1 ...8 9 10 12 13 14 ...18 En la Chāndogya Upaniṣad encontramos una bella historia que narra cómo el joven Satyakama Jabala acudió al āśram del sabio Haridrumata Gautama en busca de enseñanza. Gautama, después de hacerle varias preguntas al joven recién llegado y ver su nobleza, le aceptó como discípulo y le dio la instrucción de ir a las montañas con las cien vacas del āśram y regresar cuando estas fueran mil. Imaginemos nuestra sorpresa si fuéramos a un āśram a estudiar las Upaniṣads y los métodos de autoconocimiento y el guru nos diera la instrucción de cuidar las vacas alejados de su presencia. Posiblemente pocos de nosotros seríamos capaces de seguir este mandato. Satyakama Jabala, con total confianza, se dirigió hacia las montañas con la manada de vacas y pasó allí mucho tiempo, doce años según la narración, un período de tiempo que encontramos recurrentemente en los textos antiguos y que representa un ciclo completo de renovación interior. Satyakama se sentía pleno, sin nada que le faltara. Un día, un toro muy grande de la manada se le acercó y le dijo: «Satyakama, ya somos mil, puedes regresar al āśram de tu guru ». Satyakama, al escuchar al buen animal, se sintió feliz de haber podido seguir adecuadamente la instrucción de su guru y, viendo que la manada era ahora inmensa, guió a los animales de regreso hacia el āśram de su maestro.
Guru y discípulo en su āśram
Durante el camino de regreso, cuatro divinidades se manifestaron y le otorgaron una cuarta parte, la mitad, tres cuartas partes y la totalidad de la enseñanza, respectivamente. Satyakama recibió así el pleno conocimiento de brahman y felizmente llegó al āśram de su guru. Gautama, que lo esperaba, al verlo radiante y reconociendo su estado le dijo: «Oh hijo mío, brillas como alguien que tiene el conocimiento de brahman , ¿quién te ha instruido?». A lo que Satyakama respondió: «Me han instruido seres que no eran humanos. Pero es de ti, respetado maestro, de quien quiero recibir esta enseñanza. Por favor, satisface mi deseo, ya que ciertamente he oído de personas venerables como tú que el mejor conocimiento es el que se recibe del propio guru ». Tras estas palabras, Gautama le impartió el conocimiento de brahman . La Upaniṣad concluye afirmando que, al impartirle este conocimiento, «absolutamente nada fue omitido», refiriéndose a que, con el conocimiento de brahman , la esencia de todo, todo es conocido.
Con los años, Satyakama se convirtió en un gran maestro y tuvo un gran número de discípulos. ¿Cuál fue el mérito de Satyakama Jabala? Seguir plenamente la instrucción de su guru. Este es un requisito muy importante en el sutil camino del yoga .
El primer paso del camino es aquietar la mente y los sentidos, disfrutar de la soledad y el silencio, reducir los deseos, tener un intenso amor por la enseñanza y ser capaz de dar la vida por ella. Cuando el guru acepta al discípulo, asume un claro deber hacia este. Después de la iniciación se teje un lazo invisible que los une y los unirá hasta que el discípulo alcance el mismo estado de plenitud que su guru . Este es un tema fascinante en el que ahora no podemos detenernos, pero contemplemos brevemente estos mantras :
El maestro debe impartir de manera correcta el conocimiento de brahman al discípulo que se ha acercado debidamente a él, cuya mente se halla serena por completo y cuyos sentidos están bajo control. A través de dicho conocimiento podrá conocer al inmutable y verdadero puruṣa. 30
Por medio de la práctica del yoga se obtiene el contentamiento, la fortaleza ante los pares de opuestos (placer y dolor) y la tranquilidad. Este conocimiento muy secreto no debe transmitirse a alguien que no sea el propio hijo o un discípulo, o que no tenga una mente calmada. Se puede otorgar a aquel que tiene devoción hacia su maestro y que posee todas las cualidades.31
Sigamos ahora con la sublime enseñanza de la Kaṭha Upaniṣad :
Vajashravasa, el padre de Nachiketa, estaba ofreciendo donaciones ( dakṣiṇa ) a los brahmanes para concluir una importante ceremonia de fuego ( yajña ). El joven Nachiketa observó que su padre ofrecía unas vacas muy delgadas y famélicas, siendo consciente de que una donación tiene que ser siempre de algo preciado y agradable y de que su padre estaba incurriendo en una importante falta. Entonces le dijo repetidamente: «Padre, ¿a quién me entregarás?». El padre, molesto por la impertinencia de su hijo, en un momento de enfado dijo: «¡A la muerte te ofreceré!». Al escuchar las palabras de su padre, Nachiketa se presentó ante él y le dijo: «Oh padre, en nuestra familia nunca rompemos la palabra dada, vivimos establecidos en la veracidad ( satya ). Tú me has ofrecido a la muerte y al mundo de la muerte voy ahora».
