FASCISMO
Y
FRANQUISMO
FASCISMO
Y
FRANQUISMO
Ismael Saz Campos
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
2004
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© Ismael Saz Campos
© De la presente edición: Publicacions de la Universitat de València, 2004
Fotografia de la cubierta: Franco y sus obispos
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publicacions@uv.es
Fotocomposición y maquetación: Addenda, 08010 Barcelona
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
Impresión: GUADA Impressors, SL
ISBN: 978-84-370-9418-2
Depósito legal: V-1776-2004
A Amparo. A Víctor .
Introducción: ¿Qué hacemos con el franquismo?
Nota del autor
FASCISTAS, FASCISMOS Y FRANQUISMO
TRES ACOTACIONES A PROPÓSITO DE LOS ORÍGENES, DESARROLLO Y CRISIS DEL FASCISMO ESPAÑOL
Un precursor y un discípulo consecuente
Fascismo de «derecha», fascismo de «izquierda». La confusión de una crisis
Dos fascismos y un fracaso
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA Y EL FASCISMO ESPAÑOL
¿RÉGIMEN AUTORITARIO O DICTADURA FASCISTA?
Sobre el concepto de fascistización
Un régimen fascistizado por excelencia: el franquismo
REPENSAR EL FASCISMO
La crisis de las grandes teorías
La renovación de los estudios: un proceso de demolición
La Alltagsgeschichte y la caída del último baluarte
Recomponiendo el puzle
EL RÉGIMEN FRANQUISTA. POLÍTICA Y SOCIEDAD
SALAMANCA, 1937: LOS FUNDAMENTOS DE UN RÉGIMEN
La configuración del bando nacionalista: fuerzas políticas
La configuración del bando nacionalista: Iglesia y Ejército
Hacia la unificación política
Un documento clarificador
Algo de tragedia y bastante de farsa: la unificación
Epílogo: los fundamentos de un régimen
EL PRIMER FRANQUISMO
«Revolución nacional», parafascismo y fascistización
Fascistización y fascismo en la II República
La guerra que «generó» el partido fascista
La guerra mundial: ascenso y caída de la Falange fascista
A modo de conclusión
ENTRE LA HOSTILIDAD Y EL CONSENTIMIENTO. VALENCIA EN LA POSGUERRA
El problema del consenso
Consenso activo y consenso pasivo
¿Represión vs . consenso?
La historia de la vida cotidiana
El proyecto Valencia
Los resultados
TRABAJADORES CORRIENTES
La entrevista
El relato
Los silencios y los tiempos
Un discurso de clase
Rojos, derrotados y humillados
Una hostilidad unánime y absoluta
¿Una hostilidad abierta? La extraña coincidencia de todas las fuentes
La construcción de una normalidad
Las dos caras de Juno: capital y paternalismo empresarial
Entre el apoliticismo y la antipolítica
El efecto Girón y el colaboracionismo
A modo de conclusión
FRANQUISMO E HISTORIA
ALGUNAS CONSIDERACIONES A PROPÓSITO DEL DEBATE SOBRE LA NATURALEZA DEL FRANQUISMO Y EL LUGAR HISTÓRICO DE LA DICTADURA
El debate sobre la naturaleza del franquismo
El lugar histórico de la dictadura
El franquismo en su siglo
LOS NACIONALISMOS FRANQUISTAS
EL PASADO QUE AÚN NO PUEDE PASAR
INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ HACEMOS CON EL FRANQUISMO?
Una encuesta publicada por el diario El Mundo el 20 de noviembre de 2000 reflejaba que la imagen de Franco era «mala» o «muy mala» para el 38,1% de los encuestados, «regular» para el 33,1%, «buena o muy buena» para el 22,5%, mientras que un 6,2% se refugiaba en el «no sabe/no contesta». Otras encuestas nos hablan de la escasa, por no decir mala, consideración que merece en el imaginario de los españoles la experiencia de la Segunda República. 1Un libro que retoma las más rancias tesis franquistas parece hacer estragos. Y ni siquiera falta quien se permite el lujo de arremeter contra una historia «políticamente correcta», por antifranquista –supuestamente la del gremio de los historiadores. 2Parece claro que algo pasa en un país democrático que parece valorar mejor, o menos mal, una experiencia dictatorial que su más directo precedente democrático, la Segunda República; o que, peor aún, contempla impávido un auténtico proceso de demolición de la práctica totalidad de sus experiencias y actores democráticos anteriores a 1975.
