65. Positivista, Teófilo Braga era muy crítico con respecto a la teoría de la nación-consciencia, en tanto en cuanto era defensor de la idea de que la nación era una entidad natural, anterior a la monarquía y se enraizaba en una diferencia étnica
66. J. P. de Oliveira Martins: Política e economia nacional , 2.ª ed., Lisboa, Guimarães, 1954 (1.ª ed. 1885), p. 44.
67. J. P. de Oliveira Martins: «A História de Portugal e os críticos», en História de Portugal (ed. crítica de Martim de Albuquerque e I. Albuquerque), Lisboa, INCM, s.d., p. 223.
68. Augusto Santos Silva: «Os lugares visto de dentro: estudos e estudiosos locais do séc. XIX português», en Palavras para um país , Lisboa, Celta, 1997, pp. 111-171.
69. José Manuel Sobral: Portugal, Portugueses: uma identidade nacional , Lisboa, Fundación Francisco Manuel dos Santos, 2012, pp. 57-79.
70. Joel Serrão: Da «Regeneración» à República , Lisboa, Livros Horizonte, 1990.
71. Sérgio Campos Matos: «História e identidade nacional: a formación de Portugal na historiografia contemporânea», Consciência histórica e nacionalismo , pp. 17-31.
72. Fernando Catroga: Ensaio Respublicano , Lisboa, Fundación Francisco Manuel dos Santos, 2011, pp. 28-29.
73. Ernest Gellner: Naciones y nacionalismo , Madrid, Alianza, 1988.
74. Enric Ucelay da Cal: «The historiography of catalanism», en Nationale bewegingen en geschiedschrijving , National movments and historiography , Amberes, Bijzonder Nummer van W. Tijdingen, 2005, p. 119.
75. Anthony Smith: A identidade nacional , Lisboa, Gradiva, 1997 (trad. esp.: Anthony Smith: La identidad nacional , Madrid, Trama Editorial, 1997).
76. Javier Moreno Luzón (ed.): «Introducción: el fin de la melancolía», Construir España. Nacionalismo español y procesos de nacionalización , p. 19 y Anne-Marie Thiesse: Faire les Français. Quelle identité nationale? , París, Stock, 2010.
77. Para el caso de Galicia, véase Justo Beramendi: «Algunos aspectos del nation-building español en la Galicia del siglo XIX», en Javier Moreno Luzón (ed.): Construir España. Nacionalismo español y procesos de nacionalización , pp. 25-57.
78. Eugen Weber: Peasents ninto Frenchmen... , op. cit ., p. 485.
79. J. P. de Oliveira Martins: Portugal Contemporâneo , vol. III, Lisboa, Guimarães, 1953 (1881), p. 310.
80. «A linguagem do patriotismo em Portugal: unidade e conflito, da crise do Antigo Regime à I República», Linguagens e fronteiras do poder ..., op. cit ., pp. 36-54.
81. Vitorino Magalhães Godinho: «Os Portugueses em busca de si próprios», en Ensaios e estudos. Uma maneira de pensar , vol. I, Lisboa, Sá da Costa, 2009, pp. 97-99.
82. Jorge Borges de Macedo: «Unidade de poder e diversidade de situación nas áreas regionais em Portugal. Consequências metodológicas», en Álvaro Matos y Raúl Rasga (coords.): Primeiras jornadas de história local e regional , Lisboa, Colibri, s.d. [1993], p. 21.
EL DISCURSO NACIONAL ITALIANO Y SUS IMPLICACIONES POLÍTICAS (1800-1922)
Alberto Mario Banti Università de Pisa
1.
El nacimiento del Estado nacional italiano, que tuvo lugar en 1861, fue impulsado por un movimiento político que se había formado en la primera mitad del siglo XIX y que se identificaba, ya en la época, con el término de Risorgimento (que significa ‘resurrección’ o ‘renacimiento’). Se trató de un movimiento político atravesado por contrastes políticos bastantes rígidos (republicanos frente a monárquicos, demócratas frente a moderados, federalistas frente a centralistas). Sin embargo, estos contrastes fueron superados en nombre de la independencia de la nación italiana, un objetivo compartido por todos los elementos de un movimiento que, en el transcurso de los años que van de 1815 a 1861, reunió bajo su bandera a una notable masa de militantes y simpatizantes.
