Puesto que el cuento del Tamburino te ha conmovido, fácil te será escribir esta mañana la redacción sobre el tema del examen: «¿Por qué se ama a la Patria?». ¿Por qué quiero a mi Patria? ¿No se te han ocurrido en seguida cien respuestas? Amo a mi Patria porque mi madre ha nacido en ella, porque sangre suya es la que corre por mis venas, porque es la tierra donde están sepultados los muertos por los que reza mi madre y a los que venera mi padre, porque la ciudad donde he visto la luz, la lengua que hablo, los libros que me instruyen, mi hermano y mi hermana, mis compañeros, el pueblo del que formo parte, el bello paisaje que me rodea, cuanto veo, lo que amo, lo que estudio y lo que admiro pertenece a mi Patria. ¡Tú no puedes sentir todavía ese gran afecto en toda su intensidad! Lo sentirás cuando seas un hombre, cuando retornes a ella tras un largo viaje, después de una prolongada ausencia, y asomándote una mañana desde la cubierta del buque, contemples en el horizonte las grandes montañas azules de tu país; entonces lo sentirás con el ímpetu de ternura que te llenará los ojos de lágrimas y te arrancará un grito. Lo advertirás en alguna gran ciudad lejana por el impulso del alma que, entre la desconocida multitud, te llevará hacia un trabajador desconocido, al que, pasando, le habrás oído decir alguna palabra en tu propia lengua. Lo sentirás en la dolorosa y profunda indignación que te hará subir la sangre a la cabeza, cuando de la boca de algún extranjero salgan expresiones injuriosas para la tierra que te vio nacer, y con mayor violencia y alteración todavía si la amenaza de un pueblo enemigo levanta una tempestad de fuego sobre tu Patria y veas el desasosiego por doquier, a los jóvenes que acuden en masa a tomar las armas, a los padres besar a sus hijos gritando: «¡Adiós! ¡Volved victoriosos!». Lo sentirás con insuperable júbilo si tuvieres la dicha de presenciar en tu ciudad los regimientos diezmados, cansados, con el uniforme destrozado, con aire terrible, con el brillo de la victoria en los ojos y las banderas atravesadas por las balas, seguidos por un número interminable de valientes que llevarán sus cabezas vendadas y brazos sin manos, entre una multitud enfervorecida por el entusiasmo, que los cubrirá de flores, de bendiciones y de besos. Entonces comprenderás lo que es el amor a la Patria, Enrico. La Patria es algo tan grande y sagrado, que si un día te viese regresar salvo y sano de una batalla en la que te hubieses hallado, por haberte escondido para conservar la vida, a pesar de ser carne de mi carne y alma de mi alma, yo, tu padre, que te recibo con tanta alegría cuando vuelves de la escuela, te acogería con la angustia de no poderte querer, y moriría con ese puñal clavado en el corazón.
TU PADRE 15
A finales del siglo XIX, la mística biopolítica y sacrificial, tan bien ilustrada desde las páginas de Corazón , impregna los más diversos medios, las más variadas soluciones estilísticas y las más diferentes opciones políticas, moviéndose entre el cine, la poesía, la literatura, la escuela y las ritualidades públicas.
Uno de los ejemplos más impresionantes de la invasión de esta retórica lo ofrece una de las primeras películas producidas por una casa cinematográfica italiana, Il piccolo garibaldino , una película comercial, difundida en las salas cinematográficas del Reino en diciembre de 1909. 16 La película narra la historia de un chico que, viendo a su padre partir voluntario para combatir con Garibaldi, sueña con unirse a él y luchar junto al «héroe de los dos mundos». Después de armarse de valor, el joven prepara sus cosas (un uniforme de garibaldino, una bandera italiana y una pistola), las mete en un saco y, después de despedirse silenciosamente de su madre y su hermana, que duermen, se aleja de la casa en el corazón de la noche para dirigirse a un puerto, donde encuentra una barca que lo conducirá al escenario de la guerra. Cuando llega al campamento de los garibaldinos, su padre lo acoge con entusiasmo, orgulloso de tener un hijo tan valiente; y junto a él y los otros compañeros, el muchacho se prepara para el bautismo de fuego. Mientras se libra la batalla, él está ahí, intrépido, preparado para combatir valientemente al lado de su padre. Pero en un momento en que se exhibe demasiado ante el fuego enemigo, una bala le alcanza. Es un golpe mortal. Su padre está desesperado, pero el muchacho ve pasar a Garibaldi, y casi despreocupándose del dolor de su progenitor, pide que lo lleven junto al héroe que, con la espada, hace un gesto parecido a una bendición. Después, se desploma en el suelo, sin vida. Y así llegamos a la secuencia final, la más desgarradora y la más densa. La escena se abre en el salón de la casa del pequeño garibaldino, donde se encuentra la madre, desesperada por la muerte de su joven hijo. De repente, la pared del fondo se abre y aparece una imagen: sobre una especie de pedestal se encuentran una alegoría femenina de Italia y el pequeño garibaldino. Ambas figuras están serenas, casi impasibles, y miran hacia la madre; esta, desconcertada, observa la visión con una mezcla de alegría y consternación. En ese momento, el pequeño garibaldino desciende del pedestal y, en el centro de la habitación, se abre la camisa y muestra una pequeña herida en el costado. La madre se le acerca, primero besa la herida y después besa la cara de su hijo. Él la mira sereno, mientras el subtítulo recita: «Mamá, mira: ¡he muerto como un soldado!». Después de esto, con gestos comedidos, el joven se aleja de la madre biológica para volver a subir al pedestal, donde la madre simbólica, Italia, lo acoge maternal y solícita, bajo su manto que no es otro que el tricolore .
