y tu angustia a mi angustia paralela.
Cómo se une en el aire mi destierro
al tuyo abandonado en las arenas,
acostadas, mojadas y amarillas.
Si a hierro estás herida, yo a tu hierro
muero, pero me muero en las almenas
que esperan tu regreso de puntillas.
Como el toro he nacido para el luto.
M. H.
No como el toro, amor; sufro de amores
y estoy sólo a tu labio sometido.
Mejor que prado el toro, tengo un nido,
y mi luto es de alados resplandores.
Mejor que el toro, amor. Voces mejores
ordenadas por ti; más que vencido,
estoy alzado, amor; si soy herido
lo soy por mis venablos interiores.
Vivo mi noche, amante y desvelado,
habitando entre nubes por tu huellas.
Así sí, como el Toro, en el sosiego,
resido en este cielo que me has dado,
siendo mi guardia eterna las estrellas
y Aldebarán mi corazón de fuego.
Tengo, tienes, tenemos acomodo
en un mundo cortado a la medida;
tela para vestir toda la vida,
todo el amor y el entusiasmo todo.
Amo, amas. Amar de cualquier modo;
aquí ceñido el sol, aquí ceñida
la voz, sujeta aquí está la partida,
atado aquí el ardor codo con codo.
Por tenerte, tenerme, por tenernos
y limitar el vuelo de los ojos
a la ocasión del labio más perfecta,
paso, pasas, pasamos, siempre eternos,
sujetos al dolor por los hinojos
y al día por un alba predilecta.
JOVEN PARA LA MUERTE
Arrojado a tu luz madrugadora,
me muero niño y soy todo un deseo
de varón en continuo jubileo
hacia tu corazón de ruiseñora.
De trino escalador junto a la aurora
eres, y voy a ti, y hay un torneo
donde la algarabía del gorjeo
triunfa de mí y en mí se condecora.
Arrancados de un sueño o de una fuente,
por tu espada los límites del nardo
me mintieron temprana primavera.
Y estoy ahora por ti tempranamente,
como nadie, de amor herido, y tardo
en morirme de amor como cualquiera.
Rémora de mis pasos fue su oído.
Góngora
LLUVIA EN LA NOCHE
Llueve mientras se espera la mañana.
Sonidos diminutos se han llevado
un sueño y otro sueño me han dejado.
¡Qué dulce cae la lluvia en mi ventana!
Me trae la flor del agua su lejana
lección con un rumor deletreado.
Se mojan en la torre y en el prado
la caña de maíz y la campana.
Grano en mi corazón, grano y ruido
esperan que traspase techos, muros,
agua multiplicada, dividida.
El fruto sueña y sueña sin sentido,
se abren dentro los surcos más oscuros,
y llueve, llueve, llueve por mi vida.
A UNOS LIRIOS
Uniformados ya. Tan vegetales
que la sangre del agua se adivina
fresquísima y guiada se encamina
a su sueño de blancas verticales.
No hay evasión posible. Son iguales;
uno, dos, tres… El viento determina
el juego de la lanza que se inclina
hacia los más jugosos pedestales.
Triunfa el claror unánime, ascendido
sobre el asta capaz, sobre la pura
delgadez de la escala deseada.
Entre la hierba, el pie, tan escondido;
tan verde aquí, a la mano, la cintura,
y en la cima la sien, tan demudada.
LLEGADA DE UNA MUCHACHA
A LA AMISTAD
Tu sitio estaba aquí, y era tan cierta
tu llegada al difícil paraíso
de nuestra palidez que fue preciso
abrirte sin llamada nuestra puerta.
Fue habitable por ti esta rosa yerta
de soledad plural, y sin aviso
quiso la luz que fueras nuestra y quiso
eternizar tu angustia más despierta.
