La polifonía de voces muestra aristas distintas del trabajo en pandemia, y presenta nuevos sentidos para debatir sobre la enseñanza, el aprendizaje y los procesos educativos. La sistematización de experiencias que se presenta también nos interpela a cada uno de quienes enseñamos a comprender el sentido de nuestras prácticas, a reflexionar sobre nuestro trabajo, a entender mejor lo que estamos haciendo en una “pedagogía de la excepción”, como tan bien ilustra Axel Rivas. La selección de experiencias contempla criterios importantes como la relevancia para colegas educadores, la pertinencia referida a la situación inédita del contexto y las motivaciones, claramente definidas en la introducción del libro. El propósito de la sistematización va más allá de describir la experiencia con una invitación a dedicar un tiempo para pensar y pensarnos en pandemia y en el futuro. Jerome Bruner afirma que lo central de la narrativa es cómo se llega a darle significado a la experiencia, en virtud de que esta es un instrumento útil, no tanto para resolver los problemas, sino más bien para encontrarlos. Encontramos en este libro algunas pistas para ello. 1 . Philippe Perrenou, Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar , Ciudad de México, Graó, 2004. . Philippe Perrenou,
Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar , Ciudad de México, Graó, 2004.
INTRODUCCIÓN
Nuevos escenarios repentinos
Rosana Serafini
Llega un momento en que cualquier realidad se acaba. Y entonces no hay más remedio que volver a inventarla […] hay que volverla a concebir.
Mario Benedetti, El porvenir de mi pasado
Todo comenzó en marzo de 2020. Un estrepitoso mal venía aquejando al mundo desde unos meses antes. Un mal que rápidamente se convirtió en pandemia, tal vez la única en nuestros tiempos biográficos. De repente nos encontramos atravesando, todos, una situación de crisis general: el mundo nos había sorprendido y debimos tratar de acomodarnos a él. La vida social cambió abruptamente: como en un sueño, en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos reconvirtiendo nuestra vida laboral, escolar, universitaria, familiar, en fin… nuestra vida.
Comentarios, dudas, malestares, enojos, producto de la incertidumbre, la angustia, la ansiedad, la desesperación que generaba dicha situación sobre los distintos actores: docentes, no docentes, estudiantes, madres, padres, abuelas, abuelos, empleadores y empleados, trabajadores independientes y más…
Estudiantes de todos los niveles se encontraron, en la mayoría de los casos, con muchas tareas para realizar y sin la presencia del docente “real y presencial”. Los referentes más cercanos en temas de educación pasaron a ser sus padres, o los adultos con quienes conviviesen, quienes no tenían ni tienen la obligación de conocer todos los contenidos educativos, pero sí de acompañarlos en todo lo que tengan a su alcance. Fue así como se presentaron miles de situaciones. Los niños y jóvenes necesitaron más que nunca acompañamiento familiar, los docentes necesitaron comprensión de las familias.
El uso de herramientas como las redes sociales, los tutoriales de internet, las plataformas educativas en todos sus formatos, los grupos de consulta por WhatsApp entre padres y madres, de estudiantes entre sí, de profesores, e incluso la posibilidad de intercambiar mails con docentes, preceptores, directivos para consultar sobre ayudas posibles para niños y jóvenes se tornaron herramientas de comunicación valiosas y necesarias.
Se volvió indispensable hablar sobre hábitos y rutinas en casa, en momentos de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO). Algunos padres y madres rápidamente comenzaron a debatirse con las dificultades para organizar en casa horarios de estudio, de trabajo, de comidas, de limpieza, de ocio. ¿Cómo distribuir esos tiempos? ¿Cómo lograr que niños y jóvenes se levanten para estudiar y hacer sus tareas virtuales? Pensar en organizar rutinas para los días “laborales y escolares” y rutinas de “fin de semana” no fue tarea sencilla. Fue allí donde hubo que reacomodarse. Pautar las actividades escolares con horarios, así como las actividades laborales desde casa. Porque además, en muchos hogares, los elementos tecnológicos son compartidos y, a veces, hasta pareciera que hay que “sacar turno” para usar la notebook, la tablet, la computadora o el celular.
Organizar las actividades respetando también los tiempos de descanso, de recreo, fue necesario. Y los fines de semana, en el mejor de los casos, darles lugar a los juegos, a compartir en familia esos juegos que hacía mucho no jugábamos, a compartir series, películas, aprovechar ese tiempo que en otros momentos tal vez extrañábamos, porque nos encontrábamos “sin tiempo” para compartir con nuestros hijos.
En abril ya sabíamos que no volveríamos a las clases presenciales por un tiempo extenso. Privilegiando el cuidado de la salud, el sistema educativo siguió buscando nuevos caminos para seguir educando. Físicamente se hacía imposible el regreso a las aulas; sin embargo, el concepto de continuidad pedagógica comenzaba a instalarse desde otro lugar.
“ Ya nada será igual ”: frase que se fue escuchando cada vez con mayor fuerza. La educación que se viene, la docencia que se viene, la vida que se viene: adultos, jóvenes y niños comenzaban a pensarlo. Cambiaron los tiempos, cambió la vida social, cambió la educación y con ella todo lo que implica. Se elevaron voces y opiniones como “ Ya no volveremos a la escuela de antes ”, “ Ya no volveremos a la universidad de antes ”. Empezar a pensar en nuevos espacios áulicos, menos estudiantes por aula, mayor distancia física entre ellos y con los docentes, recreos distintos, más trabajos online, menos horas de clases presenciales, pareciera ser el mundo que se viene: hipótesis sobre lo que vendrá. Nos empezamos a preparar para otro mundo.
El coronavirus ha cambiado el mundo y, de aquí en más, todo será diferente. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Todo se fue cayendo? ¿O todo se fue acomodando? ¿Nos encontramos frente a la generación que transformó la educación? Estamos ante nuevas relaciones entre familia y escuela. Tradicionalmente la función básica de la familia fue la crianza y la función de la escuela fue la instrucción, y en las distintas épocas se mantuvieron más bien constantes. Hoy dichas relaciones se funden, se transforman, se solapan: la familia se encuentra con la obligación de criar e instruir, colaborando con una escuela que llegó a golpear las puertas del hogar.
Si bien existen consensos acerca de que la educación remota nunca podrá reemplazar el aula presencial, emergió repentinamente la necesidad de reinventar recursos y redistribuir roles y funciones. La educación a distancia, en algunos casos virtual y en otros radial, televisiva o impresa en formato de cuadernillos, ocupa hoy un lugar esencial en los hogares de miles de niñas, niños y jóvenes, asignando así un nuevo rol de alumna, alumno, estudiante y un nuevo rol docente: trabajar con los sentidos, especialmente la vista y el oído, dejando en suspenso el olfato, el gusto y el tacto. Nos conectamos con nuestros estudiantes a través de ellos, tecnología mediante en el mejor de los casos. ¡Qué lejos fueron quedando esas posibilidades de “tocar al otro”, “oler al otro”! Si la escuela o la universidad eran lugares para estar juntos, para mirarse, para tocarse, para interactuar en una situación de copresencia, por el momento dejó de serlo, quedó en suspenso. Si eran sitios donde la niña, el niño o joven se aislaban de lo que pasaba fuera, adentrándose en una dimensión diferente, sobre todo cuando el entorno del hogar no fuera el apropiado, ya no lo es.
Читать дальше