MARIANO FAZIO
CINCO CLÁSICOS ITALIANOS
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2020 by MARIANO FAZIO
© 2020 by EDICIONES RIALP, S. A.
Colombia, 63, 8.º A - 28016 Madrid
( www.rialp.com)
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (edición impresa): 978-84-321-5285-6
ISBN (edición digital): 978-84-321-5286-3
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
A Beatriz, mi madre,
más inspiradora que la Beatrice de Dante
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR MARIANO FAZIO CINCO CLÁSICOS ITALIANOS EDICIONES RIALP MADRID
CRÉDITOS © 2020 by MARIANO FAZIO © 2020 by EDICIONES RIALP, S. A. Colombia, 63, 8.º A - 28016 Madrid ( www.rialp.com ) Realización ePub: produccioneditorial.com ISBN (edición impresa): 978-84-321-5285-6 ISBN (edición digital): 978-84-321-5286-3 No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org ) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
DEDICATORIA A Beatriz, mi madre, más inspiradora que la Beatrice de Dante
INTRODUCCIÓN
I. EL AMOR QUE MUEVE EL SOL Y LAS DEMÁS ESTRELLAS. LA DIVINA COMEDIA, DE DANTE ALIGHIERI (1265-1321)
DANTE Y SU ÉPOCA. ENTRE EL MEDIOEVO Y LA MODERNIDAD
LA VITA NUOVA Y LA DIVINA COMEDIA
CRONOLOGÍA, ESTRUCTURA Y TOPOGRAFÍA DE LA DIVINA COMEDIA
EN MEDIO DEL CAMINO DE NUESTRA VIDA
EL INFIERNO
EL PURGATORIO
EL PARAÍSO
II. ¡TANTAS COSAS PERDONA DIOS POR UNA OBRA DE MISERICORDIA! LOS NOVIOS, DE ALESSANDRO MANZONI (1785-1873)
UN HOMBRE ENTRE DOS SIGLOS
LUCÍA Y RENZO: EL AMOR DIVINO Y HUMANO
DOS PODEROSOS: VIVIR PARA SÍ O PARA LOS DEMÁS
TRES MINISTROS DE DIOS: ENTRE LA PUSILANIMIDADY LA SANTIDAD
LA MONJA DE MONZA O LA LIBERTAD
DOÑA PRÁXEDES Y DON FERRANTE
III. LAS AVENTURAS DE PINOCHO. UN CLÁSICO PARA TODAS LAS EDADES. CARLO COLLODI (1826-1890)
LAS AVENTURAS DE PINOCHO
UNA LECTURA TEOLÓGICA DE LAS AVENTURAS DE PINOCHO
IV. UN CORAZÓN QUE SIGUE CONMOVIENDO. EDMONDO DE AMICIS (1846-1908)
UN DIARIO ESCOLAR
UN AULA, UN MUNDO
¿VIRTUDES HUMANAS O CRISTIANAS?
AL SERVICIO DE LA UNIDAD DE ITALIA
V. DON CAMILO Y PEPÓN: IDENTIDAD Y DIÁLOGO. GIOVANNINO GUARESCHI (1908-1968)
LECCIONES DE HUMANIDAD
EPÍLOGO
BIBLIOGRAFÍA CITADA
AUTOR
INTRODUCCIÓN
Il bel paese. Así llama Dante Alighieri en la Divina Comedia a Italia: el bello país. Las categorías estéticas son las que primero vienen a la mente cuando uno piensa en Italia. La misma lengua italiana utiliza abundantemente los calificativos estéticos para definir una determinada realidad. Ante una buena noticia, los de habla española exclamamos: ¡Qué bueno! Los italianos, en cambio, dirán: Che bello! El calificativo de Dante es compartido por millones de personas: identificamos a Italia con el arte, la creatividad, la cultura, la belleza.
