1 ...8 9 10 12 13 14 ...17 Con voz clara y firme, como si leyera poesía, la Pastorita Huaracina iniciaba su programa cada día: “Muy bien, familia, ya está listo nuestro teatro imaginario, abriendo ya sus hermosísimos telones de siete colores, como la bandera del Tahuantinsuyo, y siempre airosa flameando la roja y blanca”.
Activista
A pesar de la dura vida que llevó en su niñez y juventud, y ya como artista consagrada que recorría a caballo las ciudades y los pueblos del Perú, María Alvarado Trujillo desarrolló un liderazgo excepcional, orientado a cambiar la discriminación, marginación y las dificultades que sufrían los que nunca tuvieron voz. Siempre estuvo del lado correcto de la historia.
En 1959, con el carné número 68, ayudó a fundar el Sindicato Nacional de Artistas Folclóricos. En 1968, se unió a los jóvenes ancashinos en la marcha de sacrificio hacia Lima para pedir al gobierno la creación de la Universidad Nacional de Áncash. Fue una de las primeras mujeres artistas en asumir una posición política a favor de las mujeres andinas pobres. Era rebelde contra el machismo, fuertemente arraigado en la sociedad peruana de la época. Su canción “El borracho” contiene un claro mensaje de igualdad de género. Exigió con firmeza el respeto a los derechos de las trabajadoras del hogar. Con el huayno “María Parado de Bellido”, reivindicó el gran aporte de las mujeres a la lucha por la independencia del Perú. “Vive orgullosa de tu pasado recordando estas palabras: una mujer patriota nunca muere humillada, de mi sangre derramada surgirá la libertad…”, canta la rebelde Pastorita Huaracina.
Defendió la biodiversidad y denunció la contaminación causada por las mineras:
Como las lagunas de Partachocha que poco a poco se van secando,
así lo mismo, ay, mi cholita, tus procederes están cambiando.
Esa laguna la desecaron sedientas bombas del extranjero.
Luz Elena Romero refiere que su famosa madre se enfrentó de manera directa a la dictadura de Alberto Fujimori y a su asesor Vladimiro Montesinos. Denunció sus estropicios. Defendía la democracia sin temor a las represalias del régimen. En 2001, una semana después de un procedimiento quirúrgico, acudió a votar.
Cortesía de la artista.
Mujer del Bicentenario
El 2021, Pastorita Huaracina fue reconocida de manera póstuma por el Estado peruano como la Mujer del Bicentenario, en justo agradecimiento a la obra de una artista comprometida con su país. Recibió una de sus primeras distinciones en 1969, cuando el gobierno de entonces la nombró Embajadora del Folclor Peruano ante el Mundo. En 1986, recibió las Palmas Artísticas con el Grado de Maestra por el Ministerio de Educación. Al año siguiente, el gobierno peruano la declaró Patrimonio Cultural Viviente de la Nación. El grado de Comendadora de la Nación le fue otorgado en 1991 por la Cámara de Senadores y Diputados. El máximo galardón del estado, la Orden del Sol del Perú, le fue concedido en 1999. Ese año le preguntaron cuándo pensaba retirarse. “Cuando me muera”, respondió. Cuando cumplió sus Bodas de Oro artísticas en la plaza de toros de Acho, insinuó su alejamiento ante miles de sus fanáticos. “La gente no me dejó salir hasta que les prometiera que no dejaría el escenario… Si ustedes me siguen aplaudiendo, aunque sea con bastón seguiré [cantando]”, declaró para la revista Kordillera.
En el huayno “No quiero corona”, la Pastorita Huaracina recita para la posteridad:
El día que yo me muera
no quiero penas ni tristezas.
Tampoco quiero coronas.
Quiero que me entierren al compás
de la música nacional.
La diva, la madre, la reina, la embajadora, la cantante mayor del folclor peruano falleció el 24 de mayo de 2001. A petición de ella, su cuerpo fue cremado. Compungidos, entonando sus huaynos, sus miles de seguidores la acompañaron desde el velorio en el convento de Santo Domingo de Lima hasta que sus cenizas se fundieron con el mar peruano en el distrito limeño de Chorrillos; hasta que sus cenizas se abrazaron con la tierra de Malvas, que la vio nacer y cantar como un ave; hasta que las aguas cordilleranas y prístinas del río Santa, en Huaraz, recibieron sus cenizas como si fueran los aplausos eternos que siempre agradeció, apreció y atesoró doña María Dictenia Alvarado Trujillo, Pastorita Huaracina.
