Con la revolución en la manera de pensar de Kant se cambia también el planteamiento de un posible acceso al saber. Un saber absoluto, o un saber de lo absoluto, vale decir, aquel saber que promete la tradición metafísica antes de Kant, y que la época post-kantiana del Idealismo alemán pondrá nuevamente en el centro de la atención, no es, pues, alcanzable. Nosotros no podemos saber, en base a nuestras capacidades del conocimiento, cómo son las cosas en sí, ya que para nosotros únicamente las apariencias de las cosas forman el fundamento de nuestro conocimiento. Respecto de los conceptos puros de la razón, además, y en base a la misma teoría del conocimiento, no podemos saber nada, porque no tenemos de ellos intuición alguna. Pero también el acceso al saber únicamente por medio de la costumbre y el hábito queda rechazado en la filosofía crítica de Kant, debido a que la argumentación trascendental instala, como es sabido, ciertas funciones a priori que van allende la experiencia, y que a la vez la constituyen. ¿Qué nos queda, entonces, para poder hablar de un saber? La suposición general de nuestra investigación es que, a partir de Kant, es posible hablar de formas, que en un nivel antropológico-empírico posibilitan un saber, toda vez que, en el nivel trascendental, puedan ser comprobadas las condiciones de posibilidad de ese mismo saber. Nuestra tesis principal consiste así en que la condición esencial de posibilidad del saber es la función de la comunicabilidad universal de nuestros juicios. Sólo los juicios que se dejan comunicar universalmente pueden ser el fundamento de una determinada comunicación, la cual, por su parte, posibilita un cierto saber.
En la discusión filosófica del siglo dieciocho, junto al debate acerca de la interpretación racionalista o empirista de la facultad del conocimiento humano, hay otra temática que obtiene gran importancia. Esta temática se refleja en una corriente filosófica que puede ser denominada la “filosofía del sentimiento”. A continuación del debate del panteísmo introducido por Friedrich Heinrich Jacobi, fue planteada la pregunta, si acaso no es el sentimiento aquel órgano decisivo respecto del conocimiento que debe aplicarse a una forma cognoscitiva del conocimiento. Este debate tuvo también un efecto retroactivo respecto de la filosofía trascendental, pues en el camino de la segunda a la tercera Crítica de Kant, la posición del sentimiento en el proceso del conocimiento y del saber desarrollada por el filósofo de Königsberg gana más y más importancia. Ya en el ámbito de la razón práctica, Kant reconocía el sentimiento del respeto (Achtung), el cual se basa en la ley moral, como un sentimiento universalmente válido; un sentimiento que tiene que ser incluido en el cálculo de todos a la hora de pensar en la orientación y constitución del hombre.
Después, en la Crítica del discernimiento, siguiendo a Alexander Gottlieb Baumgarten, y también por estímulos provenientes de la reflexión de la filosofía del sentimiento de Johann Georg Hamann, Johann Gottfried Herder y Friedrich Heinrich Jacobi, Kant llega a una revalorización notable del sentimiento también en el ámbito de juicios estéticos. Es verdad que Kant está muy lejos de sacrificar su comprensión filosófico-trascendental por una filosofía de la creencia o del sentimiento. Por ningún motivo, Kant eleva el sentimiento a un nivel como lo hace Jacobi, donde la razón es igualada al sentimiento o reemplazada por éste. Pero Kant sí reconoce que en el proceso del saber y del conocimiento, al lado del ámbito moral-filosófico, también en el nivel estético-artístico, el sentimiento juega un rol decisivo, y tiene que ser tomado en consideración debido a la posibilidad de universalización, concebida aquí como el componente constitutivo y garante del saber, y que constituye de este modo la posición del hombre en el mundo. Kant llega así en la Analítica del discernimiento estético de su tercera Crítica a las determinaciones de un sentido común (Gemeinsinn), el cual se basa en un juicio sobre lo bello, y llega, además, a la determinación de una universalidad de los juicios sobre lo sublime, a través de las relaciones directas que tienen estos juicios con la libertad, la moral y el sentimiento moral del respeto.
