Bienaventurados aquellos que desdeñaron los amores estériles para ser vírgenes en este primer y último amor.
Bienaventurados aquellos que, teniendo en el pecho un odio profundamente arraigado, se lo arrancarán con sus propias manos; y ofrecerán después su ofrenda.
Bienaventurados aquellos que, habiendo clamado ayer contra el acontecimiento, aceptarán en silencio la gran necesidad y ya no querrán ser los últimos sino los primeros.
Bienaventurados los jóvenes que tienen hambre y sed de gloria, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos tendrán que enjugar una sangre resplandeciente y vendar un dolor radiante.
Bienaventurados los puros de corazón, bienaventurados los que regresan victoriosos, porque verán el nuevo rostro de Roma, la frente nuevamente coronada de Dante, la belleza triunfal de Italia. 25
Con la exploración y recomposición de estos fragmentos narrativos y simbólicos, D’Annunzio inaugura su tour oratorio que acompañará al éxito a la opinión intervencionista, apoyando eficazmente la decisión del Gobierno de Salandra de llevar a Italia y a sus jóvenes a la masacre que será la Primera Guerra Mundial. No es una opinión aislada. Es, sobre todo, una opinión que se sitúa en una matriz narrativa que reside en la mente de gran parte de la burguesía y los estratos urbanos medios de la Italia de finales del siglo XIX y principios del XX.
Si los acentos dannunzianos, en el discurso de Quarto, son bélico-patrióticoen cortejo haciaunanimistas, cuando se traslada a Roma, D’Annuzio conjuga la retórica nacionalista con una polémica antiparlamentaria muy virulenta. En un discurso del 13 de mayo dice:
Oíd. Estamos a punto de ser vendidos como materia infecta. Sobre nuestra dignidad humana, sobre la dignidad de cada uno de nosotros, sobre la frente de cada uno de nosotros, sobre la mía, sobre la vuestra, sobre la de vuestros hijos, sobre la de los no nacidos, está la amenaza de una marca servil. Llamarse italiano será nombre de vergüenza, un nombre que ocultar, un nombre que quemará los labios. ¿Entendéis? ¿Habéis entendido? Turbia intriga. Esto es lo que quiere hacer con nosotros el maquinador de Dronero... 26
La mañana del 14 de mayo, numerosos estudiantes romanos, después de abandonar las clases, se reúnen en la Sapienza, donde el economista Antonio De Viti De Marco, partidario de la intervención, da un discurso en el que, según Il Messaggero , utiliza «palabras de fuego contra aquellos que han intentando traicionar a la patria». El tema de la traición se retoma, con acusaciones completamente explícitas, a partir de una moción aprobada por los estudiantes, en la que se afirma: «Los estudiantes de Roma reunidos en mitin en el vestíbulo de la Sapienza, protestan contra el ministro de la mala vida e invitan a los compañeros de toda Italia a declarar a Giovanni Giolitti cómplice del extranjero y enemigo de la patria». 27 Después de esto, «dirigiéndose en cortejo hacia Montecitorio, 28 un pequeño grupo de estudiantes logra coger por sorpresa a los guardias y entrar en el palacio, rompiendo a pedradas la luz de la entrada, hasta que otros guardias, que venían de dentro, logran reducirlo». 29 Por la tarde tienen lugar otras manifestaciones intervencionistas, entre las cuales es particularmente importante la serie de discursos de exponentes del intervencionismo celebrada en Fontanella Borghese, una plaza del centro de Roma. En esa ocasión, habla el economista nacionalista Maffeo Pantaleoni, que tiene palabras brutales, de pura incitación a la violencia, contra los neutralistas, traidores de la patria. Su discurso viene seguido del alegato, no menos violento, de Gaetano Salvemini, historiador democrático y partidario de la intervención.