Susana Baca: en un lugar del corazón
Eloy Jáuregui
© Susana Baca.
Susana Baca es inagotable. En octubre de 2021 y, para celebrar sus cincuenta años de vida artística, lanzó al mercado su última producción, Palabras urgentes, con el sello Real World Records. Palabras urgentes es el nombre del primer manifiesto del movimiento poético peruano Hora Zero y que la artista ha tomado prestado para componer esta grabación a manera de protesta, y con la intención de generar debate y enfrentarse a todo lo que sucede actualmente. “Entre una musicalidad bella y compleja, junto a la necesidad de manifestarse a través de sus letras, nace Palabras urgentes como un producto honesto y convincente”, dice Susana Baca.
El 30 de julio del mismo año, en conmemoración de los doscientos años de independencia del Perú, Susana lanzó “La herida oscura”, primer sencillo del álbum y justo homenaje a Micaela Bastidas, mujer indígena y líder guerrillera, protagonista de la independencia del Perú. Casi como si fuera un secreto, el tema es interpretado con esa intensidad y amor hacia nuestra historia, donde confluye cada pedazo de un ritmo al que no le falta ninguna palabra.
El álbum fue grabado en su flamante casa de Santa Bárbara, en Cañete, al sur de Lima, y recopila diez canciones. Cada una de ellas ofrece al oyente un viaje musical a las tradiciones del Perú. Susana aborda temas como el feminismo, la libertad y la educación; reflexiona sobre su vida y embarca al oyente en un recorrido por el romance, el dolor, la fuerza y la esperanza.
Y ahora Susana Baca está recordando aquel 1971 cuando, ya graduada como profesora, viajó a las alturas de Acolla, un pueblito de Tarma, donde enseñaba a los niños de la zona. Una noche, en unos quinuales, se maravilló contemplando una de las cientos de orquestas de la región del Mantaro y descubrió el efecto de la luz azulada contra el brillo dorado de los saxos. Pero se sentía llamada por una vocación mayor: el canto, y entabló amistad con escritores como Manuel Scorza, Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo Reynoso, y el poeta y compositor Juan Gonzalo Rose, quien la convocó al Festival Internacional de Agua Dulce de 1972.
El atiborrado auditorio reunió junto al mar a los nuevos compositores e intérpretes de la llamada “nueva canción peruana”. Ahí estaban Diego Mariscal, “Caitro” Soto, Perú Negro y El Polen de Raúl Pereyra junto a los invitados internacionales: Alfredo Zitarrosa, Soledad Bravo, Víctor Heredia y Los Compadres. En la gran final, una cantante menudita hizo brillar el sol de la medianoche cuando lanzó su embrujo sobre el público extasiado. Se llevó el primer premio a la mejor intérprete. Cierto, ese fue el final del comienzo. Baca había culminado una primera etapa de aprendizaje. Después, todo sería distinto.
Susana Baca nació en el barrio limeño de Lince, en lo que fue la hacienda Lobatón, donde los negros habían preservado su historia remota con el lenguaje mágico de sus ritmos, landós, pregones y panalivios. Ella cantaba lo que otros cantaban. Tarareaba las aguas encrespadas, los batientes sonidos de los pájaros, el rumor del viento cuando roza la piel de los árboles al amanecer. Alameda y bajada a Agua Dulce; y Susana, chiquitita y de la mano de su madre, con su canasta que traía los pescados frescos, torcidos, aún briosos del sabor del esplendor. El muelle de los pescadores y la gente de mar, quienes le contaban historias de naufragios y de tempestades. Sus festivas tías que bailaban y cantaban a coro con las garúas y los relatos de aparecidos que ella oía entre asombros. Y las noches, cuando sus manitas se engarzaban a los cabellos de la abuela y soñaba con melodías y poemas.
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