¿Existe una cultura italiana? Habría dos motivos para poner en duda una respuesta positiva. La primera sería la gran diversidad de caracteres, modos de vida e instituciones que hay en la península y en las islas. Sicilia, Campania o Cerdeña poco tienen que ver con Lombardía o Piamonte. La segunda objeción es la juventud del Estado italiano, que apenas cuenta con un siglo y medio de existencia. Sin embargo, la cultura italiana existe, tiene raíces milenarias y ha demostrado una gran capacidad de universalizarse.
Resolvamos el problema que nos plantea la primera objeción. Es verdad que hay diversidad entre Nápoles y Milán, o entre Bari y Turín. Pero identidad cultural no significa uniformidad, y bajo las diferencias evidentes de las distintas regiones hay un sustrato común, compuesto por elementos que caracterizan un modo de ver el mundo que, con matices, es el mismo en el Norte, en el Centro, en el Sur y en las Islas. Nos referiremos inmediatamente a esos elementos comunes. Antes, respondamos a la segunda objeción. Basta con decir que con el concepto Estado hablamos de la organización jurídico-política de una comunidad, mientras que el concepto Nación hace referencia a unas raíces culturales determinadas, que no necesariamente se reflejan en la forma estatal de organización. La nación italiana existía mucho antes que el Estado italiano. De hecho, Dante se refiere a Italia como una unidad cinco siglos antes del proceso de unificación.
¿Cuáles son los elementos que caracterizan la cultura italiana? Me referiré a tres, que considero fundamentales: la tradición clásica, la fe cristiana y la apertura a lo universal. Comencemos con lo clásico. Roma hereda de Grecia su bagaje cultural, y lo universaliza. El crecimiento de Roma —fundada en el 753 antes de Cristo— en poder territorial, militar y económico, y sus sucesivas adaptaciones institucionales, desde la monarquía al imperio pasando por la república, dejaron una huella imperecedera en toda la península. Los restos monumentales de la presencia romana —en el sur, también los de la cultura griega—, las inscripciones latinas que campean hasta en las casas construidas en pleno siglo xx, los nombres de las grandes rutas —Apia, Flaminia, Tiburtina, Nomentana, Salaria, Aurelia, etc.—, el derecho romano plasmado en los códigos de la República italiana, son algunas manifestaciones entre las muchas que se podrían citar de dicha supervivencia.
A partir del siglo I, otro elemento se une a la tradición clásica: el anuncio del Evangelio. En Roma, el apóstol Pedro fijó su residencia, y Pablo estuvo los últimos años de su vida en la capital imperial. Los dos fueron martirizados en la Ciudad eterna, y los romanos se enorgullecen de tener nada menos que a los dos apóstoles como patronos de su ciudad. El Evangelio se difundió rápidamente por todo el territorio de lo que hoy es el Estado italiano, y de allí salieron un número impresionante de santos que expandieron —con sus vidas y, muchos de ellos, con sus fundaciones— la fe católica en todo el mundo. San Benito de Nursia, san Francisco de Asís, santa Catalina de Siena y san Juan Bosco son solo algunos ejemplos —quizá los más importantes— del influjo italiano en el mundo católico a través de los siglos. Pero lo que otorga a Italia un elemento distintivo es la presencia casi permanente del Papa —el sucesor de Pedro— en Roma. Roma no es solo la capital política de un Estado europeo: es el centro de la catolicidad, al que miran con respeto y atención cientos de millones de personas en el mundo entero.
Nos queda por hablar del tercer elemento: la apertura a lo universal. Tanto la cultura clásica como la fe cristiana poseen características universales. El latino Terencio había afirmado: Homo sum. Humani nihil a me alienum puto («Soy hombre. Nada de lo humano me es ajeno»)[1], y san Pablo escribía a los cristianos de Galacia que «ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús» (Gal 3, 28-29). Por otro lado, no hay que olvidar que, etimológicamente, en su raíz griega, católico significa universal.
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