Embajadora dulce de mendigos,
aquí está ya tu carne fugitiva,
anclado aquí tu vuelo sin testigos,
presa tu frente aquí, y aquí cautiva
tu boca en su color, como una viva
corola inesperada entre los trigos.
A UNA MUJER A QUIEN MANDÉ
MI PRIMER LIBRO DE VERSOS
No sé nada de ti. Yo te di toda
mi amargura y mi voz apasionada
en un libro medida y encerrada
por la primera noche de mi boda.
¿Cómo celebras tú la tornaboda?
¿Te dio fiesta mi sangre traspasada?
¿O se quedó un momento en tu mirada
esta línea del nombre que me apoda?
En esto que te ofrezco está mi credo;
dicté desde el amor o desde el ocio
con mi verbo doliente y cotidiano.
Si más no doy es porque más no puedo.
Ya has entrado en mi dulce sacerdocio.
Come del pan que parto con mi mano.
EL BAILARÍN DEL TIOVIVO
Recreará la rueda la mirada
y habrá un hombre delgado, fuerte y frío,
que hará girar el río por el río,
helando el corazón de la yeguada.
Tú acordas tu tristeza, traspasada
de música, de amor, de escalofrío,
con el paisaje joven y el tardío
vuelo del agua antigua, acompasada.
Sangre parada en trance de latido,
rosa para imposibles mediodías,
devanador del aire y su madeja;
el ojo muerto, el muslo bien ceñido,
y en el telar de las monotonías
la delgadez del ritmo sin pareja.
MONTE, RÍO, VIENTO…
DÉCIMAS DEL GUADARRAMA
1
Lograda suerte de estío
por ausencia de ciudades.
Diálogo de sociedades
en las márgenes del río.
Señor de su señorío,
el álamo se asegura,
cabalga plata y altura
a golpes de brisa y hoja
y ofrece a la tarde roja
su delgadez sin cintura.
2
Vivo para la distante
malva que crece tan honda;
para la copa redonda
del pino vive mi amante.
Sandalia de caminante
y vuelo de garza real.
Aventura desigual
donde mi anhelo se pierde.
Mi amante es un pino verde
con la copa de cristal.
3
La catarata infantil
del arroyo se desata.
Trenzado a su cabalgata
se hace mayo tanto abril.
Para romper el añil
de este cielo que se enciende,
la zarzamora se prende,
paso a paso, a la ladera,
y triunfa una primavera
para la luz que desciende.
4
En la menta abanderada
descansa la mariposa.
Está tan lejos la rosa
como el perfil de la espada.
No importa; aroma y cruzada
nardo y arroyo los dan.
En los espinos están
de guardia torres floridas,
y el viento, suelto de bridas,
se proclama capitán.
5
El búho —canto de esquilas—
asusta a la noche oscura;
huyen al son su figura
las heredades tranquilas.
El cielo en diez mil pupilas
se asoma por mi ventana
y hay una copla galana
que escala la acacia en flor.
¿Por qué camino de amor
vendrá mi amante mañana?
6
Hoy subo la amanecida
—sendero turbio, alta loma—,
mensajero sin paloma
para mi amante perdida.
Mi voz salta. No hay huida
posible. Invade un claror
que desnuda. —¡Amor, amor…!—
Y nadie contesta. El alba
ha descubierto en la malva
carne de mi amante en flor.
7
Dame para la escalada
el cayado de tu brazo;
la almohada de tu regazo
para descansar, amada.
Dame la miel apretada
de tus hombros, al llegar;
tus manos para peinar
mi cabeza contra el viento,
y dame tu voz, que siento
que se me escapa el cantar.
8
En las agujas del pino
tu vestido cosería.
Vísteme de tu alegría
para seguir mi camino.
Heraldo de mi destino,
protégeme en tu candor.
Yo le pediré a la flor
que baje al llano a buscarte
para después desnudarte
con su desnudo de olor.
9
Camino de la Fuenfría
te llevaré en mi caballo;
te diré versos de mayo
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