[2]. Prueba de ello es la tradicional clasificación –por parte de la patronal británica de prensa– entre Quality press y Mass press, cuando históricamente ambos productos son y pertenecen a la cultura y comunicación de masas. Sin obviar sus diferencias en el tratamiento de la información, desde principios de este siglo, la reducción del formato sábana de destacados rotativos como The Times o The Independent al estándar tabloide ha significado una transformación no solo formal en términos periodísticos (Coperías y Gómez Mompart, 2011). Por su parte, también M. González incide en los aspectos de gestión cuando se refiere al concepto de media quality y lo distingue de news quality (2011).
[3]. M. González (2011) presenta esta línea como la más destacada del contexto europeo, aunque concede a los países escandinavos el mérito de ser pioneros en los estudios de calidad, a partir de la noción de informatividad, una idea ligada a la cantidad de información y el espacio dedicado por un medio a un conjunto de hechos.
[4]. Siguiendo el modelo: «Gastos de redacción → Contenidos de calidad → Difusión/penetración → Ingresos» (2003).
[5]. La Vanguardia, 15 de diciembre del 2002, p. 47.
[6]. «Criterios internos y externos para la evaluación de la calidad del periódico: 1. Independencia, estabilidad financiera, integridad, preocupación social, buena escritura y edición. 2. Opinión fundamentada y énfasis interpretativo, conciencia del mundo, sin sensacionalismo ni maquillaje en los artículos. 3. Énfasis en la política, las relaciones internacionales, la economía, el bienestar social, la acción cultural, la educación y la ciencia. 4. La preocupación por conseguir, desarrollar y mantener una plantilla extensa, inteligente y bien formada, que esté articulada y preparada técnicamente. 5. La determinación de servir y ayudar a ampliar una buena formación intelectual para los lectores del país y del extranjero; así como el deseo de influir, en cualquier lugar, en los líderes de opinión» (en Meyer y Kim, 2003: 2).
[7]. «Indicadores de calidad del periódico: 1. Relación redactores por servicios de cable y de reportajes ajenos. 2. Contenido total sin la publicidad. 3. Relación de interpretaciones de prensa y de material de referencia para detectar posibles noticias. 4. Número de cartas al editor por edición. 5. Diversidad de los columnistas políticos. 6. Puntuación alta de legibilidad. 7. Relación de ilustraciones por texto. 8. Relación del contenido no publicitario en relación con el contenido de la publicidad. 9. Relación de las noticias con respecto a los reportajes. 10. Número de empleados por reportaje. 11. Relación de noticias y reportajes deportivos respecto al contenido total de noticias (CTN). 12. Presencia de resumen de noticias. 13. Presencia de un destacado por columna. 14. Número de editoriales por edición. 15. Número de agencias noticiosas. 16. Relación de las noticias culturales, informes y reportajes con respecto al CTN. 17. Relación de servicios de noticias periodísticas con respecto al CTN. 18. Proporción de noticias y reportajes de negocios en relación con el CTN. 19. Número de columnistas políticos. 20. Número de tiras cómicas. 21. Extensión promedio de las informaciones de primera página. 22. Presencia de una columna de astrología. 23. Relación de noticias estatales (regiones, autonomías), nacionales e internacionales en relación con las noticias locales» (Meyer y Kim, 2003: 4).
[8]. La investigación, centrada en consultar a las fuentes citadas en diez periódicos por los errores registrados en las informaciones, concluía que, en el mejor de los casos, un 7% de las informaciones incluía alguno, mientras que en los más descuidados este porcentaje crecía hasta el 14%.
[9]. Participaron un total de 285 editores, un 50,2% del total de profesionales que agrupa la asociación, 568 editores.
[10]. Entre las excepciones cabe destacar a Jay Rosen, que planteó una aproximación al concepto de calidad a partir de la suma de diversos elementos asociados al buen hacer periodístico. En una mesa redonda celebrada en el Encuentro anual de la aejmc (Baltimore, 1998) presentó su fórmula como una adición (A + B + C + D + E = F): A = precisión, B = equilibrio, C = juicio crítico, D = demostrabilidad o desapego, E = ética y F = equidad o calidad.
[11]. En este sentido es interesante recoger las palabras de T. Rosenstiel: «Para sobrevivir, el negocio de la información tiene que ir más allá de afirmar que la calidad es simplemente una obligación moral. O tiene que mantener a la gente de negocios al margen de la Redacción. Lo bueno es que, al parecer, hay una generación investigadora –y los datos actuales así lo confirman– que sugiere que la Redacción tiene mucho, mucho más que hacer a favor [de la calidad]. Ahora es necesario desarrollar la investigación para argumentarlo» (2003).
[12]. El Consejo de Calidad Informativa necesita ser un órgano independiente y contar con una composición equilibrada de profesionales de prestigio, representantes de los lectores, representantes sociales (gobierno, sindicatos, empresarios), y un porcentaje mínimo del 10% de miembros honoríficos vinculados a instituciones culturales y sociales defensoras o protectoras de la lengua, la ética, los derechos fundamentales, etc. También plantean la creación de observatorios de medios, asociaciones de especialistas, con intervención libre de lectores concienciados del valor primario de los medios informativos e interesados vivamente por la permanencia de la prensa de calidad, que se ocuparían de fiscalizar a los media.
[13]. Los miembros de esta entidad aprobaron en el 2006 un compromiso con la calidad periodística. En este apuestan por una política de contraste y verificación de datos, de fe de erratas claras, del uso de citas textuales; no abusar del off the record; apostar por el periodismo de investigación; crear la figura del defensor del lector; formación permanente para los periodistas; transparencia de la propiedad de los medios; indicar el lugar donde se recogió la información; citar a otros medios que tuvieron las primicias; nombrar a quienes ayudaron a buscar datos.
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