a admiradores de la Dictadura de Primo de Rivera, a exmilitantes de la Unión Patriótica y a ultras que buscan refugio en el PNE tras el fracaso de los proyectos en los que han participado.

Algunos de los que se suman son el reducido grupo barcelonés afín al Cruzado Español, organización clandestina que había creado en Madrid el teniente coronel retirado Emilio Rodríguez Tarduchy, un ferviente primorriverista, que con la Dictadura había sido instructor del Somatén y uno de los dirigentes de la Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana y ya con la República había dirigido La Correspondencia Militar , dándole un toque radical. La mayoría son militares retirados y somatenistas, pero también hay algún joven, como el barcelonés de 21 años José Fernández Ramírez. Hijo de padre zaragozano y madre valenciana, Fernández Ramírez se había convertido desde joven en un ferviente españolista y un virulento anticatalanista. Había militado en la Juventud de Unión Patriótica siendo un adolescente. Atraído por la milicia intentó ingresar en el Ejército, pero no pasó las pruebas. Trabajaba como ayudante del maestro Demetrio Rodríguez Andrés, que había abierto un colegio particular tras haber ejercido de director de las escuelas de la Agrupación Obrera de la Unión Patriótica. Se encargaba de acompañar a los alumnos a sus casas y de ayudarlos con sus deberes. Pronto se convertirá en el secretario de López Manduley.

También se acercan al albiñanismo comerciantes, abogados, funcionarios y trabajadores de empresas estatales. Por ejemplo, el vicepresidente de la Peña Nos y Ego, Santiago García Barbero, era comerciante, y el secretario, Enrique Bieto, al que hemos visto en la dirección de la FOC y que acabará en 1935 en Juventud de Derecha de Cataluña, trabajador de Telefónica. Según nuestros cálculos, sobre un centenar de militantes albiñanistas de los que conocemos su profesión, un tercio eran militares, la mayoría retirados, un 20 % provenían del sector comercial, un 15 % eran empleados y funcionarios, un 10 % profesionales liberales y otro 10 % industriales, comisionistas o agentes de bolsa. También hay policías y dos sacerdotes. Los obreros son anecdóticos.

Aunque la mayoría de la militancia tiene ya una edad, también se han acercado algunos jóvenes. En lo que coinciden los nuevos militantes del partido albiñanista es en su fanático españolismo y su feroz anticatalanismo. El PNE barcelonés hace de ello su principal bandera y seguramente ese es su principal atractivo. En ellos debía pensar el falangista Fontana cuando escribía: «Barcelona, como todas las ciudades españolas, tenían un sector de lo que yo llamaría “españolismo profesional”, chabacano y romo, que ofrecía blanco abundante para las divertidas sátiras del Be Negre » (Fontana, 1951: 20).

El PNE será un auténtico vivero para los grupos de extrema derecha de la ciudad. Muchos de los militantes españolistas que conocemos y conoceremos pasaron en algún momento u otro por el albiñanismo. A la vez se convirtió en partido refugio, recogió a militantes de proyectos españolistas frustrados. Por el partido pasarán, entre 1930 y 1934, más de trescientos militantes.

Tras el fiasco de la Sanjurjada, la derecha se dividió entre los que se decantaban por una vía sediciosa, por preparar un nuevo golpe de Estado, y los que planteaban una vía electoral y parlamentaria; un breve ejemplo de estos en Barcelona fue Concentración Española.

ESPAÑA-REPÚBLICA: CONCENTRACIÓN ESPAÑOLA 20

Carteles pegados en algunas calles de Barcelona anuncian un acto españolista en el Teatro Bosque para la mañana del domingo 16 de octubre de 1932. Se trata de la presentación en sociedad de un nuevo partido: Concentración Española. La afluencia de público es escasa. Ni de lejos se llena el teatro. El primero en tomar la palabra es el jefe del nuevo partido, el veterano periodista Antonio Bermejo Muñoz. Se trata de un antiguo anarquista, de origen madrileño, pasado al republicanismo radical. Hombre de acción, había sido detenido en diversas ocasiones en la primera década del siglo en manifestaciones y tumultos. Como periodista había dirigido en 1907 el semanario ¡Are més que may! , situado en el ala más españolista del lerrouxismo. Como sindicalista había figurado en la comisión de huelga de los tipógrafos en 1913. Se alejó de todo ello durante la Dictadura. Le siguen en el estrado el abogado Eduardo Stern, al que ya conocemos como upetista y excandidato monárquico en 1931, Manuel Palacio, otro antiguo militante radical, e Ismael Márquez Cubero, otro abogado, de origen cordobés y excombatiente en guerras coloniales.

En sus parlamentos exponen su programa: sostener el nombre de España por encima de todo, amor a Cataluña como la tierra en que viven o han nacido y unidad de la patria. Se presentan como republicanos, ni de derechas, ni de izquierdas, para «españolizar Cataluña». Su lema «España-República». Y para ello apelan a los, según ellos, 400.000 españoles nacidos fuera de la región que hay en Cataluña. Su objetivo es movilizar con un discurso españolista a los inmigrantes no catalanes de Barcelona de cara a las elecciones autonómicas de noviembre de 1932.

Los oradores se ven interrumpidos en diversas ocasiones por los gritos y pataleos que llegan desde la platea. Se trata de un grupo de nacionalistas catalanes que tratan de reventar el acto. A pesar de ello, el mitin prosigue, hasta que explota un petardo en el patio de butacas con la consiguiente confusión y alarma. El delegado gubernativo decide suspender el acto. Hay tres detenidos. No ha sido la presentación en sociedad que esperaban.

Los primeros pasos para formar Concentración Española se habían dado en septiembre de 1932. A partir del fracaso de la Sanjurjada, un sector del españolismo de extrema derecha trata de jugar la baza republicana y la vía electoral. Para ello busca aliados entre otros sectores españolistas de la ciudad: republicanos radicales desengañados con su partido y miembros de las casas regionales. De esta unión surgirá Concentración Española que, según sus estatutos, acata la República y nace para defender a los «no nacidos en Cataluña». Eligen como jefe del partido a Antonio Bermejo, al que acompañan en la dirección los abogados Ismael Márquez, Eduardo Stern y Juan Sabadell, del que ya conocemos su larga trayectoria ultra, del carlismo al integrismo para pasar en 1930 al mellismo y la Peña Ibérica, amén de colaborador de la publicación España Católica y conspicuo conspirador antirrepublicano hasta que rompió con los ibéricos . Tras su paso por Concentración acabará recalando, como otros, en el PNE. También figura como vocal en la junta el ebanista Rafael Martínez García, sindicalista del ramo de la madera, pero de firmes ideas españolistas, que más adelante, como tendremos ocasión de ver, se acercará a la Falange.

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