La noche de ese mismo día, en un discurso pronunciado en el Teatro Costanzi, D’Annunzio, después de haber acusado a Giolitti de haberse vendido a los alemanes y de albergar planes de traición a la patria, incita a la venganza: «Todo buen ciudadano es un soldado contra el enemigo interno, sin tregua ni cuartel. Aunque corra la sangre, que esta sangre sea bendecida como la derramada en la trinchera». Esa misma noche y al día siguiente, se producen numerosos actos de vandalismo y violencia contra políticos neutralistas y, también, un intento de agresión contra la casa romana de Giolitti. 30 Finalmente, en el número del 15 de mayo de la Idea Nazionale , periódico de la Asociación Nacionalista Italiana, en un artículo titulado significativamente «El Parlamento contra Italia» se puede leer:
El Parlamento es Giolitti; y Giolitti es el Parlamento: el binomio de nuestra vergüenza. Esta es la vieja Italia, la vieja Italia que ignora a la nueva, la verdadera, la sagrada Italia que resurge en la historia y el porvenir [...]. Y la ignora precisamente porque es el Parlamento. El Parlamento, es decir, la falsificación de la Nación [...]. El golpe es mortal. El Parlamento abatirá a la Nación, y retomará sobre Su santo cuerpo palpitante su labor de proxeneta para seguir prostituyéndola al extranjero, o la Nación derrocará al Parlamento, romperá los bancos de los estafadores y purificará a hierro y fuego las alcobas de los rufianes. De cara al mundo que espera proclamará la voluntad de su vida, la moralidad de su vida, la belleza augusta de su vida inmortal. 31
En mayo de 1915 dos discursos aparentemente distintos, el nacional-patriótico y el antiparlamentario, parecen conectar de manera directa, articulando un proyecto político declaradamente antidemocrático. Esos dos discursos no nacen en mayo de 1915, ni tampoco a principios del siglo XX; ni se entretejen en una densa relación intertextual. De hecho, no son más que dos caras de la misma formación discursiva; dos modos diferentes, pero funcionalmente relacionados, de concebir el sujeto fundador de lo político en el siglo XIX italiano, la nación. Por un lado, un modo positivo: la comunidad compacta, con una base étnico-cultural, movida por devociones del virilismo, el belicismo y el martirologio. Por otro, un modo negativo: la comunidad dividida por discusiones inútiles que se producen en un lugar, el Parlamento, en el que la corrupción reina soberana y en el que no se hace más que degradar la dignidad y el honor de la nación. El futuro de una formación discursiva de este tipo está muy claro: algunas de las bases culturales más importantes de la experiencia fascista se encuentran ya aquí, en el juego de espejos que se crea entre la exaltación del credo nacional-patriótico y la devaluación de la representación como posible núcleo constitucional del Estado-nación.
Traducción de Mónica Granell Toledo
1. G. L. Mosse: The Nationalization of the Masses: Political Symbolism and Mass Movements in Germany from the Napoleonic Wars through the Third Reich , Nueva York, Howard Fertig, 1975 (trad. esp.: La nacionalización de las masas: simbolismo político y movimientos de masas en Alemania desde las Guerra Napoleónicas al Tercer Reich , Madrid, Marcial Pons, 2005).
2. He explorado el tema en el capítulo 2 de L’onore della nazione. Identità sessuali e violenza nel nazionalismo europeo dal xviii secolo alla Grande Guerra , Turín, Einaudi, 2005.
3. Cf . M. Cerruti: «Dalla fine dell’antico regime alla Restaurazione», y R. Tessari: «Il Risorgimento e la crisi di metà secolo», ambos en Letteratura italiana, I, Il letterato e le istituzioni , Turín, Einaudi, 1982; y a. Acciani: «Dalla rendita al lavoro», en Letteratura italiana, ii, Produzione e consumo , Turín, Einaudi, 1983.
4. Cf . F. Della Peruta: Mazzini e i rivoluzionari italiani. Il «partito d’azione». 1830-1845 , Milán, Feltrinelli, 1974; F. Mazzocca (coord.): Romantici e Macchiaioli. Giuseppe Mazzini e la grande pittura europea , Génova, Skira, 2005; y A. M. Banti: «Sacrality and the Aesthetics of Politics: Mazzini’s Concept of the Nation», en C. A. Bayly y E. F. Biagini (eds.): Giuseppe Mazzini and the Globalisation of Democratic Nationalism, 1830-1920 , Oxford, British Academy-Oxford University Press, 2008.
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