Pero el dueto Byrne-Baca seguiría procreando éxito tras éxito. En el 2000 aparece Eco de sombras, editado por Luaka Bop y Virgin Records en Nueva York. La producción es de Craig Strett y la grabación recibe una distinción rotunda: es considerado el mejor disco del año por publicaciones como Les Inrockuctibles de Francia, GQ y el Boston Globe de Estados Unidos y Le Espresso de Italia. En 2001 se produce Espíritu vivo, también editado por Luaka Bop. En este disco participan el legendario percusionista Mongo Santamaría, el brasileño Caetano Veloso y la islandesa Bjork. Susana Baca me confesaría luego que ahí está la mejor muestra de su música: el eje vanguardista combinado con las raíces afroperuanas, la poesía y la contemporaneidad.
Durante la década de los años noventa, la producción discográfica de Susana Baca forma parte también de varias compilaciones de sellos discográficos como Putumayo Records (EE.UU.), World Net (Alemania), Tonga Records (EE.UU.), Iris Musique (Francia), Yeiyeba, (España), La Fábrica de Ideas (España), Real World (Inglaterra), Manteca World Music y Sony Music (EE.UU.). No obstante, debo señalar dos discos históricos: Gifted: Woman of the World (Londres, 1999), producido por Real World y Virgin Records, y Make Me a Channel of Your Peace. The Nobel Peace Prize 100 Years (Oslo, 2001), producido por la Academia Sueca del Premio Nobel de la Paz en conmemoración de los cien años de este premio, y donde Susana se luce junto a una constelación de estrellas.
© Diario de Madrid.
Esta es Susana Baca, su pasión y su estilo o, como diría nuestro poeta Alejandro Romualdo, “La poesía tiene en la voz de Susana dulces modulaciones inconfundibles, acentos propios de una naturaleza cordial y solidaria. Quizá recogió todo esto de las orillas del mar, del vaivén de las barcas, de las mareas nocturnas…”. Yo sólo repetiré lo que Máximo Bravo compuso en el tema que abre el primer volumen de la colección Aparición:
Yo quisiera escuchar hasta mi ancianidad la misma melodía.
No debes olvidar esta ofrenda que viene dedicada a ti,
melodía sublime que alimentas el alma;
cuando voy a entonar me parece escuchar tu voz.
Y la dejo entre sus amores y sus pasiones. Y gracias por tanta belleza, maestra.
Tania Libertad, la intérprete que nunca pasa de moda
ZOILA ANTONIO BENITO
Cortesía de la artista.
Tania Libertad de Souza Zúñiga (Zaña, Perú, 1952) es sinónimo de excelencia musical. Más de cincuenta producciones discográficas, más de doce millones de copias vendidas a nivel mundial y su presencia en grandes escenarios, incluyendo el Palacio de Bellas Artes, la Sydney Opera House, el Queen Elizabeth Hall, el Carnegie Hall y el Hollywood Bowl, lo avalan. Hablar de ella es evocar sus raíces peruanas, pero también el inmenso cariño y agradecimiento que le tiene al pueblo mexicano, que la acogió desde hace más de cuarenta años. Es una mujer que sabe aprovechar las oportunidades de la vida. Para la intérprete, no hay imposibles. Ella refleja la cultura latinoamericana a donde quiera que vaya. Tania es, sobre todo, libertad.
Su historia empieza en Zaña, un pueblo ubicado en Chiclayo, Lambayeque, en el norte del Perú. Nació el 24 de octubre, por lo que tiene la misma edad que Daysi de Souza, su vecina. Esto no fue coincidencia. El papá de Tania, Carlos de Souza, es el papá de ambas. Por ser parte de la Guardia Civil, él y su familia fueron llevados a Zaña para castigar su ideología política. “Mi padre era anarquista, ateo, todo con ‘a’. Lo que escribía era revolucionario. Cuando lo descubrían, lo castigaban y lo mandaban a algún pueblo alejado”, asegura Tania. Ella es la séptima de ocho hermanos, y la única mujer.