Nos guste o no, parece perdurar en el imaginario de los españoles la asociación República –Guerra Civil– Franquismo como una concatenación de hechos según la cual la primera habría conducido a la segunda y ésta se habría resuelto con la imposición del tercero. Durante este último, además, se habrían producido las grandes transformaciones económicas y sociales que habrían hecho posible al fin el triunfo de la democracia en España. Por supuesto, esta cadencia de imágenes parte más o menos correctamente de la percepción de que la Segunda República fue muy conflictiva, con graves errores por parte de su izquierda –la democrática y la revolucionaria–, con procesos violentos, etc. Pero reduce la experiencia republicana a sus episodios más conflictivos y, sobre todo, obvia el contexto europeo. Esto es, que las turbulencias en la República se producían en el marco de una Europa turbulenta, en lo que se ha venido en denominar, desde perspectivas muy distintas, la guerra civil europea de los treinta o treinta y un años. 3La nota general, dominante, en este proceso es que la democracia fue sometida a un asalto formidable. En 1936 habían caído las democracias en Italia, Portugal, Polonia, Alemania, Austria, Yugoslavia, Grecia y la práctica totalidad de la Europa centro-oriental –la acechada Checoslovaquia era la excepción. En ningún sitio cayeron solas. En todos hubo errores de la izquierda y de los demócratas, crisis, turbulencias y episodios violentos. Pero en todos hubo enemigos de la democracia y ejecutores de la misma.
También en España. Aquí la República resistió tres años. Esa es la singularidad española. En esos tres años se desató una violencia inusitada en la zona republicana, el Estado se descompuso por efecto del Golpe de Estado, los conflictos y crisis entre los partidos de gobierno y en el interior de los mismos se multiplicaron, la vida cotidiana de los ciudadanos, en el frente y en la retaguardia, sufrió el impacto brutal, la democracia acusó severas distorsiones. Pero también es verdad que hubo una paulatina recomposición del Estado republicano y que ésta tuvo como uno de sus efectos más claros la drástica, casi fulminante, disminución de la violencia indiscriminada. Sobre todo, y a pesar de todo –es lamentable que todavía haya que recordarlo–, la Segunda República siguió siendo, en plena Guerra Civil, una democracia pluripartidista. Pero vencieron los otros, los que querían destruir la democracia a cualquier precio, el franquismo: éste y quienes le apoyaban fueron los ejecutores de la democracia en España.
Todo esto en el marco de una represión salvaje, iniciada con el golpe mismo y que creció exponencialmente adoptando sus perfiles más siniestros conforme se avanzaba en el proceso de construcción del nuevo Estado . Fue una represión más salvaje incluso que la fascista italiana o la nazi. Tan salvaje como para que un fascista radical como Farinacci o un genocida todavía no estrenado como tal, Himmler, quedasen sencillamente horrorizados. Conviene reiterarlo. El genocidio nazi fue inmensamente superior al franquista, aunque no lo fuera como represión por motivos políticos. Y fue posterior: a la altura de 1940 el régimen franquista poseía el récord criminal absoluto entre las dictaduras europeas de derechas. Por supuesto, la destrucción no fue solamente física. El régimen se planteó y llevó a término con una determinación inflexible la tarea de erradicar la tradición y la cultura liberales, todo rastro de los valores de la Ilustración, de la democracia, el socialismo, el comunismo o el anarquismo, toda sombra o residuo de la pluralidad nacional española. En el plano económico, se experimentó a lo largo de los años cuarenta un retroceso sin precedentes en toda la España contemporánea y en ningún otro país europeo. La involución social fue paralela.
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