No pasaría mucho tiempo para ver algunos de esos nombres pasar a la política activa en las filas de la UCD, el PCE o el PSOE. A pesar de su original proyecto democristiano, a esas alturas la revista era percibida como muy cercana al Partido Socialista, en el que se habían integrado varios de sus fundadores, como Elías Díaz, Gregorio Peces-Barba, Leopoldo Torres Boursault, José Félix Tezanos, Tomás de la Quadra, Fernando Ledesma, Virgilio Zapatero, Liborio Hierro, Menéndez del Valle, Julián García Valverde, Javier Gómez Navarro, Martínez Alés o, aunque fuera sin carnet de militante, Pedro Altares. Hasta los servicios de información consideraban Cuadernos para el Diálogo «abiertamente PSOE», mientras que situaban a Triunfo «en la línea más intelectual y analítica del PCE», por más que Altares insistiera a menudo en que «no somos los voceros oficiales u oficiosos de ningún grupo o partido político». 24
En realidad, el semanario no dependió del PSOE ni financiera ni políticamente y, durante esos primeros meses de la Transición, la línea editorial apoyó los objetivos básicos de toda la oposición, reunida por fin en una plataforma única. Con el tiempo llegarían las divisiones internas, sobre todo en los meses previos a su desaparición. Así, un artículo de Altares en las páginas de El País contra la renuncia a «un sindicalismo de clase» y el abandono de los «principios marxistas» provocó una dura respuesta de Víctor Martínez Conde en la que recordaba la trayectoria de Cuadernos en la lucha por la democracia y reprochaba a su director su falta de compromiso político en el seno de la UGT y su «pseudoindependencia para desde ella atacar a izquierda o derecha a tenor de sus intereses personales». 25 Pedro J. Ramírez comentaría a propósito: «¡País de locos éste, en el que lo que se le echa en cara a un periodista no es su militancia, sino su independencia!». 26
CENSURA Y AMENAZAS
La Ley de Prensa e Imprenta siguió vigente tras la muerte de Franco y el Ministerio de Información y Turismo no renunció a hacer uso de los secuestros, suspensiones y sanciones administrativas. A su último titular, Andrés Reguera Guajardo, no se le ocultaba que llevaba todas las de perder si solo recurría a métodos coercitivos contra la prensa, así que reunió en Madrid a los directores de los principales medios y les pidió ayuda para instaurar la libertad de prensa, con especial atención a tres temas «delicados»: la Corona, el Ejército y la unidad territorial (Chuliá, 2001: 209). En abril de 1975 Triunfo había sido condenado a una suspensión de cuatro meses a comenzar desde septiembre por un artículo del psiquiatra José Aumente titulado «¿Estamos preparados para el cambio?». Esta larga suspensión privó a la revista de la oportunidad no solo de informar sobre la muerte del dictador, sino también de beneficiarse de los primeros indultos que el Rey concedió a otras publicaciones y periodistas sancionados por transgredir la vigente Ley de Prensa.