El clímax de la escena se construye a través del contraste entre dos actitudes emotivas completamente opuestas. Por un lado, encontramos a la madre rota por el dolor, que llora y se desespera por la muerte del hijo; por otro, las apariciones de Italia y del pequeño garibaldino, que se caracterizan por una sagrada impasibilidad frente al dolor y la muerte. Cuando desciende del pedestal, el pequeño garibaldino se convierte en una especie de Cristo niño, cuya herida mortal, besada por la mater dolorosa , se convierte en el símbolo de la positividad del sacrificio. La apoteosis de esta mística sacrificial está marcada por la mirada estática y tranquila del pequeño héroe que, dejando a su afligida madre terrenal con la conciencia de haber realizado un acto glorioso, vuelve con su madre trascendente, la alegoría de Italia, que es impasible y hospitalaria al mismo tiempo cuando lo acoge con su abrazo bajo su manto-bandera.
La película Il piccolo garibaldino elige la vía de un medio de comunicación de masas para difundir la palabra nacional-patriótica. Si nos fijamos bien, esto no es un caso aislado. Si repasamos un listado, incluso parcial, de los títulos de las películas proyectadas en las salas a principios del siglo XX, nos damos cuenta de que estamos en el centro de un amplio continuum discursivo, que mucho toma prestado de la obra de referencia fundamental que, como se entiende por los títulos, es indudablemente Corazón ; que mucho se inspira en la epopeya garibaldina, y que mucho utiliza de la mitografía más general del Risorgimento : Cuore e patria (Cines, 1906); Mario Caserini, Garibaldi (Cines, 1907); Il Fornaretto di Venezia (Cines, 1907); Piccolo cuore (Aquila Films, 1907); Mario Caserini, Pietro Micca (Cines, 1908); Il piccolo cuore (Itala Film, 1908); I carbonari (Itala Film, 1908); Il piccolo spazzacamino (Rossi & C., 1908); Esercito italiano: I Carabinieri Reali -primera serie (Cines, 1909); Esercito italiano: Artiglieria, Plotone grigio -segunda serie (Cines, 1909); Esercito italiano: Artiglieria da fortezza tercera serie (Cines, 1909); Esercito italiano: Genio militare. I pontieri -cuarta serie (Cines, 1909); Il piccolo garibaldino (Cines, 1909); Mario Caserini, Anita Garibaldi (Cines, 1910); Mario Caserini, Il dottor Antonio (Cines, 1910); La battaglia di Legnano (Cines, 1910); Per la patria-Epopea garibaldina (Cines, 1910); Garibaldi a Marsala (Cines, 1910); Eroico pastorello (Cines, 1910); I piccoli esploratori italiani (Co-merio, 1910); Il tamburino sardo (Cines, 1911); Il piccolo patriota (Milano Films, 1911); Luca Comerio, Dolorosi episodi della guerra Italo-Turca (1911); Luigi Maggi, La lampada della nonna (1913); Eleuterio Ridolfi, Il dottor Antonio (1914); Emilio Ghigne, Ciceruacchio (1915); Il piccolo scrivano fiorentino (Film Artistica Gloria, 1915); Il piccolo patriota padovano (Film Artistica Gloria, 1915); Il tamburino sardo (Film Artistica Gloria, 1915); Sangue romagnolo (Film Artistica Gloria, 1916); Dagli Appennini alle Ande (Film Artistica Gloria, 1916); Valor civile (Film Artistica Gloria, 1916). 17
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