Como el movimiento nacional alemán estudiado por Mosse, 1 también el italiano es fruto de una «nueva política». Una política que nace con la Revolución francesa y que, conceptualmente incluso antes que factualmente, pone en el centro del espacio público al pueblo/nación , depositario principal de la soberanía. Como en Alemania, también en Italia, el estilo político que se impone es el de la emoción, más que el de la racionalidad. Es un estilo que se basa en símbolos, narraciones y alegorías, y construye así una nueva «estética de la política». Una vía obligada si, además de evocar al pueblo/nación , también lo quiere ver actuar en carne y hueso.
Más de un nexo vincula la elaboración nacionalista decimonónica a la tradición del clasicismo y patriotismo de época moderna. 2 Pero si hay una experiencia intelectual que preside el nacimiento del Risorgimento como un movimiento nacional-patriótico «de masas», esta es la experiencia del Romanticismo. De los muchos aspectos que, más o menos legítimamente, caracterizan la elaboración romántica, uno en concreto merece subrayarse: los intelectuales italianos que abordan la cuestión, y que tienen convicciones nacionalistas, se centran en seguida en una idea muy política de la producción estética, y lo hacen perfeccionando el tema de un arte para «el pueblo» (término que con mucha frecuencia no quiere decir más que «el mayor número posible de personas», especialmente de aquellas personas capaces de leer). Este es un proyecto que cobró actualidad debido al nuevo estatuto socioprofesional del literato en la Italia de la Restauración, un intelectual que si quiere vivir de su trabajo debe vender sus escritos al mayor número posible de lectores; pero los intelectuales próximos al movimiento nacional-patriótico (como Ugo Foscolo, Giovanni Berchet, Alessandro Manzoni, Giacomo Leopardi y otros muchos) atribuyen a este proyecto cultural un claro significado político: hablar al pueblo (es decir, al mayor número de personas posible), para empujarlo a un compromiso militante y convertirlo en nación . 3
En efecto, el discurso nacional/patriótico, tanto en Italia como en Europa, toma cuerpo en primer lugar a través de la difusión de los materiales literarios y artísticos de diverso tipo (novelas, poesías, dramas teatrales, pinturas y, fundamentalmente, melodramas), y a través también de ensayos políticos, proyectos, estatutos y proclamas. Aun así, sin organización ni acción política, un «pueblo» no consigue expresarse como una comunidad nacional. El sistema que los líderes más lúcidos del Risorgimento tienen delante es dual; hace falta planificación política, sin duda, pero también hacen falta instrumentos que conviertan los asuntos de la nación en historias capaces de hacer latir el corazón, capaces de hacer hervir la sangre en las venas, de apasionar, hacer llorar y empujar a la acción. Y, de hecho, Giuseppe Mazzini, el más tenaz entre los líderes políticos del Risorgimento , que desde 1831 escribe «nosotros necesitamos a las masas», es también alguien que se ocupa constantemente de la literatura, la pintura y la música. Y cuando lo hace no es, sin duda, menos conscientemente político que cuando proyecta insurrecciones o funda asociaciones, como la Giovine Italia . 4
2.
Sin embargo, movilizar a las personas para luchar contra el establishment y derrocarlo en nombre de un ideal inédito –la nación italiana– no es, en absoluto, una operación fácil. Si, a pesar de todo, centenares y centenares de miles de hombres y mujeres escucharon el discurso nacional, en la forma que adquiere desde principios del siglo XIX, es porque desarrolla efectos performativos potentes, que le son permitidos debido a su particular articulación interna. Esta –en el caso italiano, como en todo el nacionalismo europeo decimonónico– se construye a partir de algunas estructuras discursivas elementales que pertenecen a lo que podríamos llamar el espacio de las figuras profundas . 5
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