En el último número mensual, correspondiente a febrero-marzo de 1976, Cuadernos pudo publicar los artículos secuestrados desde 1970 hasta solo tres meses antes. Sin embargo, solo dos meses después, en junio, la revista se vio obligada a retirar un informe sobre torturas después de que la Dirección General de la Guardia Civil denunciara ante la jurisdicción militar otro previamente publicado por Cambio 16 acerca de malos tratos a detenidos en el País Vasco. 27 A primeros de septiembre de 1976, el Ministerio de Información y Turismo ordenó el secuestro de la revista por una entrevista que Vicente Verdú había realizado durante las vacaciones a Reguera Guajardo, en la que el ministro hablaba nada menos que de la posibilidad de legalizar el PCE. 28 Como la mayor parte de la edición había sido ya distribuida y solo quedaban unos tres mil ejemplares en el almacén, aparte de que el ministro no podía demostrar la falsedad de la entrevista, la solución fue comprar toda la edición con un talón del Ministerio y llamar uno a uno a los distribuidores para que, alegando «dificultades técnicas», devolvieran los ejemplares recibidos. 29
Los expedientes y secuestros no cesaron, ni mucho menos, pero ya nadie podía sustraer a la prensa su función fiscalizadora sobre las actuaciones de la Administración. Las amenazas llegaron también por otras vías. Soledad Gallego Díaz y José Luis Martínez fueron conminados a salir del país en un plazo de cuarenta y ocho horas por un autodenominado Comando de Apoyo y Defensa de la Internacional Nacionalsocialista, a causa de un informe publicado en el número 170 sobre la presencia de terroristas fascistas italianos en Madrid. 30 Durante meses, un coche de la policía tuvo que vigilar día y noche la sede de Cuadernos en la madrileña calle Jarama, porque a la redacción no dejaban de llegar anónimos de las nuevas organizaciones de extrema derecha, como Vanguardia de Lucha Antimarxista (VLA), Comando José Antonio de Orden Social (CJAOS), Partido Español Nacional-Sindicalista (PENS) o los Guerrilleros de Cristo Rey, en los que amenazaban de muerte a redactores del semanario por informaciones como la publicada sobre los republicanos represaliados en Granada. 31
TRIUNFO Y EL ADIÓS A LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA
Tras la muerte del dictador en noviembre de 1975 y de los cuatro meses de suspensión, Triunfo reaparecía en enero de 1976 con José Ángel Ezcurra como director y Eduardo Haro Tecglen en la subdirección. Les acompañaban César Alonso de los Ríos y Víctor Márquez Reviriego como jefes de redacción en Madrid y Manuel Vázquez Montalbán en Barcelona. Casi una veintena de colaboradores engrosaban las filas de la redacción en este primer año de cambio, con nombres como Carlos Elordi, José Aumente, Antonio Elorza, Montserrat Roig o Nicolás Sartorius. Todos ellos con la disposición abiertamente política de contribuir desde la revista al cambio democrático en España por la vía de la ruptura, tal como había sido formulada por la Junta Democrática en París en 1974.
Atrás quedaba el interés preferente de Triunfo por los asuntos de carácter internacional y la cultura europea. Desde enero de 1976 y hasta las elecciones de junio de 1977, la prioridad sería la marcha de la política nacional y el impulso de un cambio político que parecía ineludible. A lo largo de ese año y medio la revista participó activamente en la construcción de un clima de protesta, dando espacio en sus páginas a las reivindicaciones laborales, vecinales, estudiantiles, ecológicas o feministas, a la campaña por la amnistía y a demandas como la objeción de conciencia. 32 En ese proceso Triunfo jugó un papel determinante erigiéndose en plataforma de discusión pública y espacio privilegiado de formulación de demandas, a la vez que asumía funciones que en un contexto democrático normal desempeñan otras instancias, como los partidos y las instituciones. La cultura, y la contracultura, actuaron en Triunfo como una forma más de politización y de participación ciudadana de personas o colectivos no necesariamente implicados en otras formas de protesta. 33
Tras las elecciones del 15 de junio 1977, la ruptura democrática dejó de ser un proyecto político aglutinante de la izquierda ideológica para convertirse en base de negociación de la nueva etapa constituyente. De «ruptura pactada» se acabó hablando en la prensa del momento para expresar el fin de la polaridad que había enfrentado a rupturistas y a reformistas hasta pocas semanas antes de las elecciones. Las elecciones abrieron una nueva etapa política que imponía el acuerdo sobre la confrontación, pero también el abandono del viejo ideal de la «unidad de la izquierda» en beneficio de la disparidad estratégica y de acción, particularmente del PCE y el PSOE. El resultado electoral favoreció las posiciones moderadas de la derecha, con la victoria de la UCD, el partido del presidente Adolfo Suárez, y de la izquierda, con el PSOE como segundo partido más votado. El resto de partidos, a la derecha y a la izquierda, incluido el PCE, alcanzaron resultados muy por debajo de sus expectativas. Como consecuencia, el Partido Comunista abandonó el proyecto de confrontación y ruptura, pasó a difundir la consigna de la desmovilización entre sus militantes y tomó la decisión de participar en cuantas mesas de negociación fueran convocadas por el Gobierno.
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