Nachiketa se desplazó al mundo de Yama (el señor de la muerte). Cuando llegó allí, Yama estaba ausente y tuvo que esperar durante tres días y tres noches sin comer ni beber. Cuando Yama regresó y vio a aquel joven brahmán de cara radiante, se disculpó por los días que había tenido que esperar y le otorgó tres deseos. Aquí empieza una profunda conversación que contiene de forma concisa y clara la esencia de la metafísica de las Upaniṣads . Uno de los deseos de Nachiketa fue que Yama le mostrara el misterio de la muerte y le revelara qué es lo que realmente muere con la muerte del cuerpo.
Nachiketa dijo: ¡Oh Yama! Me has dicho que incluso los mismos devas tienen sus dudas respecto a esta cuestión y has declarado que no es fácil de comprender. Sin embargo, no podré hallar a otro maestro como tú. Ningún otro deseo es comparable a este.32
Yama, para disuadirle de formular esta pregunta, le propuso que le pidiera hijos y nietos que vivieran cien años, le ofreció elefantes, caballos, ganado, oro, un vasto dominio sobre la tierra e incluso vivir cuantos años deseara. Le ofreció salud y larga vida y le dijo: «Haré que disfrutes de todos tus deseos». Le brindó también doncellas celestiales ( apsaras ), con sus carrozas e instrumentos musicales, mientras le pedía que no insistiera con su pregunta acerca de la muerte. Nachiketa le respondió:
¡Oh Yama! Todo lo que me ofreces es efímero y además debilitará el vigor de todos mis órganos de los sentidos. Incluso la vida más larga es verdaderamente corta. (…) La riqueza nunca puede hacer feliz a un hombre.33
Al ver el extraordinario desapego ( vairāgya ) de Nachiketa al rechazar todos los bienes imaginables que un hombre pudiese desear, Yama accedió a instruirle en el conocimiento del ātman . Así dio comienzo la enseñanza:
Yama dijo:
Lo bueno ( śreyas ) es una cosa, lo placentero ( preyas ), otra. Ambas sirven a distintos propósitos y atan al hombre. Es feliz aquel que, entre las dos, elige lo bueno ( śreyas ). Pero aquel que elige lo placentero ( preyas ) ciertamente pierde de vista la meta final.34
El aspirante en el camino del yoga del conocimiento ( jñāna-yoga ) debe buscar siempre aquello que es lo más beneficioso para su crecimiento interior ( śreyas ), escogiendo siempre lo más elevado, lo más armónico, lo más justo, lo más noble y lo más ético, aunque esto conlleve un gran esfuerzo. Debe ir siempre más allá de las pulsiones de los sentidos y de la mente cambiante y establecerse en un estado de ecuanimidad y armonía interior sin caer en la constante elección de lo más placentero, fácil e inmediato ( preyas ), que le apartaría del auténtico camino basado en la determinación y en la fortaleza interior. Este será el firme soporte que sustentará al yogī a lo largo de todo su proceso.
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