En base a lo anteriormente expuesto, la presente investigación aborda las formas del saber en torno a la concepción de la comunicabilidad universal de nuestros juicios en Kant y Jean Paul. Nos interesa indagar aquí, en la conexión entre ambos pensamientos, ¿qué relación guardan respecto de lo indicado el filósofo trascendental de Königsberg y el novelista y esteta de la Alta Franconia? A este respecto, es interesante que Jean Paul normalmente sea vinculado al grupo de los críticos de Kant, entre los nombres de Hamann, Herder y Jacobi. Nuestra pretensión precisamente no es presentar a Jean Paul como un pensador que rechaza la filosofía kantiana, sino como un poeta-filósofo que siguió y continuó en forma singular los motivos fundamentales de Kant. ¿En qué estamos pensando específicamente?
Hablamos en Kant de un posible saber, de tal manera que primero debemos considerar cuándo se constituye una forma del saber, esto es aquí, cuándo ella aparece sujeta, en el nivel filosófico trascendental, a una comunicabilidad universal. Solamente juicios universalmente comunicables pueden llegar en el ámbito pragmático a un posible saber. En relación a los juicios empíricos, puestos en evidencia en la Doctrina del método de la Crítica de la razón pura, el saber posible de ellos se encuentra sujeto a los modos de tener algo por verdad (Fürwahrhalten). Además del modo del saber, los juicios se dejan expresar también en el modo del opinar o del creer. Pero si se trata del modo del saber, este juicio tiene que ser acompañado por la convicción de su validez tanto subjetiva como objetiva. Ahora bien, esta convicción podemos lograrla, según Kant, únicamente a través de la exposición de nuestro juicio a un otro. Debemos hacer público nuestro juicio y debemos además dejar comprobarlo por el otro, es decir, por la razón ajena. A través de la afirmación del otro es posible llegar a aquella convicción más firme que Kant denomina, en este contexto, un saber. Si nuestro juicio no es afirmado, tal vez nos quedamos en nuestra convicción porque el argumento del otro no nos convenció, o bien cambiamos el modo del saber al modo del opinar o del creer, y viceversa. En ello, sin embargo, nunca alcanzamos un saber absoluto de la cosa debido a sus infinitas posibilidades de determinación, pues un supuesto saber puede (y debe) ser modificable en base a nuevas comprensiones. Aquello que en una situación, y bajo una cierta perspectiva, nos parece un saber, puede transformarse, por otras informaciones y nuevas perspectivas, en un opinar o un creer. Por otro lado, una opinión se deja modificar debido a las nuevas convicciones en un saber. En todo esto vale, sin embargo, lo siguiente: todos los juicios están sujetos a la función transcendental de la comunicabilidad universal. En este sentido, un saber privado caduca frente a la crítica.
Ahora bien, nosotros mencionamos como otro ámbito de la investigación, al lado de los juicios lógicos-empíricos, los juicios estéticos. Con ellos se abre una nueva concepción de la determinación del saber. Es verdad que Kant llega también a la convicción, en el caso de los juicios estéticos, de que ellos, para poder generar un saber, deben ser universalmente comunicables. Sin embargo, los juicios estéticos no son dependientes del principio de tener algo por verdad, pues la base de su universalidad consiste en un sentimiento, es decir, en un estado del ánimo (Gemütsstimmung). Lo común de tales formas de juicio es la satisfacción universal (allgemeines Wohlgefallen), que es provocada cuando enjuiciamos algo como bello. La validez universal subjetiva de tales juicios se constituye en base a un sentimiento. Este sentimiento se hace universalmente válido por la suposición de un sentido común (Gemeinsinn). Nosotros enjuiciamos algo como bello y suponemos que este sentimiento de la satisfacción también es generado en todos los hombres que expresan un juicio sobre lo bello. Para el juicio estético sobre lo sublime vale además la premisa de que no estén sujetos a un sentido común, como los juicios del gusto. Sin embargo, la comunicabilidad universal de ellos, o la base para poder convertirse en una forma del saber, se confirma en su relación con la libertad, la ley moral y el sentimiento moral del respeto.
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