Al año y medio se levanta el castigo y la familia va hacia la ciudad de Chiclayo. Es allí donde, a muy temprana edad, tiene sus primeros acercamientos con la música y con México. “Mi mamá, Mercedes Zúñiga, dice que al año y medio tarareaba melodías. Pero mi primera presentación fue a los cinco años de edad en la escuela, con micrófono y vestida de bailarina española”, menciona, contenta. Aquella vez, por el Día de la Madre, fue escogida para cantar por ser la única alumna a quien le quedaba el vestido de flamenco.
“Agarré una de las fajas que mi mamá tenía, me puse unos ganchitos y así, bien fajada, llegué al colegio. No podía ni levantar los brazos de lo apretado que me quedaba”, recuerda. Era la primera vez que cantaba para un público. Al ver su talento, su colegio, La Inmaculada, empezó a enviarla a todas las presentaciones sociales en Chiclayo. Ella iba con ese mismo vestido e interpretaba el tema español “Herencia gitana” y el bolero “La historia de un amor”.
A los siete años, comenzó a inscribirse en todos los concursos de talentos junto con un grupo de amigos. Incluso esperaba pacientemente a los pianistas que iban a la estación de Radio Chiclayo para poder ensayar. Ganó su primer concurso, y así pudo realizar su primera gira por las haciendas azucareras de Chiclayo y empezar a ganar su primer sueldo por sus presentaciones. Desde entonces se considera cantante profesional.
Mi cantar es así
Por ser el género musical de moda, los boleros la atraparon y su repertorio de temas empezó a crecer. Aprendió cuatrocientos temas a los siete años. “Mi mamá me hacía aprender un bolero por día. Estaba frente a la radio con un cuaderno y lapicero en mano. Ella, desde su trabajo, llamaba cada diez minutos para pedir la misma canción. Así yo podía escribir la letra que me había asignado. Por eso es que yo sabía tantos”, señala.
Proviene de una familia muy humilde y lo único de valor que ellos tenían en casa era la radio:
Cuando mi papá no estaba y no escuchaba sus discursos de Radio Habana Cuba y Nikita Jrushchov por onda corta, yo me ponía a escuchar la XEW [radio mexicana, ahora W Radio]. Imaginaba que María Victoria [cantante y actriz de la Época de Oro del cine mexicano] estaba dentro de esa radio —comenta entre risas—. Mis papás casi ni se enteraban de cómo iba haciendo mi carrera, porque ellos trabajaban casi todo el día y yo andaba solita. Tuve que ser muy lista desde niña. Como dicen en México, “vivilla desde chiquilla”, porque lidié con siete hermanos hombres. A veces, ellos me querían hacer sentir diferente, pero, con base en mucha picardía e inteligencia, me libré de todas esas actitudes. Les hice sentir que conmigo no contaban para sus discriminaciones.
Asimismo, recuerda claramente que, con la jubilación de su padre, pudieron comprar una televisión para la casa. Ahí veían las películas de la época de oro del cine mexicano, cuya popularidad aumentaba. Don Carlos Zúñiga cobraba entrada a los amigos de Tania, que iban a su casa a ver las producciones donde actuaban Pedro Infante, Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejía, entre otros. “En esa época, ¿qué iba a soñar que iba a acabar viviendo en México?”, menciona la peruana. No obstante, las rancheras ya eran parte de su repertorio.
Su carrera profesional seguía en ascenso. A los nueve años grabó su primer sencillo, un disco de cuarenta y cinco revoluciones por minuto llamado “El lustrabotas”; y a los once, en sus visitas esporádicas a Lima, “La contamanina”. Esta última causó una gran impresión, lo que incrementó su popularidad también en la capital. Además de cantar en eventos, también fue co-conductora de un programa de televisión para niños en Chiclayo. Su padre se autonombró su manager.
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