El proyecto fascista terminó colocándose a contracorriente con respecto a lo que ocurría en la mentalidad, los hábitos y la cotidianidad de los italianos, surgiendo una resistencia pasiva y a menudo inconsciente ante los dictámenes y el sistema impuestos por el régimen. El fascismo ejercitó un esfuerzo inútil por cambiar estas transformaciones de largo plazo, cayendo en contradicción y obteniendo, a pesar de ello, resultados parciales que influyeron a medio plazo, mucho más allá de su conclusión, en la historia del país: entre la historia de Italia y la historia del fascismo hay conexiones profundas que deben estar constantemente bajo observación. El libro tiene una tesis de fondo que se desarrolla en los capítulos centrales, precedidos y concluidos por dos capítulos que orientan al lector menos maduro en la contextualización del periodo histórico. La tesis es que el fascismo, a pesar de todos los esfuerzos coercitivos y propagandísticos, ni modificó radicalmente ni interrumpió las tendencias que ya se estaban desarrollando en la sociedad italiana. Sí que impuso políticas, sobre todo en los años que precedieron a la Gran Depresión, orientadas a reformar procesos y remediar carencias. Fue el principio del Estado social, pero no de una ciudadanía social, porque excluyó a quienes no respondían o no se adecuaban a su visión de la sociedad. Creó un Estado paternalista y clientelar que encontró en el Partido Fascista su mejor agente. Nacionalizó a los italianos más y mejor de cuanto lo había hecho anteriormente el Estado liberal, pero les impuso una idea unívoca de comunidad nacional que los llevó a aceptar y a participar incluso activamente en políticas, acciones y agresiones nacionalistas, racistas y xenófobas. El régimen no siempre tuvo éxito en sus políticas sociales: por ejemplo, aun practicando políticas de incremento demográfico y de ruralización, no logró impedir que los núcleos familiares se modificasen según las nuevas necesidades y las nuevas economías, ni que la población italiana disminuyese y abandonase la montaña y el campo para desplazarse a la llanura y la ciudad. Así pues, hemos considerado los largos procesos de transformación de la sociedad italiana prestando atención a los agentes, como las legislaciones; las ideas, como la de nacionalidad; las relaciones, entre generaciones y géneros; la economía en la gestión de los recursos humanos y la demografía y el territorio geográfico.
El fascismo fue la única experiencia contemporánea que tuvo un proyecto unitario y autoritario de transformación de la sociedad, de la mentalidad, de los roles de género y de las tareas destinadas a las generaciones y al individuo incluso en su esfera privada. De todo esto se ocupa el libro: de ilustrar las políticas creadas para remodelar la sociedad y crear italianos «nuevos» y del consenso real que obtuvieron tales proyectos. Giulia Albanese y Roberta Pergher, coordinadoras de la obra colectiva publicada en 2012 In the Society of Fascists , me han señalado que en mi libro el estudio del consenso se concentra más en las políticas para obtenerlo que en la efectiva correspondencia en la sociedad. En esta nueva edición no habría podido obtener un resultado diferente de no haber modificado totalmente la estructura y la dirección de la investigación y de no haber construido el libro a partir de los casos de estudio aplicando el enfoque bottom up . Otra historia social sobre los sentimientos de la población podría llevarse a cabo investigando las huellas y las señales que aparecen en los diarios y en los epistolarios particulares: es lo que hizo Peter Fritsche con una reconstrucción de las condiciones de «vida y muerte» de los alemanes en la Alemania nazi en un libro publicado contemporáneamente a mi primera edición, y Christopher Duggan en el innovador libro sobre las «voces» de los diarios y los epistolarios de los italianos publicado en 2012.
En cualquier caso, este libro no se ha pensado como un texto de alta divulgación, como algunos críticos lo han definido, sino como un trabajo historiográfico, dirigido principalmente a estudiosos y estudiantes universitarios, cuyo propósito es proporcionar a distintos niveles un cuadro completo de los resultados de las investigaciones realizadas y en curso y sugerir pistas y lagunas sobre las que dirigir la atención para investigaciones futuras. Algunas cuestiones señaladas como irresueltas en la primera edición se han ido investigado durante este tiempo. Entre las más interesantes y completas se encuentran la aplicación de las leyes raciales antijudías y sus consecuencias sociales y económicas, la construcción del fascismo en las zonas provinciales y la compleja relación entre el poder central y el poder local y la reconstrucción de la vida colonial bajo el fascismo. Estos nuevos estudios se han tenido en cuenta en la reescritura de algunas partes del libro y sobre todo en la actualización de la bibliografía final. La primera edición también contó con una categoría más amplia de lectores, que espero que asimismo estén interesados en esta reedición. Es sobre todo por ellos por lo que he agilizado la lectura gracias a un texto que conscientemente ha evitado las notas; pero todo cuanto aquí está escrito es el resultado de un intenso estudio de la bibliografía historiográfica sobre el tema y de las fuentes impresas y archivísticas.
Y esto nos lleva a la segunda razón de este libro. Una historia social es una narración que se basa en las fuentes y en los resultados de una investigación. No tiene nada que ver con la literatura evocativa del «cómo éramos», fundamentalmente dominio de publicistas banales, pobres de lecturas y de preparación adecuada, que en los últimos años han pretendido narrar la sociedad italiana bajo el fascismo. Recordaba en la primera edición las corresponsabilidades que, años antes, el historiador Massimo Legnani también había atribuido a la historiografía italiana: la de haber sido insensible y evasiva a la hora de afrontar temas como la experiencia de la gente común y el espíritu público. Pienso que estas responsabilidades por fin han sido asumidas por una nueva generación de historiadores italianos, al igual que está ocurriendo con la superación del periodo de fácil «negación» de las responsabilidades del fascismo italiano. Desde hace al menos dos décadas los trabajos más innovadores hablan de colonialismo, racismo, antisemitismo, antieslavismo, sexismo, homofobia y todas las fobias hacia los diferentes y hacia los «otros», no solo proscritos por el fascismo sino también olvidados durante mucho tiempo por los historiadores, atentos exclusivamente al enfrentamiento político e ideológico entre fascistas y antifascistas militantes. El fascismo, lo recuerdo de nuevo, fomentó prejuicios y odios que produjeron dramas personales y colectivos; además, empujó a la mayoría de italianos, que se consideraban y que han seguido considerándose «buenas personas» no solo a sufrir una política agresiva, sino también a apoyar su exportación más allá de las fronteras nacionales, convirtiéndose ellos mismos a su vez en víctimas y verdugos.
Vuelvo a dedicar esta edición a Adriana Vaccaro y a Francesco Dogliani, que transcurrieron su infancia y su primera juventud bajo el fascismo y supieron redimirse conscientemente, aprendiendo de lo que habían vivido; la primera a través de la emancipación y el anticonformismo, el segundo a través de la difícil pero necesaria entrada en la resistencia armada a finales de 1943, siendo aún estudiante liceal. Lamento no haber hablado más con ellos; ha sido por pudor filial, pero también por esa dificultad de comunicación entre generaciones que, en cuanto italianos, nos ha impedido durante mucho tiempo llegar al fondo de ese periodo y adquirir plena conciencia de nuestro pasado todavía reciente.
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